Día Internacional de la Mujer: Mujeres inventoras
“La capacidad de inventar de las mujeres es tan vieja como la sensación de frío o de hambre.” – Jette Sandah, Directora del Museo de la Mujer de Dinamarca.
Las mujeres siempre encuentran una solución para los problemas que se les plantean. Sin embargo, por razones sociales e históricas no se había registrado casi nada hasta hace poco. Los eruditos consideran que Hypatia de Alejandría, matemática egipcia y filósofa de la naturaleza del siglo IV, fue una de las primeras mujeres inventoras conocidas. Hypatia habría inventado varios instrumentos científicos, incluido el astrolabio para hacer medidas astronómicas, y un hidrómetro para medir la gravedad específica de los líquidos. Con ocasión del Día Internacional de la Mujer, celebrado el 8 de marzo, la Revista de la OMPI aborda de manera menos académica la cuestión de las mujeres inventoras.
Muchas de esas mujeres que se destacan por su espíritu inventivo figuran en el libro de Deborah Jaffe, titulado Ingenious Women: From Tincture of Saffron to Flying Machines. Su vívida galería de inventoras y de sus invenciones, que van desde lo fantasioso hasta la impresionante, comienza con la primera patente británica concedida a una mujer, Amye Everard, en 1637, por su tintura de azafrán y esencia de rosas.
Durante siglos, los logros de las mujeres inventoras permanecieron casi totalmente ignorados. Sarah Guppy, de Bristol (Reino Unido), es un buen ejemplo al respecto. En 1811, la Srta. Guppy patentó un método “para los puentes y las vías férreas”, que se basaba en la utilización de pilares o de columnas muy resistentes de las que se podía suspender el puente. Sin embargo, los libros de historia no mencionan su nombre junto al de los famosos ingenieros inventores de puentes suspendidos que la siguieron diez años más tarde. Encontrar los rastros de las mujeres que han hecho invenciones es aún más difícil por el hecho de que, hasta finales del siglo XIX, las mujeres casadas del Reino Unido y de los Estados Unidos de América no tenían derecho jurídicamente a tener una propiedad, incluida la propiedad intelectual. Cuando presentaban una solicitud de patente, tenían que hacerlo en nombre de su marido.
El combate de las mujeres
Cabe mencionar a las mujeres que tuvieron que luchar para proteger su propiedad intelectual de los usurpadores. En 1870, Margaret Knight, de Massachusetts (Estados Unidos de América), obrera de una fábrica de tejidos de algodón, que inventó una máquina para fabricar sacos de papel con fondo plano, ganó una acción judicial contra un hombre que había copiado su diseño y tratado de patentarlo a su nombre. El hombre argumentó ante el tribunal que una mujer no hubiera sido capaz de concebir esa máquina. Su diseño de sacos de papel se utiliza aún en nuestros días.
Una preocupación de protección diferente llevó a Louisa Llewellin, en 1904, a patentar “guantes para la autodefensa de las damas y otros fines”. (La patente no dice cuáles eran esos otros fines.) Diseñado para las mujeres, cada vez más numerosas, que viajaban solas en tren, este guante tenía incorporado entre los dedos garras de acero afiladas, con las que se podían defender contra “los ladrones y otras personas con propósitos diabólicos”.
De la cocina al Kevlar
Como las actividades tradicionales de las mujeres estaban en el hogar, las innovaciones domésticas se multiplicaron, ahorrando a las generaciones siguientes muchas horas de pesadas tareas. Elizabeth Merrell, obrera metalúrgica en Londres, inventó una máquina eléctrica para lavar ropa en 1859, y Josephine Cochran, una máquina para lavar la loza en 1872. Cien años más tarde, Marion Donovan, en Indiana (Estados Unidos de América), inventó el primer pañal desechable. Ante la negativa de los fabricantes de comercializar la invención por razón de su costo, creó su propia fábrica, que vendió más tarde por un millón de dólares EE.UU. Con ese mismo sentido práctico, Mary Anderson inventó el primer limpiaparabrisas mecánico cuando viajaba en un tranvía en Nueva York en 1903: “Un mecanismo sencillo... para quitar nieve, lluvia y aguanieve del parabrisas”. Algunas personas se burlaron de su idea, diciendo que esos limpiaparabrisas distraerían al conductor.
