La seguridad alimentaria, el cambio climático y los derechos de propiedad intelectual
Los derechos de propiedad intelectual (P.I.) desempeñarán una función clave en el gran reto que supondrá en el futuro la producción de alimentos suficientes para la creciente población mundial. El Dr. Alois Leidwein, Director de Coordinación, Cooperación e Innovación en la Investigación de la Agencia Austríaca de Sanidad y Seguridad Alimentaria (AGES) analiza las diversas dimensiones del reto que plantea la seguridad alimentaria.
Expectativas para el futuro
Se prevé que para 2050 la población mundial habrá alcanzado los 8.900 millones1 y cada habitante consumirá, por término medio, más de 3.100 kcal al día de alimentos, con un mayor consumo de productos de origen animal. Este aumento previsto del 40% de la población mundial requerirá un incremento del 70% de la productividad agrícola y una ampliación adicional de la producción de cultivos para poder satisfacer el alza de la demanda de productos de origen animal. ¿Cómo se puede lograr?
El mantenimiento y uso de esta reserva de
diversidad genética será la base de la
adaptación al cambio climático. (Foto:
FAO/Alessandra Benedetti)
Las posibilidades de incorporar nuevas tierras a la producción agrícola son limitadas. Actualmente se cultivan unos 1.600 millones de hectáreas en todo el mundo. Para 2050 se prevé que esta superficie haya aumentado tan solo un 5% (70 millones de hectáreas) y la mayor expansión se producirá probablemente en el África subsahariana y América Latina. No obstante, es preciso advertir de la necesidad de adoptar grandes precauciones cuando se efectúen cambios en el uso de las tierras, para evitar daños irreparables en los ecosistemas o su colapso.
El 90% del aumento que se necesita en la producción mundial de alimentos deberá lograrse, en consecuencia, mediante la intensificación de las prácticas agropecuarias y la obtención de mayores rendimientos, y será preciso hacerlo de forma sostenible.
¿Cómo puede potenciarse la producción agrícola?
Los datos mundiales de rendimientos de los cultivos indican que, en algunas regiones, muchas variedades producen tan solo del 30% al 35% del rendimiento que podría alcanzarse desde el punto de vista agroecológico.2 En países con climas y potencial de producción agrícola comparables, los rendimientos medios pueden diferir hasta en un 100%, principalmente porque en algunos los ingresos agrícolas son insuficientes para costear insumos como fertilizantes, productos fitosanitarios e infraestructuras, necesarios para aumentar la producción.
Una mayor disponibilidad de recursos económicos para estos insumos impulsaría la producción con relativa rapidez, especialmente en países con estructuras agrícolas desarrolladas.3 Sin embargo, en muchas regiones, ni siquiera los altos precios en la explotación alcanzados en 2008 y 2010 bastaron para estimular el aumento de la inversión agrícola. Los precios en la explotación deberán duplicarse en términos reales para garantizar un crecimiento sostenible de la producción agrícola que ofrezca seguridad alimentaria en el futuro. La solución, sin embargo, no es fácil, y los países importadores netos de alimentos o con un sector agrícola relativamente subdesarrollado quizá deban recurrir a otras políticas.
Los agricultores aumentarán la producción si les resulta rentable. El 70% de los pobres del mundo son agricultores o trabajadores agrícolas, y el aumento de los precios agrícolas les ayudará a salir de la pobreza a medio plazo. Un sector agrícola económicamente viable, en el que los productores obtienen precios más altos y comienzan a invertir en servicios agrícolas, supone un impulso para la economía en su conjunto.
Los responsables de las políticas agrícolas se enfrentan al reto crucial de mantener una trayectoria equilibrada para reducir al mínimo la volatilidad de los mercados agrícolas. Los bajos precios de mercado por un exceso de oferta son una amenaza para la agricultura, pero los altos precios resultantes de la escasez de alimentos constituyen una amenaza para la estabilidad social. Para acometer esta tarea es fundamental adoptar soluciones inteligentes y pragmáticas adaptadas a las circunstancias particulares de cada país.
La innovación ante la finitud de los recursos y el cambio climático
La energía y los fertilizantes empleados en la agricultura moderna dependen de los combustibles fósiles. Dado el carácter finito de estos recursos, el único modo de aumentar los rendimientos es fomentar la eficiencia por medio de la innovación.
Resulta crucial, por ejemplo, encontrar alternativas eficaces a los combustibles fósiles. No hay vuelta de hoja: en el futuro, la agricultura deberá producir su propia energía. Uno de los mayores retos radica en potenciar la eficiencia energética de los biocombustibles para que lleguen a ser una alternativa atractiva a los combustibles fósiles en los sistemas de uso intensivo de insumos y a los animales de tiro en los sistemas agrícolas de bajo consumo de insumos o de subsistencia.
