Ginebra, 29 de marzo de 2011
Francis Gurry, Director General de la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual
Señor Presidente, muchísimas gracias.
Excelentísimos Señores Ministros:
Excelentísimos Señores Embajadores:
Distinguidos Huéspedes:
Muy buenos días tengan todos ustedes. Es para mí un altísimo privilegio tener la posibilidad de dirigirme a ustedes en la mañana de hoy. Desearía hacer extensivo el agradecimiento a la Comisión y, en particular, a su Secretario Ejecutivo, Jan Kubiš, por brindarme la presente oportunidad. La Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI) está muy orgullosa de la colaboración con la Comisión Económica para Europa, y sobre esa colaboración me extenderé dentro de poco.
Quiero hablarles esta mañana del tema general de la innovación. Numerosos gobernantes de estatura mundial han defendido que la innovación es la vía para superar y dejar atrás la crisis económica mundial. Por ejemplo, podría citar varios discursos pronunciados por el Presidente Obama sobre el particular, así como el discurso del Presidente Medvedev en la inauguración del Foro Económico Mundial de Davos de este año, el cual giró en torno a la innovación y su utilidad.
La innovación es imprescindible para el crecimiento económico y para la creación de más y mejores puestos de trabajo. Es la clave de la competitividad de los países, las industrias y las empresas. Es el medio que brinda soluciones a los problemas económicos y sociales. Es también el instrumento para mejorar la calidad de todos los aspectos de la vida material. Es asimismo la razón por la que tenemos la propiedad intelectual. La innovación y sus numerosas ventajas no se consiguen sin invertir tiempo, esfuerzos y recursos humanos y económicos. La propiedad intelectual brinda el incentivo de esa inversión, pues protege el valor que el capital intelectual añade a la producción. Ese valor es el espacio en el que todos los países quieren competir. Nadie quiere competir en el costo de la mano de obra, y no todos pueden competir en recursos materiales. Por el contrario, el valor que añade el intelecto es un espacio que está a disposición de todos los países. Por esa razón, por ejemplo, el Primer Ministro de China, el señor Wen Jiabao, afirma que la propiedad intelectual será el campo en que se medirán las fuerzas de la competencia en el futuro.
El mundo de la innovación atraviesa un profundo período de transición. Esta mañana desearía destacar dos facetas de esa transición.
La primera es el cambio habido en la geografía de la innovación. Es una transformación espectacular, que hemos podido presenciar particularmente en el curso del último decenio. Resulta ahora que la China es el segundo inversor mundial, en cifras absolutas, en las labores de investigación. En 2008, la China dejó atrás al Reino Unido en lo que respecta al número de solicitudes internacionales de patente presentadas. En 2009, pasó a Francia. Y sobre esa base, que supera ya a la del Reino Unido o a la de Francia, el número de solicitudes internacionales de patente procedentes de la China creció el 56% en 2010. Si se toman las solicitudes de patentes para medir la producción de invenciones, y no es una mala medida, resulta que al Japón, China y Corea corresponde el 32% de la producción mundial de tecnología, mientras que a Europa (la Europa ampliada de la Oficina Europea de Patentes), por ejemplo, le toca el 30% y a los Estados Unidos, el 28%.
Como es lógico, dichas transformaciones corresponden a vastos fenómenos demográficos y económicos. Las estadísticas demográficas y de producción económica revelan la aparición de cambios extraordinarios, que se suceden a gran celeridad. En 1913, el 33% de la población mundial vivía en Europa y América del Norte; en 2003, era solo el 17%; y en 2050, será el 12%1. En lo que respecta a la producción económica, en 1950, Europa y América del Norte detentaban el 68% de la producción mundial; en 2003, esa cifra llegaba al 57%; y se calcula que será del 30% en 20502.
