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La OMPI celebra el Día Internacional de las Juezas: Seis juezas del Brasil, la República de Kazajstán, Sudáfrica, los Estados Unidos de América, el Tribunal Unificado de Patentes y Viet Nam reflexionan sobre sus inspiradoras trayectorias en el poder judicial

3 de enero de 2023

El 10 de marzo, con motivo del Día Internacional de las Juezas, la OMPI rinde homenaje a las sobresalientes carreras de las juezas que lideran con su ejemplo y contribuyen activamente a establecer un ecosistema de propiedad intelectual equilibrado y eficaz en todo el mundo.

La OMPI está comprometida con la consecución de la igualdad de género y la diversidad en el mundo de la propiedad intelectual. Ello implica no solo promover un mayor reconocimiento y protección de las mujeres innovadoras y creadoras, sino también fomentar estructuras inclusivas que permitan a las sociedades aprovechar las contribuciones de las mujeres en todos los niveles del ecosistema de PI.

A través del Instituto Judicial de la OMPI, la Organización tiene el privilegio de trabajar con juezas extraordinarias que contribuyen activamente al ámbito de la solución de controversias en materia de propiedad intelectual dentro y fuera de sus jurisdicciones. Desde 2022, la OMPI ha conmemorado este día dando a conocer algunas de sus extraordinarias carreras, y hoy tenemos el privilegio de compartir las inspiradoras historias de seis de ellas.

Jueza Cathy Ann Bencivengo
(Imagen: Cathy Ann Bencivengo)

Cathy Ann Bencivengo

Jueza, Tribunal de Distrito de los Estados Unidos para el Distrito Sur de California, San Diego (Estados Unidos de América)

Mi motivación para emprender la carrera de Derecho se originó en el movimiento feminista de la década de 1970. Mi padre militaba en la política y me instó a dedicarme al servicio público. Quería llegar a ser jueza para servir a la comunidad y contribuir a la esfera jurídica.

El aspecto más desafiante —y gratificante— de ejercer como jueza es la variedad. Como jueza de distrito de los Estados Unidos, entiendo en una diversidad de causas que van desde lo civil a lo penal. La variedad de causas que tengo que atender representa tanto un desafío como un estímulo al intelecto, ya que a medida que trabajo en los casos que se me presentan, debo adaptar mi enfoque mental y en ocasiones emocional. Desde controversias complejas en materia de propiedad intelectual y litigios de origen contractual y laboral hasta causas sobre conspiraciones delictivas e importaciones de medicamentos, mi labor abarca una amplia gama de cuestiones jurídicas y sus efectos en las vidas de las partes. Se trate de imponer condenas de prisión, de examinar controversias sumamente técnicas en materia de patentes o de presidir juicios por jurado, todos los aspectos de mi labor cotidiana plantean exigencias.

Al abordar un casos de propiedad intelectual, dependo en gran medida de los abogados. Si bien conozco la ley y las normas jurídicas, son ellos quienes saben de tecnología. Explicarme las cuestiones esenciales para entender y evaluar el caso es un aspecto clave de su función. Varias veces he explicado a los abogados que aunque no soy una persona con conocimientos medios en la disciplina, deberían considerarme como alguien con aprecio temporal por la técnica y esforzarse por enseñarme de una manera tal que me permita entender el asunto y adoptar una decisión correcta.

La diversidad de jueces es positiva para el sistema, y apoyar a las mujeres que aspiran a ocupar cargos judiciales beneficia a la sociedad en su conjunto. Si bien nuestra presencia en el ámbito de los tribunales federales ha aumentado, el número de juezas de primera instancia en ellos sigue siendo bajo. Para que una persona llegue a una etapa en que su experiencia en el Derecho le permita ser considerada apta para ocupar un cargo como juez de distrito se necesitan años de dedicación a la esfera jurídica. En el caso de muchas mujeres, la oportunidad de progresar y los sacrificios que deben hacer en otros ámbitos, en particular en su vida familiar, siguen planteando un enorme reto.