Otras áreas clave de innovación son el aumento de la eficiencia en la aplicación y el uso de fertilizantes nitrogenados y fosfatados,4 y el reciclaje eficiente de los residuos ricos en estas sustancias. Otra posible forma de intensificar la producción es la rotación de cultivos mediante sistemas en los que se combina la producción de abono vegetal y la fijación biológica de nitrógeno. Este tipo de soluciones biotecnológicas ayudarán a garantizar la seguridad alimentaria y contribuirán a mitigar los efectos del cambio climático y a adaptarse a ellos a más largo plazo.
El cambio climático probablemente agravará los problemas de la agricultura: a medida que diferentes regiones se hacen más secas o más húmedas y menos aptas para las prácticas agrícolas establecidas, es posible que las condiciones climáticas se hagan más imprevisibles, aparezcan nuevas plagas de cultivos y enfermedades animales y aumenten los factores de estrés biótico y abiótico que afectan a las plantas.
La agricultura de secano, que se practica
respectivamente en el 96%, el 87% y el 61%
de las tierras cultivadas en el África subsahariana,
América del Sur y Asia, será la más afectada
por el cambio climático. Si no se logra
mantener la estabilidad de la producción, la
población se verá obligada a emigrar.
(Foto: FAO/Giulio Napolitano)
En este contexto, el fitomejoramiento será cada vez importante para asegurar la adaptación de los cultivos a condiciones medioambientales más rigurosas. También será necesaria una mayor eficiencia en la producción animal para aumentar los índices de transformación de piensos, aprovechar de forma eficaz los nutrientes de las aguas residuales y reducir las emisiones de metano. La innovación es la clave del progreso en todos estos ámbitos.
Los fitomejoradores han cosechado éxitos considerables en el incremento de la productividad de los principales cultivos. Desde 1960, sus rendimientos han aumentado un 77% a nivel mundial, y un 70% en los países en desarrollo. Los mejores sistemas de gestión del suelo y de rotación de cultivos, la fertilización y las medidas fitosanitarias han ayudado a explotar el potencial genético de las nuevas variedades obtenidas mediante fitomejoramiento.
Para mantener la producción agrícola será también preciso que los fitomejoradores reconsideren las ventajas de cultivos a los que actualmente se da una importancia menor pero pueden adecuarse bien a la producción de biomasa. Por ejemplo, todavía no se ha explotado al máximo el potencial genético natural del maíz. Por su elevada productividad, es un cultivo apreciado como alimento o para su transformación en piensos o biocombustibles, pero esta gran demanda ha propiciado monocultivos de maíz cada vez más vulnerables a plagas y enfermedades. La atención preponderante a la mejora del maíz en el pasado ha restado atención a la exploración del potencial genético de otros cultivos para la producción de bioenergía.
Los cultivos modificados genéticamente y la mejora SMART5 desempeñarán un papel clave en la aceleración del fitomejoramiento, por un lado, y por otro lado en la adaptación de las plantas a una mayor tolerancia al estrés biótico o abiótico y su cultivo en suelos marginales.
Es trascendental para la seguridad alimentaria contar con mejores variedades, semillas y materiales de multiplicación sanos, sistemas sanitarios y fitosanitarios operativos, sistemas agrícolas y de control de plagas eficaces, el uso de fertilizantes y personal agrícola formado. Para mejorar la seguridad alimentaria también es preciso disponer de marcos eficaces de reglamentación de la agricultura en ámbitos como la gestión del suelo y de los recursos hídricos, la protección de las obtenciones vegetales, la tenencia de la tierra, la intervención en los mercados mediante el almacenamiento de existencias por el sector público, la rastreabilidad y las indicaciones geográficas, entre otras medidas. Conforme la población mundial se acerque a su valor máximo, se materialice el efecto del cambio climático y las cuestiones relativas a la seguridad alimentaria ganen terreno en el discurso político, los gobiernos podrán verse obligados también a revisar la reglamentación internacional del comercio y las medidas de apoyo.
Cuestiones relativas a la propiedad intelectual
Para poder garantizar el suministro mundial de alimentos es necesario potenciar la investigación y los incentivos al desarrollo de soluciones agrícolas innovadoras. Un factor clave para la innovación es la posibilidad de generar ingresos de los derechos de P.I. En el ámbito de la agricultura, son particularmente importantes la legislación sobre patentes, los derechos de protección de variedades vegetales (derechos de obtentor) y los derechos sobre los recursos genéticos.6
Para garantizar la seguridad alimentaria mundial, las innovaciones agrícolas deben ser asequibles y los agricultores necesitan un incentivo para adoptarlas; en resumidas cuentas, el beneficio económico derivado del uso de estas tecnologías debe ser superior a su costo. Si bien algunos analistas argumentan que esto no se traduce necesariamente en un alza de los precios por unidad de producto agrícola, parece claro que si los ingresos de los agricultores no aumentan en términos reales, no podrán pagar las nuevas tecnologías y nuevas variedades que se requieren para potenciar la productividad agrícola. Si los precios en la explotación se estancan, la cuestión del acceso a estas tecnologías será probablemente objeto de intenso debate público.
