Marrakech, 17 a 28 de junio de 2013
Discurso de clausura Francis Gurry, Director General, Organización Mundial de la Propiedad Intelectual
Su Excelencia, Sr. Mustapha Khalfi, Ministro de Comunicaciones,
Excelentísimos Señores Ministros,
Distinguidos Delegados,
Es un gran honor poder dirigirme a ustedes con motivo del extraordinario evento que supone la firma del Tratado de Marrakech para Facilitar a las Personas Ciegas, con Discapacidad Visual o con otras Dificultades para Acceder al Texto Impreso el Acceso a las Obras Publicadas.
Hablo en nombre de todo el personal de la OMPI al afirmar que nos sentimos todos orgullosos de formar parte y estar al servicio de una organización cuyos miembros han sido capaces de adoptar ese Tratado. Es un tratado excelente que tendrá una incidencia positiva y concreta en el problema que nos llevó a todos aquí, a Marrakech, a saber, la escasez de libros que afecta a más de 300 millones de personas con discapacidad visual, la mayoría de las cuales vive en países en desarrollo, y que hasta ahora carecían de acceso a más del 90% de las obras publicadas. El Tratado es un marco para responder a ese problema, un marco sencillo, viable y eficaz, y responde así a las características a las que los beneficiarios del Tratado, que son las personas con discapacidad visual, aspiraban a lo largo de todo el proceso de negociación. Además, al constituir ese marco propicio, el tratado respeta la estructura del sistema internacional de derecho de autor y logra así lo que tantas delegaciones han definido como un equilibrio justo.
Ese notable resultado ha sido alcanzado en un entorno en el que el multilateralismo se caracteriza cada vez más por la gran variedad de instancias y métodos que concurren para el logro de los resultados que incumbía originalmente a las organizaciones internacionales. Se pone así en evidencia que, a pesar de los problemas, un sólido proceso multilateral es un método mejor que los demás por la legitimidad y universalidad que confiere a sus resultados. Pero, por desgracia, los procesos multilaterales sólidos se han vuelto, en cierto modo, un fenómeno raro. En la OMPI tenemos la buena suerte de que los Estados miembros hayan participado en dos procesos de esa índole durante dos años consecutivos, en Beijing, en 2012 y ahora en Marrakech en 2013. Merece la pena reflexionar sobre cómo han logrado todo eso.
Sin lugar a dudas, una de las condiciones del éxito es la existencia de un problema claramente articulado, específico y manejable que necesita ser solucionado a nivel internacional y acerca del cual los Estados miembros han llegado a un consenso en cuanto a la necesidad de actuar. El año pasado, hubo consenso en relación con la injusticia que suponía la exclusión de los actores y de las interpretaciones y ejecuciones audiovisuales del marco internacional de derecho de autor. Este año, la voluntad política se ha centrado en torno al problema de que las personas con discapacidad visual gocen plenamente de nuestra cultura literaria, que para muchos de nosotros comienza con los magníficos relatos de un autor ciego, Homero.
No hay duda que otras de las condiciones del éxito es el compromiso y la determinación de que han dado prueba los Estados miembros. Y permítanme que vaya más allá y diga que hoy, ese éxito también exige la participación y determinación de todos los sectores de la sociedad directamente afectados por el problema que está sobre el tapete. Ellos son los que aportan la dimensión real del problema al proceso de negociación. En Marrakech, esa participación y determinación han estado presentes en todos los aspectos. Los Estados miembros no han dejado de trabajar ni de día ni de noche. A ese respecto deseo expresar mi admiración por la dedicación de que han dado prueba los negociadores y el facilitador, Sr. Martín Moscoso. Pero todos ellos necesitaban también contar con el apoyo de los demás Estados miembros que aquí en Marrakech no han dejado de movilizarse, aun cuando lo hayan hecho a distancia de las salas de reunión. Análogamente, los beneficiarios y los titulares de derechos han participado y se han pronunciado plena y constantemente en el proceso conducente al Tratado.
Pero el compromiso y la determinación no bastan si no van acompañados de la capacidad de escuchar y comprender la postura y los intereses de la otra parte. Y esa ha sido, sin duda la extraordinaria receta de Marrakech, que es la razón por la que hoy contamos con un tratado con el que se alcanza un equilibrio justo.
En mi opinión, la profesionalidad y neutralidad con que la Secretaría ha facilitado los debates entre los Estados miembros, contribuyendo a transmitir información a las demás partes interesadas, ha sido también un elemento clave del éxito. Doy las gracias a las Delegaciones (creo que han sido todas), que han elogiado a mis colegas por la profesionalidad de que han dado prueba. Considero que mis colegas han realizado una labor extraordinaria, y entre ellos deseo incluir a nuestros intérpretes, que también han hecho un trabajo fantástico.
Por último, aunque no menos importante la negociación no ha tenido lugar en un vacío. Se ha celebrado en la preciosa ciudad de Marrakech, que se distingue por su legado cultural y su espiritualidad. Nuestros anfitriones marroquíes nos han recibido de forma extraordinaria. Deseo dejar constancia de nuestro agradecimiento a Su Majestad el Rey Mohamed VI por su mensaje de aliento. Extiendo también mi agradecimiento al Excelentísimo Ministro Mustapha Khalfi, por la habilidad con que ha llevado a buen puerto los trabajos. Expreso, además, mi agradecimiento al Excelentísimo Embajador Omar Filale, por la atención y dedicación de que ha dado prueba constantemente. Doy gracias a todos nuestros anfitriones, al encantador, cálido y amable pueblo de Marruecos. Ha sido un privilegio estar aquí con ustedes.
Como muchos de ustedes han observado, el Tratado no es sino un primer paso para solucionar el problema que nos comprometimos a resolver. Constituye un marco propicio que ahora debe concretarse. Ese proceso comienza con la firma del Tratado, continúa con la ratificación y después con el establecimiento de sistemas prácticos que permitan llevar a todas partes del mundo y a los beneficiarios que lo necesitan, obras en formato accesible. Les aseguro que pueden contar con la determinación de todo el personal de la OMPI para traducir en hechos concretos la voluntad política que con tanta elocuencia han expresado los Estados miembros en el Tratado que acaba de ser adoptado.
Permítanme que concluya haciendo un llamamiento a los Estados miembros para trasladar el espíritu de Marrakech a Ginebra y reflejarlo en el futuro programa de trabajo normativo de la OMPI. En nuestro orden del día hay puntos que podemos transformar en un problema claramente articulado, específico y manejable que se aborde en el plano internacional y acerca del cual, los Estados miembros pueden llegar a un consenso para actuar. Pero partiendo de que así sea, también necesitaremos los demás elementos que han hecho posible el éxito logrado aquí y que se describe mejor como espíritu de Marrakech.