El mejor consejo que puedo dar a las mujeres que aspiran a ser juezas es que lleguen a lo más alto de la abogacía. Es necesario conocer en profundidad el Derecho y los hechos. Avancen con paso firme y confíen en sí mismas. Adquieran una buena reputación en la comunidad jurídica como líderes de organizaciones que fomenten la igualdad de acceso a la justicia y la cortesía en el ámbito jurídico.

 

Jueza Dinh Ngoc Thu Huong
(Imagen: Mik Nguyen)

Dinh Ngoc Thu Huong

Jueza, Tribunal Popular Superior, Ciudad de Ho Chi Minh (Viet Nam)

El sistema judicial me atrajo porque me atrae la justicia. Desde pequeña me han impresionado las películas en las que los jueces abogan por la justicia para todos. Mi familia me ha apoyado sin reservas para avanzar en mi carrera en el poder judicial. Para mí esa fue una motivación importante, porque ser jueza es lo que más me motiva.

Para ser juez en mi país hay que cumplir numerosos requisitos. Se examinan cuidadosamente la competencia, los conocimientos y las habilidades laborales blandas. El proceso de selección de un buen juez para la sociedad y las personas es sumamente competitivo. Dediqué tiempo y esfuerzo a colaborar con muchos jueces y otros magistrados. A lo largo de mi recorrido, no he dejado de lado mis otras responsabilidades como funcionaria pública.

Mi primera mentora fue la primera jueza con la que trabajé. Ella se interesó en las causas de propiedad intelectual mientras trabajaba en la División de Economía del Tribunal Popular de la Ciudad de Ho Chi Minh, donde se la asignó a resolver una serie de casos sobre el tema. También participó en un foro sobre propiedad intelectual en el Japón y en un curso en la República de Corea. Luego de eso, compartió conmigo su experiencia en resolución de controversias.

Además de ejercer como jueza, ocupo cargos de liderazgo en diversos grupos. Soy presidenta del consejo de administración de mi edificio, vicepresidenta de una asociación de poesía y presidenta de un grupo de mujeres. Todos estos roles han enriquecido mi experiencia profesional en lo referido al liderazgo y la paciencia, y me han enseñado métodos para resolver potenciales controversias.

Las mujeres en general y las juezas en particular podrían enfrentarse al prejuicio de familiares, amigos y el público. Afortunadamente, tengo una familia de mente abierta, que me apoya y que aprecia todas mis capacidades. Recientemente, se han logrado progresos en las leyes sobre la igualdad de género en Viet Nam. Considero que, en mi país, tanto los jueces como las juezas tienen oportunidades similares de ingresar al sistema judicial y expresar su interés en dedicarse a la resolución de controversias en materia de propiedad intelectual.

Insto a las mujeres que aspiran a convertirse en juezas a que participen en foros, talleres y certámenes profesionales para aumentar su conocimiento todos los días. Todos los que sueñan con ser jueces deben aprender de las aptitudes prácticas de muchos otros jueces.

 

Jueza Irina Kalashnikova
(Imagen: Irina Kalashnikova)

Irina Kalashnikova

Jueza, Tribunal Supremo de la República de Kazajstán, Astaná (Kazajstán)

Comencé mi carrera judicial en 1997, tres años después de graduarme de la universidad y tras haber trabajado como asesora jurídica y abogada. En esos años, poco después de que la República de Kazajstán lograra su independencia, había menos obstáculos para ingresar a la profesión judicial. Logré superar la etapa de selección y fui designada jueza de un pequeño tribunal de distrito donde se atendían causas civiles, penales y administrativas. En esa época, no existían tribunales especializados ni especializaciones independientes para jueces. Todos los jueces entendían en todas las categorías de casos. Comencé a especializarme en la esfera de la propiedad intelectual en 2014, cuando ingresé al Tribunal Supremo de la República de Kazajstán.

Gracias a mis referentes y mentores, aprendí a equilibrar mi labor como jueza con el cuidado de mi familia y mis seres queridos. He sido muy afortunada de conocer a muchas juezas maravillosas que compartieron su experiencia y conocimientos conmigo y me brindaron apoyo moral. Hasta el día de hoy recuerdo con cariño a mis colegas de más experiencia, y estoy sumamente agradecida por su actitud hacia mí. Eran juezas, profesionales en sus disciplinas, que estaban totalmente dedicadas a promover la profesión, que no eran indiferentes a los problemas de las personas que recurrían al tribunal para proteger sus derechos, y que contribuyeron en gran medida al establecimiento del sistema judicial de la República de Kazajstán.

