Beijing, 18 y 19 de noviembre de 2010
Discurso inaugural
Francis Gurry, Director General de la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual
Excelentísimo Señor Ministro Liu Binjie, Director de la Administración Nacional de Derecho de Autor de China:
Excelentísimos Señores:
Distinguidos invitados:
Tengo el sumo honor y el placer de hallarme presente en la dinámica ciudad de Beijing junto con el Ministro Liu Binjie en la ceremonia inaugural de este trascendente acto, que se titula “La música: los sonidos del futuro”. Me siento sumamente honrado de que la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI) tenga nuevamente el privilegio de colaborar con la Administración Nacional de Derecho de Autor de China, a la cual deseo expresar mi gratitud por dar acogida al presente Foro.
Pocas actividades son tan fundamentales para la especie humana como la música, que ocupa un lugar de primera importancia en todas las culturas y que brota espontáneamente del niño. Es, quizás, tan fundamental para nuestra especie como el lenguaje, pues, en efecto, hace cientos de años que se debate acaloradamente sobre cuál de ambos es el fundamento del otro: si el lenguaje nació de la música, como sostenía Darwin, o si la música procede del discurso melodioso.
Pese a la primacía que posee y a su importancia fundamental para la existencia del ser humano, la música pierde terreno, si la consideramos desde el ángulo de la actividad económica. Según se calcula, en el año 2009, el mercado mundial de la actividad del espectáculo y de la prensa registró una facturación de 1,32 billones de dólares estadounidenses, aunque, de ese mercado, a las grabaciones musicales corresponde apenas el 1,9%, esto es, 30.000 millones de la divisa citada. Si bien la música constituye una pasión y una distracción muy apreciada para un público cada vez más numeroso, a quien acompaña en tantos aspectos de la vida cotidiana gracias a los auriculares y artilugios semejantes, el valor económico del mercado musical sufre una merma.
La causa de esa merma es de sobra conocida: la técnica digital, con la cual se logra una imitación perfecta, e Internet, con su poder de distribución, han conmovido los cimientos del mundo de la música. No es la primera vez que el progreso técnico afecta a la música, pues la aparición de la imprenta, y la consiguiente posibilidad de publicar las composiciones, aumentó su público de forma sucesiva, y luego, las grabaciones permitieron que la música llegara a todos los públicos, pero los adelantos técnicos de nuestros días son los que más problemas acarrean. Hay pruebas de que se están adaptando los modelos operativos, pero sin la prontitud necesaria para conservar el mercado. Si bien se vende más música en formato digital, ese aumento no basta para compensar el descenso de las ventas en soporte físico, con lo cual el mercado en general se estrecha.
¿Cómo se presenta el futuro? En todo el mundo se ponen a prueban distintas medidas que influirán en la respuesta a la pregunta; algunas son de carácter legislativo y apuntan a encarar el fenómeno de la piratería desenfrenada, la descarga ilícita de obras, por la vía de sancionar con más severidad al consumidor infractor y de establecer la responsabilidad del intermediario. En otros casos son concebidas nuevas formas de explotar las cadenas de valor del medio digital con la esperanza de fomentar el tráfico lícito de los archivos de obras musicales que se difunden por Internet. Sin restar la importancia de los criterios expuestos, deseo señalar que hay una condición implícita que se deberá cumplir para que esas medidas puedan surtir efectos reales: esa condición implícita es que la forma jurídica de explotar las obras que se difunden por medio de Internet se debe ajustar a las expectativas de las partes interesadas del mundo digital.
Ese tipo de expectativas del mundo digital son creadas por la propia técnica, y se trata, muy sencillamente, de las expectativas de contar con un mercado internacional, un espacio en el que los compositores, los artistas intérpretes y ejecutantes y las empresas del ramo musical puedan aspirar a un público de todo el planeta, en el cual los consumidores puedan aspirar a tener un repertorio mundial y en el cual las transacciones necesarias para lograr todo ello sean rápidas y sencillas, o incluso automáticas. Por distintas causas históricas, no es posible realizar dichas transacciones de forma sencilla, pues tanto el territorio como la división de los derechos sobre las obras musicales según la contribución respectiva de quienes crean la obra sonora que se pone en el comercio conspiran en contra de la simplicidad y la diligencia. Pero a los consumidores que compran en el medio digital no les interesa ni el territorio ni las diversas contribuciones que dan por resultado la obra musical. En efecto, el propio progreso técnico los estimula a ver las cosas de forma distinta y, en consecuencia, sopesan el hecho de que pueden disponer de inmediato de la música, prescindiendo de donde proceda, y disfrutar del sonido, sin importarles quienes sean sus creadores.
Dado que la forma jurídica de explotar la obra musical no casa con las expectativas de los actores del mundo de Internet, se exacerba el problema de la piratería, pues son los caminos ilícitos los que permiten colmar más fácilmente las expectativas de los consumidores. Poner en sintonía ambos elementos obligará a instaurar un sistema mundial sencillo y rápido de concesión de licencias, cuyo primer requisito es una base de datos mundial con todos los repertorios gracias a la cual se puedan solicitar y conceder las licencias respectivas. Ha llegado el momento de materializar esa base de datos mundial de repertorios, pues constituye la piedra angular de la infraestructura mundial en que se asientan la economía y la sociedad de la era digital. Ahora se trata de trabajar para plasmar la idea de forma concreta.
No es tarea fácil plasmar la idea de la base de datos mundial de repertorios. Para que haya alguna posibilidad de que fructifique la idea, entiendo que la base de datos mundial de repertorios debe ser un bien público mundial, fruto de la participación voluntaria y que esté a disposición de todos, pues así se conseguirá poner en práctica los nuevos canales de distribución comercial para la gestión o explotación de los derechos. Todos los sectores de la industria musical deberán apoyar la idea y, además, se dotará a la base de datos de una estructura de gobernanza en la que se tengan presentes los intereses tanto públicos como privados a los que prestará servicio.
El Foro Internacional nos brinda a todos la magnífica oportunidad de imaginar el futuro de la estructura económica y la organización social de la música. Quiero manifestarles que aguardo con sumo interés el momento de escuchar las ideas de los numerosos oradores avezados y talentosos aquí presentes, a quienes agradezco su participación. Asimismo deseo expresar nuevamente que la OMPI tiene sumo agrado en que el Foro se celebre en Beijing, en colaboración con la Administración Nacional de Derecho de Autor de China, y tampoco quiero dejar de agradecer a nuestros huéspedes no solo la excelente organización del presente Foro, sino también el estupendo programa de actividades paralelas que se llevarán a cabo. Aguardo con ansias, muy especialmente, el momento de ver y escuchar a los notables artistas cuyas actuaciones, a no dudarlo, nos permitirán recordar la gran importancia de que imaginemos bien el futuro.