Las mujeres pioneras del siglo XX han desplazado las fronteras de la ciencia y la tecnología. La extraordinaria contribución de Marie Curie en Francia, que fue galardonada con dos premios Nobel, de química y de física, es bien conocida. Pero el hecho de que, en 1942, la atractiva estrella de cine Hedy Lamarr, nacida en Viena (Austria), patentara un sistema revolucionario de control remoto de torpedos con salto de frecuencia, es mucho menos conocido. En aquella época, la armada de los Estados Unidos de América se opuso a la donación de su patente que ella quiso hacer para participar en los esfuerzos de la guerra. Pero esta técnica es actualmente la base del principal instrumento contra las interferencias utilizado en muchos sistemas de defensa nacionales.
El Kevlar® de Stefanie Kwolek ha salvado miles de vidas. (Fotografía cedida por DuPont.)
Una de las más grandes químicas de nuestro tiempo se llama Stephanie Louise Kwolek. Gracias a su extraordinaria apertura de espíritu, al hacer experiencias con polímeros para la empresa DuPont, descubrió en los años 1960 el Kevlar, un extraordinario nuevo material cuyas fibras son cinco veces más fuertes que el acero. El Kevlar es utilizado en una gama de productos, entre otros para chalecos antibalas, y ya ha salvado miles de vidas.
Como ejemplo de jóvenes inventoras contemporáneas, cabe mencionar la estudiante española Cristina Casadevall, de Barcelona. Deseosa de encontrar una utilización para las cáscaras de nuez, hizo experimentos combinando las cáscaras con resina, hasta que consiguió crear un material llamado Ecocarcris. Tras haber rechazado varias ofertas, creó su propia empresa para producir su producto patentado, cuya flexibilidad y las propiedades aislantes apuntan a su utilización en la construcción, reemplazando los paneles de partículas, que son más caros.
“El inventor tiene una mente diferente, una especie de creatividad inherente, una facilidad para resolver los problemas que, según mi opinión, es algo que caracteriza a las mujeres durante toda su vida. Hacen 25 cosas al mismo tiempo, haciendo malabarismos con su vida.” – Deborah Jaffe, pintora, fotógrafa y escritora (Reino Unido).
Sea en el ámbito de la investigación en laboratorios de punta, sea para satisfacer las necesidades de comunidades que viven en lugares alejados, las mujeres inventoras encuentran siempre soluciones innovadoras. De muchas de ellas nunca oiremos hablar, pero Grâce Dotou, de Porto-Novo (Benin), es una digna representante del espíritu de esas mujeres. Preocupada por los sacos de plástico desechables que se acumulaban en su ciudad, la Sra. Dotou inventó una forma de recuperar, cortar en tiras y tejer los sacos, para fabricar artesanías. Enseñó a las niñas y a las mujeres del lugar cómo fabricar y vender esos productos, ayudándolas así a ganar dinero y, al mismo tiempo, a limpiar el medioambiente . La Sra. Dotou fue galardonada, en 2002, con el premio a la erradicación de la pobreza del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), cuando ya había reciclado dos millones de sacos de plástico.
Uno de los grandes logros del siglo XX fue el hecho de que las mujeres pudieran tener acceso a todos los ámbitos de la actividad económica, comercial e intelectual. El desafío con que nos enfrentamos en el siglo XXI es velar por que las mujeres tengan las mismas oportunidades de acceso, de adelanto y de reconocimiento que los hombres. Como organismo especializado de las Naciones Unidas, la OMPI se compromete a luchar por alcanzar esos objetivos.
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