El aspecto más satisfactorio de ejercer como jueza es la sensación de haber restaurado la justicia mediante la correcta resolución de una controversia, cuando las partes litigantes quedan satisfechas con la decisión del tribunal. Cuando eso sucede, la parte vencida se da cuenta de que el tribunal ha establecido todas las circunstancias de la controversia, que ha aplicado correctamente las normas de Derecho y que ha actuado de manera imparcial.

Las controversias en materia de propiedad intelectual son la categoría de casos que me resulta más interesante. No es fácil resolver estas controversias, pero eso es lo que las hace interesantes. Al entender en causas de este tipo, es necesario tener un profundo conocimiento no solo del Derecho, sino también de otros aspectos, entre ellos algunos de tipo técnico. Asimismo, deben tenerse en cuenta las normas de Derecho internacional en la esfera de la protección de la propiedad intelectual, que son de aplicación directa. Las dificultades para resolver este tipo de casos surgen cuando es necesario convocar a especialistas sobre determinadas cuestiones y sus conclusiones no son compatibles.

La contribución de la OMPI al avance de la resolución de controversias en materia de propiedad intelectual en la República de Kazajstán ha sido invaluable. La participación en el Foro Anual de la OMPI para Jueces de PI y la comunicación con colegas de otros países son maneras de acceder a una valiosa asistencia práctica para la consolidación de la práctica judicial en las causas de PI, sin dejar de lado la experiencia internacional.

Es importante realizarse no solo como profesional del ámbito judicial, sino también en otros aspectos de la vida, como la familia, los hijos y las aficiones, entre otras cosas. En ocasiones, para las juezas es difícil armonizar todas estas facetas. En mi opinión, los aspectos más desafiantes de la vida de una jueza son prevenir el agotamiento emocional, enfrentarse a los desafíos profesionales, conservar la empatía frente a los problemas de las personas que recurren al sistema judicial para proteger sus derechos, y lidiar con los retos psicoemocionales que plantea la administración de la justicia.                     

Mi consejo para las mujeres que van a elegir una profesión es que adopten un enfoque equilibrado y que prevean los retos, la posible sobrecarga emocional y las limitaciones vinculadas con la profesión judicial y se preparen para hacerles frente. La labor de un juez es maravillosa e interesante, y posibilita la adquisición de conocimientos y habilidades nuevos todos los días. Si bien exige mucha energía emocional y trabajo duro, la profesión judicial permite avanzar hacia el logro de las importantes metas de restaurar la justicia, consolidar el Derecho y mejorar las relaciones sociales. Las insto a que emprendan sin temor una carrera que les permitirá ser útiles a la sociedad y contribuir al desarrollo del Derecho y a la armonía de las relaciones humanas.

 

Jueza Rian Kalden
(Imagen: Rian Kalden)

Rian Kalden

Jueza presidenta de la Sala Segunda del Tribunal de Apelación del Tribunal Unificado de Patentes (Luxemburgo); presidenta de la Junta Asesora de Jueces de la OMPI

Ya en los primeros años de mis estudios, consideraba que el análisis de los argumentos y el proceso decisorio inherentes a la función de un juez eran un ejercicio sumamente desafiante y atractivo. Si bien mi objetivo final siempre ha sido llegar a ser jueza, comencé ejerciendo como abogada en el sector privado. Esto me brindó un fundamento sumamente positivo y valioso para llegar a ser jueza, ya que me hizo consciente de la posición, las tareas y los retos que enfrentan los abogados que comparecen ante un juez. Tras 10 años en el sector privado, comencé mi trayectoria en el poder judicial.  