También es probable que el aumento de la inseguridad alimentaria aliente los debates sobre la concesión de patentes de semillas y los llamamientos en pro de la adopción de disposiciones relativas a las licencias obligatorias similares a las establecidas para abordar las crisis de salud pública. Asimismo, podrán generarse debates similares en torno a los productos fitosanitarios.
En todo debate sobre las semillas habrá de tenerse en cuenta el sistema de la UPOV7 y las opciones de flexibilidad que contempla en forma de excepciones relativas al derecho de obtentor8. Una de ellas, consistente en usar variedades protegidas para la obtención de nuevas variedades sin la autorización del titular de los derechos, acelera la mejora y la innovación. Ahora bien, el llamado «privilegio del agricultor» que los miembros de la UPOV pueden introducir, si lo desean, en su legislación nacional, puede ser un arma de doble filo. Aunque parece razonable que se autorice a los pequeños agricultores a utilizar semillas producidas en su propia explotación sin pagar una tasa por la licencia, la aplicación excesiva de esta excepción puede perjudicar gravemente a los fitomejoradores y limitar su capacidad de desarrollar variedades adaptadas a las condiciones locales. Si bien no será fácil, los responsables de las políticas agrícolas deberán encontrar el equilibrio adecuado.
El Tratado Internacional sobre los Recursos Fitogenéticos para la Alimentación y la Agricultura (ITPGR) introduce una perspectiva importante acerca de esta cuestión. Mediante él se pretende establecer un equilibrio concreto entre el acceso a la biodiversidad para potenciar la innovación y el reparto de los beneficios para recompensar a los agricultores por la conservación y la gestión de tal biodiversidad en sus explotaciones. La meta principal del ITPGR es «facilitar el intercambio de semillas y otros tipos de germoplasma para la investigación, la mejora y el desarrollo de los cultivos».9 En esencia, crea un acervo (banco) genético multilateral. Los creadores de productos comerciales que incorporan los recursos fitogenéticos de este acervo deben pagar un porcentaje de sus beneficios a un fondo destinado a fomentar la conservación y utilización sostenible de los recursos fitogenéticos, salvo cuando tales productos estén a disposición de otras personas, sin restricciones, para investigación y mejoramiento ulteriores (p. ej., las obtenciones vegetales protegidas en el marco de la UPOV). En ese caso, se recomienda realizar un pago voluntario. La viabilidad económica del sistema depende de la capacidad de las entidades privadas de crear y comercializar productos derivados de los materiales del banco. En resumen, el ITPGR tiene por finalidad gestionar la P.I. asociada a un conjunto definido de recursos genéticos resultante de una combinación de innovación colectiva e individual para conservar un bien común.
Toda insistencia es poca acerca de la importancia de ofrecer incentivos para desarrollar nuevas tecnologías innovadoras que nos permitan abordar el problema de la inseguridad alimentaria en un contexto de cambio climático y rápido crecimiento demográfico. El sistema de P.I. desempeñará, sin duda, una función clave en la generación de incentivos que impulsen la innovación necesaria para resolver este problema.
________________________________
1 Ponencia técnica de Jelle Bruinsma en la Foro de Expertos de Alto Nivel sobre cómo alimentar al Mundo en 2050, FAO, Roma, 24 al 26 de junio de 2009
2 Agricultura mundial: hacia los años 2015/2030, capítulo 11, 2003, FAO
3 Grupo de Cairns, Europa Oriental y la Federación de Rusia
4 El nitrógeno, el fósforo y el potasio son esenciales para la producción de alimentos y su calidad.
5 Del inglés Selection with Markers and Advanced Reproductive Technologies (selección con marcadores y tecnologías avanzadas de reproducción).
6 Tratado Internacional sobre los Recursos Fitogenéticos para la Alimentación y la Agricultura; Convenio sobre la Diversidad Biológica.
7 Unión Internacional para la Protección de las Obtenciones Vegetales
8 Art. 15.1)iii) del Convenio de la UPOV de 1991.
9 http://www.fao.org/docrep/007/y5714e/y5714e05.htm
El propósito de OMPI Revista es fomentar los conocimientos del público respecto de la propiedad intelectual y la labor que realiza la OMPI, y no constituye un documento oficial de la Organización. Las denominaciones empleadas en esta publicación y la forma en que aparecen presentados los datos que contiene no entrañan, de parte de la OMPI, juicio alguno sobre la condición jurídica de ninguno de los países, territorios o zonas citados o de sus autoridades, ni respecto de la delimitación de sus fronteras o límites. La presente publicación no refleja el punto de vista de los Estados miembros ni el de la Secretaría de la OMPI. Cualquier mención de empresas o productos concretos no implica en ningún caso que la OMPI los apruebe o recomiende con respecto a otros de naturaleza similar que no se mencionen.