Centro de Intercambios Económicos Internacionales de China (Beijing, 3 de julio de 2009)
Francis Gurry - Director General
En el actual contexto de contracción del crecimiento económico provocad por la crisis económica mundial, vale la pena volver a los principios fundamentales y recordar cuáles son las fuerzas motrices del crecimiento económico. Hace ahora cincuenta años largos que se constató que no es posible explicar el crecimiento económico recurriendo exclusivamente a los tradicionales factores de producción de la tierra, el trabajo y el capital, pues hay un importante factor residual del crecimiento que se debe atribuir al aumento de la productividad impulsado por el progreso técnico o innovación.
En general, esa idea fue un acicate para que en todo el mundo aumentara notablemente la inversión en las labores de investigación y en la infraestructura de los conocimientos. En la actualidad el presupuesto que dedican anualmente a las investigaciones todos los países supera la cifra de un billón de dólares estadounidenses. De todos modos, se ha podido comprobar que, si bien la inversión en la creación de nuevos conocimientos es una condición necesaria de la creación de puestos de trabajo, del crecimiento y de la competitividad, no es suficiente. En efecto, no basta con tener conocimientos, pues, además, se deben sentar las condiciones para comercializarlos.
La propiedad intelectual es uno de los mecanismos indispensables gracias a los cuales los conocimientos se pueden plasmar en bienes comerciales. Los derechos de propiedad intelectual crean condiciones seguras para que se invierta en la innovación y constituyen un marco jurídico para comerciar con los bienes de propiedad intelectual. Cuando se examinan las estrategias para superar la crisis económica y para lograr una expansión sostenible tras la crisis, conviene dar preferencia a la inversión que se destina a crear nuevos conocimientos y a mantener un sólido sistema de propiedad intelectual que asegure el adecuado equilibrio entre las necesidades y los intereses de los productores de conocimientos, los inversores y la sociedad.
Si bien es pronto aún para ver con claridad lo que ocurre en el mundo de la propiedad intelectual a raíz de la crisis, los datos preliminares indican fenómenos interesantes. La historia enseña que la demanda de los derechos de propiedad intelectual decae en las épocas de recesión y depresión. Por ejemplo, en la Gran Depresión, en los Estados Unidos de América, las solicitudes de patentes registraron una caída de 37 por ciento entre 1929 y 1933, y hubo que esperar hasta el año 1965 para que el número de solicitudes superara a las que se presentaron en 1929. El panorama de la situación no presenta contornos claros y lineales, aunque a grandes rasgos se podrían apreciar tres diferencias. La primera es que la actividad de patentamiento no presenta las mismas formas en el ámbito nacional y en la esfera internacional. En efecto, si bien las solicitudes nacionales de patente disminuyen, por ejemplo, en el Japón y el Reino Unido, crece el número de las solicitudes internacionales correspondientes a dichos países, lo cual pone de manifiesto, por un lado, la mayor influencia de la mundialización y, por el otro, que las empresas tienen mejor criterio a la hora de decidir el lugar y el modo de patentar las invenciones. En segundo término, también se aprecian notorias diferencias en la actividad de patentamiento a lo largo y ancho del planeta. En el año en curso, las solicitudes internacionales de patente correspondientes a los Estados Unidos de América se redujeron en 14 por ciento, mientras que las de China registraron un crecimiento de 19 por ciento, de lo cual se desprende que la crisis no aqueja del mismo modo a la innovación. En tercer lugar, las repercusiones de la crisis tampoco son iguales para los distintos ramos de actividad, dado que es dable esperar, por ejemplo, que el sistema de patentes sea utilizado mucho menos por la industria del automóvil, que es una de las que suele presentar gran número de solicitudes de patente. La crisis acarrea tanto amenazas como oportunidades y podría hacer que surjan nuevas formas de realizar la actividad innovadora, dependiendo de la salud económica de las industrias y los países y de la disponibilidad de crédito para emprender actividades que entrañan riesgos.
La mayor oportunidad para la innovación radica quizás en el campo de las tecnologías limpias y las fuentes de energía sustitutivas. Si, en el futuro, el uso de las tecnologías que reducen las emisiones de carbono ha de repercutir en el costo de dichas tecnologías, nos encontraríamos en la situación de tener que renovar por completo la masa de capital, igual que si ese capital hubiera sido destruido por una catástrofe. La transición a las tecnologías limpias y a las fuentes de energía sustitutivas se llevará a cabo. Lo que no está claro todavía, como en el caso de la crisis económica, es la duración de la transición, si serán cinco o cincuenta años. Los derechos de propiedad intelectual tienen que ver con dicha transición pues, igual que las medidas tributarias, pueden ser utilizados para fomentar la actividad innovadora. A ese respecto se han dado los primeros pasos en varios países en los que se han instaurado procedimientos de carácter abreviado para tramitar las solicitudes de patentes correspondientes a los ramos de las tecnologías limpias y las energías sustitutivas.
La crisis económica se ha desatado en momentos en que el mundo de la propiedad intelectual vive grandes transformaciones. El mayor valor que adquieren los bienes inmateriales en la economía del conocimiento explica que la demanda de derechos de propiedad intelectual haya alcanzado picos inusitados en los años previos a la crisis, en los cuales se han presentado anualmente 1,7 millones de solicitudes de patentes, lo cual agrava el problema del atraso en la tramitación de las solicitudes. La geografía de la producción de tecnología cambia rápidamente, y ahora el 26 por ciento anual de las solicitudes internacionales de patente procede del Asia Nororiental (el Japón, la República de Corea y China), y esa cifra no cesa de crecer. Las universidades y los institutos de investigación recurren habitualmente al sistema de propiedad intelectual, que ya no es el coto cerrado de la industria. La innovación colectiva está muy difundida y gracias a ella ha sido posible acrecentar mucho más la colaboración en seno del mundo económico y en el plano internacional en lo que se refiere a las labores de investigación y de comercialización. Se ha suscitado una amplia polémica en la esfera internacional sobre la cuestión del equilibrio entre los derechos de los titulares de la propiedad intelectual y el beneficio social de los nuevos conocimientos, y también se debate la cuestión de la justicia distributiva.
En el contexto de la crisis económica internacional es imperioso atender cuidadosamente esas demandas a que está sometido el sistema de propiedad intelectual, y a la hora de idear soluciones no se podrán olvidar las tensiones políticas y de funcionamiento que se ejercen sobre el sistema. Por otra parte, dichas soluciones se deberán plasmar en estrategias para hacer que la propiedad intelectual constituya un mecanismo equilibrado y útil para propiciar mejores condiciones que impulsen el crecimiento económico y la transición a la economía “verde”.