Cuando ingresé al poder judicial, todos los jueces en el departamento de propiedad intelectual del Tribunal de Distrito de La Haya eran hombres. Creo que esto se debía, en parte, a que las causas sobre patentes se dirimen de forma exclusiva en La Haya. En otros tribunales de distrito sí había juezas que entendían en casos sobre marcas comerciales, diseños y derecho de autor. Podía observarse una división similar entre los abogados: casi no había abogadas especializadas en propiedad intelectual que estuvieran interesadas en los casos sobre patentes. En mi estudio de abogados, fui la única por mucho tiempo. Sin embargo, los tiempos han cambiado. Ahora, tanto en el Tribunal de Distrito como en el Tribunal de Apelaciones hay un equilibrio entre mujeres y hombres que ejercen de jueces de propiedad intelectual. En los Países Bajos, el número de estudiantes mujeres en las universidades técnicas ha aumentado considerablemente en los últimos decenios, si bien siguen siendo la minoría. Creo que las mujeres se han vuelto más independientes y seguras de sí mismas. En las escuelas también se brinda mucho apoyo a las jóvenes para que elijan asignaturas técnicas y finalmente escojan carreras técnicas..

Hallar el equilibrio entre los argumentos y los intereses y resolver los conflictos que plantean las partes sigue siendo el aspecto que más disfruto de mi profesión como jueza. Me gusta mucho participar en paneles de jueces. Los debates pueden ser muy intensos, pero siempre son fructíferos. Los intercambios con las partes y los especialistas durante las audiencias son la mejor parte del trabajo. La sensación de ser independiente e imparcial, sin que ninguna de las partes u otro tipo de intereses te impida aceptar un argumento o analizar la situación desde una perspectiva determinada, es maravillosa. Lo único que importa es llegar a un resultado justo y correcto.

Me considero privilegiada de poder resolver causas sobre patentes. Aunque en las causas de ese tipo la técnica puede plantear un desafío, en realidad es precisamente por eso que me gustan tanto. Siempre son interesantes, tanto por los desafíos jurídicos que a veces plantean —de los cuales aún hay muchos— como por los aspectos técnicos que siempre implican. Es esta combinación lo que hace que cada caso sea distinto e interesante.

Lo más importante es que todas las mujeres que desean llegar a ser juezas no lo duden y crean en sí mismas. Esto es particularmente importante para las que desean ser juezas en la esfera de las patentes. Para entender en causas sobre patentes no hace falta ser Premio Nobel. Basta con tener sensibilidad para las cuestiones técnicas y un interés real por el asunto en litigio. Además, si su aspiración es llegar a ser jueza, mi recomendación es trabajar primero como abogada, sea en el sector privado o en otro ámbito. Es importante ser un miembro activo de la sociedad, saber lo que sucede en el mundo fuera del poder judicial, cuáles son los intereses, cuáles son las reglas del juego. Cuando se llega a ser juez, es más difícil adquirir ese conocimiento y comprensión. La independencia y la imparcialidad son valores sumamente importantes, pero, al mismo tiempo, los jueces no pueden estar al margen de la realidad.

 

Jueza Mahube Molemela
(Imagen: Matumo Molosioa)

Mahube Molemela

Presidenta del Tribunal Supremo de Apelación, Bloemfontein (Sudáfrica)

En retrospectiva, me doy cuenta de que mi recorrido hasta llegar a ser jueza no fue en absoluto directo. Siempre me ha fascinado el Derecho. Aunque mi sueño siempre había sido ser abogada, la realidad con que me enfrenté tras graduarme fue que no encontraba empleo en ninguno de los estudios de abogados de la localidad. Decidí solicitar un puesto de fiscal y rápidamente lo conseguí. Pocos años después, alcancé mi sueño de comenzar a ejercer como abogada. A partir de allí, me desempeñé en la profesión jurídica en una variedad de funciones, entre ellas como docente de Derecho, árbitro e integrante del directorio de varias empresas. Esta variedad de experiencias me resultó muy beneficiosa, y finalmente me designaron jueza 21 años después de ingresar a la profesión jurídica. Y como dice el dicho, el resto es historia.