El segundo cambio trascendente que se aprecia en el mundo de la innovación es el surgimiento de los denominados “métodos de innovación colectiva”. Mientras que en buena parte del siglo XX las empresas y las instituciones trabajaban de forma aislada según las propias necesidades de innovación, a comienzos del siglo XXI se puede apreciar que procuran colaborar entre sí para atender esas necesidades. Los cambios acompañan a diversos fenómenos que conlleva la mundialización en la esfera de la educación, la ciencia y la técnica, y en parte son causados por tales fenómenos. Por ejemplo, en los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), se triplicó el número de alumnos extranjeros con respecto al que había en 1985. Las labores de investigación se trasladan al extranjero en todas partes del mundo, y hay diversas medidas de ello. Además, en lo que respecta a la producción científica, es decir, los artículos de carácter científico, el 22% de ellos son escritos por autores de varios países. Es decir, la innovación, y la educación y la ciencia en general, adquieren una extensión internacional desconocida hasta la fecha.
Permítaseme exponer apenas tres observaciones sobre las consecuencias de dichas transformaciones en el campo de la innovación, dada la importancia de ésta para el crecimiento económico, la creación de puestos de trabajo y el bienestar social.
En primer lugar, opino que los cambios mencionados ilustran las ventajas que brindan las estrategias nacionales de innovación. La OMPI siempre insiste en la necesidad de esas estrategias en el marco de las actividades de cooperación para el desarrollo y de fortalecimiento de capacidades y, en particular, la División para Determinados Países de Europa y Asia, a la que compete una región geográfica que a grandes rasgos coincide con la región de la Comisión Económica para Europa procura trabajar con los países al objeto de impulsar estrategias propias de innovación y de propiedad intelectual que se correspondan con las circunstancias, objetivos y prioridades nacionales en el plano económico.
El segundo punto que deseo exponer ante ustedes es que el Estado deberá impulsar una política general de amplio alcance en el campo del conocimiento. La educación es el requisito insoslayable que se debe cumplir antes de abordar la cuestión del comercio de los conocimientos. En ese segundo momento la propiedad intelectual es el mecanismo gracias al cual los conocimientos se pueden plasmar en bienes comerciales. Deseo señalar sobre ello, en particular, la transformación de los fines de la universidad en todo el mundo, pues numerosas instituciones han comenzado a crear sus propias oficinas de transferencia de tecnología o de transferencia de conocimientos. En muchas jurisdicciones se han promulgado leyes para facilitar la transferencia al sector productivo de los conocimientos surgidos en el seno de la Universidad y de otras instituciones de investigación que son sufragadas por el Estado. Las universidades son ahora unos de los principales solicitantes de patentes. Por ejemplo, si se incluye a la Universidad de California en la lista de las solicitudes internacionales de patente presentadas por las empresas y particulares de cada país, el año pasado le habría correspondido el puesto número 22, pues, en efecto, dicha universidad presentó más solicitudes internacionales que 160 países. Las universidades se han convertido en las factorías del saber de la economía del conocimiento.
La cuestión final es que las conexiones y la conectividad revisten, sin duda, importancia primordial en los tiempos que corren. He mencionado las clases de conexiones que surgen con la internacionalización de la educación y de la producción científica y tecnológica. La nueva forma de actividad innovadora que nace en el siglo XXI vuelve imprescindible fomentar esas conexiones, haciendo hincapié particularmente en la cuestión de la integración, que, por lo que imagino, ocupa en buena parte las labores de la Comisión.
Para concluir, si se me permite, desearía reiterar el agradecimiento a la CEPE por la oportunidad de estar aquí esta mañana y asimismo por la muy buena colaboración que existe entre ella y la OMPI. Hemos participado en la labor que la Comisión lleva a cabo en Bishkek, Sochi, Astana y Minsk en el curso de los seis a doce meses últimos y, en el futuro inmediato, hay previstos programas conjuntos en Kirguistán, Serbia y Uzbekistán. Entendemos que esa colaboración ha hecho posible aunar las complementariedades y lograr una muy buena sinergia. La OMPI tiene eso en gran estima y les queda sumamente agradecida.
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1 Jack Goldstone, “The New Population Bomb” (2010) 89 Foreign Affairs 31-43.
2 Ibid