Tras mi designación ampliamente publicitada como la primera jueza presidenta de la División del Estado Libre y segunda mujer en ocupar ese cargo en el país, recibí muchos mensajes de apoyo de varias asociaciones profesionales y miembros del público. La experiencia fue una lección de humildad y me ayudó a darme cuenta de la confianza que muchas organizaciones y comunidades ponen en el liderazgo femenino. Caí en la cuenta de que muchas mujeres contaban conmigo para que llevara en alto nuestra bandera, y yo no quería decepcionar a mis hermanas. Hice un esfuerzo consciente por marcar la diferencia en los diversos cargos que desempeñé como líder femenino en nuestro tribunal. Creo que mi reciente designación como presidenta del Tribunal Supremo de Apelación constituye un reconocimiento por un trabajo bien hecho en ese sentido. Esto me anima a seguir esforzándome por empoderar a otras mujeres en la búsqueda de la justicia para todos, lo cual, en mi opinión, es el principio rector sobre el que se sustenta el Derecho.

Sin lugar a dudas, uno de los aspectos más gratificantes del ejercicio como jueza es tener la oportunidad de abogar por la justicia, de proteger los derechos de las personas y de contribuir a la resolución justa de las controversias. Además, tener la autoridad de interpretar y aplicar el Derecho de una manera que promueva el bienestar de la sociedad es muy gratificante.

El principal desafío de ejercer como jueza es el nivel de aislamiento social que la labor impone. No alcanza con que el juez sea justo e imparcial; también es importante que se lo perciba como tal. Como jueces, aceptamos que el aislamiento judicial es un aspecto inherente a la función que desempeñamos en la sociedad. Eso implica reducir de manera consciente los vínculos que un juez recién designado pudiera haber mantenido con otros profesionales del Derecho que antes habrían sido sus colegas. Como resultado, durante ese período de ajuste dependemos principalmente del apoyo de nuestros colegas con más experiencia. Por eso, desempeñarse como mentor de un juez recientemente designado es sumamente importante para transmitir los aspectos fundamentales de las técnicas de manejo del estrés y las “herramientas de supervivencia” que se hayan aprendido de los predecesores.

Creo que los prejuicios de género, sutiles en su mayoría, son el principal obstáculo que enfrentan la mayoría de las juezas a nivel mundial. Nosotras, como juezas, estamos comprometidas con la justicia y la igualdad. Sabemos que aumentar el número de juezas en el poder judicial refleja la diversidad de nuestra sociedad. Nuestra lucha como mujeres no debe limitarse a lograr la designación de una sola de nosotras para ocupar un cargo importante en el sistema, mientras que el resto ocupa cargos de menor jerarquía dentro de él. A lo largo de los años, las juezas han hecho hincapié en la importancia de que hombres y mujeres competentes participen en igualdad de condiciones en todas las esferas de la profesión jurídica, algo que, a su vez, aumenta el conjunto de mujeres a partir del cual pueden designarse juezas con las habilidades necesarias.

Las mujeres que desean llegar a ser juezas deben recordar que nada sustituye al trabajo diligente en el poder judicial. Nuestras hermanas que desean acceder a esos cargos deben estar dispuestas a trabajar duro y durante largas jornadas en preparación para los casos, algo que, desafortunadamente, a veces implica priorizar el trabajo por sobre asuntos personales. Regirse por una elevada ética profesional es fundamental.

 

Jueza Márcia Maria Nunes de Barros
(Imagen: Márcia Maria Nunes de Barros)

Márcia Maria Nunes de Barros

Jueza federal, Jueza Federal del 13º Juzgado Federal de Río de Janeiro (Brasil)

Mi inspiración para emprender una carrera como jueza surgió el primer día de clases en la facultad de Derecho. En un momento decisivo, el docente de Introducción a las ciencias del Derecho me miró a los ojos y dijo: “Tú vas a ser jueza”. Nunca me olvidé de esta predicción, y a lo largo de mis años de estudio, la semilla de la posibilidad que él sembró se transformó en una convicción clara. Siempre me impulsó el deseo de marcar una diferencia en la vida de las personas y un profundo sentido de la justicia, la igualdad y el respeto por las diferencias. Estos valores se transformaron en el fundamento de mi decisión de embarcarme en una carrera en el poder judicial.

No fui yo quien eligió dedicarse a la propiedad intelectual; fue la propiedad intelectual la que me eligió a mí. Tras licenciarme en Derecho, trabajé como analista judicial en el Juzgado Federal y como abogada del Tesoro Nacional, además de desempeñarme como defensora pública en la Fiscalía General. Estas experiencias fueron fundamentales para mi aprendizaje práctico del Derecho, y me prepararon para las responsabilidades y los desafíos del poder judicial. En 2001, cuando recién había terminado de especializarme en propiedad intelectual, fui transferida a un juzgado federal dedicado a cuestiones de seguridad social. Esta transición despertó mi interés en esa esfera, lo que me llevó a estudiar y a dedicarme de lleno al tema.

Mi trayecto hacia el poder judicial estuvo repleto de importantes desafíos. El más complejo fue equilibrar la intensa preparación para los exámenes públicos con mis responsabilidades profesionales y personales, algo que representó un reto singular debido a que, cuando ingresé al poder judicial, ya tenía una hija pequeña. Además, enfrentar y superar las barreras de género que existen en el poder judicial en la misma medida que en gran parte de nuestra sociedad ha sido y continúa siendo un reto. Asimismo, llegar a ser juez va más allá de superar un examen; es un proceso continuo de aprendizaje y adaptación. Consciente de estas exigencias, también hace más de una década que me dedico a la formación inicial de jueces nuevos y a la capacitación de formadores específicos para cursos judiciales, haciendo hincapié en las habilidades prácticas que se necesitan para un buen desempeño y en la mejora constante de la función judicial.

A lo largo de mi trayectoria profesional, he tenido importantes referentes y mentores, y creo firmemente en la importancia de la sororidad para superar los desafíos estructurales y avanzar hacia un mundo más equitativo. En el ámbito de la propiedad intelectual, hay dos mujeres increíbles que fueron fundamentales en mi trayectoria: Cláudia Chamas, profesora e investigadora que fue mi tutora durante mi maestría, y Vânia Lindoso, abogada pública jubilada y ex fiscal titular de litigios en el Instituto Nacional de la Propiedad Intelectual (INPI). Ambas demostraron una enorme dedicación al interés público, un aspecto clave en los debates sobre la propiedad intelectual en el Brasil. Son ejemplos de integridad y excelencia profesional. Los vínculos académicos y personales que mantuve con Cláudia y con Vânia no solo me permitieron entender mejor el tema, sino que tuvieron una profunda influencia en mi manera de abordar mi labor y mis responsabilidades como jueza.

Resolver una controversia sobre propiedad intelectual es un proceso meticuloso y multidimensional. Exige examinar en detalle no solo la legislación y los precedentes judiciales, sino también los aspectos técnicos y jurídicos específicos del caso en cuestión. En cada decisión debe hallarse un equilibrio entre los intereses de las partes implicadas y los principios jurídicos aplicables. Además, es fundamental tener en cuenta el interés público, un aspecto de importancia vital en el ámbito de la propiedad intelectual. Por lo tanto, como jueza especializada en propiedad intelectual, me enfrento al desafío constante de velar por los derechos de propiedad intelectual y a la vez asegurarme de que dicha protección no vaya en menoscabo del bienestar colectivo y del progreso tecnológico y económico. Se trata de uno de los matices más complejos y fascinantes de la labor en torno a la propiedad intelectual.

Mi consejo para las mujeres que desean llegar a ser juezas es que crean en su potencial. Se puede ser lo que una quiera, también jueza. Sean diligentes, nunca dejen de aprender y siempre estén dispuestas a crecer como personas y profesionales. Es esencial estar convencidas de su potencial transformador y encontrar mentores y redes de apoyo que las orienten y las respalden cuando enfrenten desafíos. El poder judicial necesita más voces femeninas para ser un reflejo auténtico de la diversidad y la riqueza de nuestra sociedad. Ustedes tienen el poder de contribuir activamente a reducir los estereotipos de género y las desigualdades estructurales, a fin de avanzar hacia una sociedad más justa y equitativa. Siempre recuerden que los obstáculos que enfrenten a lo largo del camino no definen sus límites, sino su fortaleza y resiliencia para superarlos.

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