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Charla con la generación digital

Abril de 2007

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“No robaría un coche; tampoco robaría un DVD, pero sí le pediría a un amigo que me prestara uno. ¿Y qué es hoy Internet, sino un gran grupo de amigos que comparten cosas?”, Hussein*, 17 años

Hussein es uno de los chicos de 16‑17 años cuyas opiniones sobre la piratería han dado mucho que pensar a los delegados del Congreso Mundial sobre la lucha contra la falsificación y la piratería de 2007. Un equipo de la OMPI se introdujo, cámara en mano, en un aula de un colegio internacional, presentó a los estudiantes un muestrario de publicidad contra la piratería, y filmó sus reacciones. Como aspecto prioritario del orden del día del Congreso Mundial ‑el del incremento de la toma de conciencia‑, esta grabación pretende mostrar la importancia que tiene comprender la opinión de un público determinado a la hora de diseñar las campañas de divulgación.

Lo que está bien y lo que está mal

Una votación a mano alzada en la clase puso de manifiesto que la descarga ilegal de música es una práctica habitual en este característico grupo de inteligentes muchachos. “¿Por qué ‑se les preguntó‑ unos ciudadanos que cumplen normalmente las leyes no tienen ningún problema en saltárselas en este ámbito específico?” Ciertamente, no era por desconocimiento de la normativa de derecho de autor. Los estudiantes estaban bien informados. Aun así, no tenían la sensación de estar haciendo nada malo. “Comparado con otros delitos, descargarse programas de Internet parece una insignificancia”, señaló Elena. “Naturalmente que sabemos que es ilegal –añadió Harry– pero no es como si, a la primera de cambio, te fueras a encontrar con un policía esperándote”. Tal vez hubieran pensado de distinta forma, admitían los estudiantes, si algún conocido suyo hubiera sido multado o castigado alguna vez por haber hecho descargas ilegales. Pero, tal como están las cosas, no lo ven como un delito que pueda tener consecuencias.
 

¿Y qué pasa con lo que está bien y lo que está mal desde el punto de vista de la ética? Hussein respondió rápidamente expresando un sentimiento generalizado de indignación: “Sí, ¿qué tiene de moral cobrar 25 dólares por un cedé cuya producción cuesta 25 céntimos?” Esto desató una avalancha de invectivas contra la percepción de la avaricia de las empresas ante la que los adolescentes –y muchos artistas– se consideran víctimas inocentes. “Es hipócrita decir que están perdiendo millones debido a las descargas”, se quejó Ayushi. “Las empresas discográficas son una máquina de hacer dinero”.

La explicación del equipo de la OMPI sobre el hecho de que las empresas discográficas emplean sus beneficios para subvencionar a nuevos talentos y a grupos poco rentables no tuvo mucho efecto. Un chico serio de la primera fila trató de hacer ver a sus compañeros “el punto de vista económico. Después de todo, es un negocio, y los negocios tienen que dar dinero”. Pero otros saltaron desde el fondo: “Deberían esforzarse más para convencernos de que queramos pagarlo”. Ricardo defendió que ha llegado el momento de crear nuevos modelos empresariales: “Tendrán que encontrar otras formas de ganar dinero distintas de la de vender cedés, porque impedir que la gente se descargue música ilegalmente es, bueno, enormemente difícil”.

¿Y qué pasa con los artistas?

Y con todo, estos chicos, a quienes les gusta la música, ¿pensarán verdaderamente que hacerse con ella sin pagar es injusto para sus artistas favoritos? El equipo de la OMPI le enseñó a la clase una breve película en la que Amadou, el cantante de Malí famoso en todo el mundo, describe el modo en que la piratería le ha perjudicado. Este vídeo sí que dejó a algunos estudiantes pensativos. “Sí, es verdad que para un artista como éste, con poco dinero, la cosa es distinta”, comentó Lucy. Débora lo comparó con P!nk, una superestrella a la que recientemente le hacían una entrevista: “La oí hablar [sobre la piratería], pero no me interesó lo más mínimo, porque sé lo rica y famosa que es”. Alí señaló lo difícil que es encontrar al tipo de artista adecuado para transmitir mensajes antipiratería: “El problema está en que nunca he oído hablar del tipo de Malí. Para captar nuestra atención, tiene que ser alguien realmente famoso, pero entonces nunca creeríamos que necesitaran el dinero”. 

Ayushi señaló algunas diferencias culturales mediante la descripción de una exitosa campaña en la que famosas estrellas de Bollywood piden al público que no compre devedés piratas. “En la India amamos nuestro cine y a nuestras estrellas cinematográficas. Es algo que nos funciona mucho”, dijo. Otros chicos hicieron alusión a un recorte de prensa sobre una campaña en Hong Kong en la que se utilizaba a boy scouts para informar de casos de piratería. Aunque sea algo que puede funcionar bien en algunas culturas ‑dijo con una sonrisa de disculpa‑, a mí, más que nada, me haría a odiar a los scouts”.

Por su parte, Hussein puso en entredicho la premisa de que descargarse música en Internet sea negativo para los artistas y citó una serie de grupos musicales que habían llegado a ser conocidos gracias al “intercambio” de su música en Internet. Y criticó la hipocresía ‑en su opinión‑ de grupos como el de heavy metal Metallica; “O sea, demandaron a la empresa de software Napster y, sin embargo, si se hicieron famosos fue tan solo por el comercio ilegal de su cinta hace 15 años”. 

Desconectar

Las reacciones de los estudiantes ante los materiales antipiratería que se les mostraron dan a entender que los mensajes pensados para crear inquietud seguramente no tienen efecto alguno. Un póster en el que se sugiere que las ventas de devedés pirateados financian a terroristas fue recibido con incredulidad. Es cierto que un anuncio con música e imágenes dramáticas en el que se equipara la piratería con el robo de coches captó su atención, pero su mensaje no convenció a nadie.

Algunos chicos señalaron que se bombardea tanto a los jóvenes con mensajes y advertencias que tienden a “desconectar”. “Siempre se nos ha dicho: no fuméis, que os pillarán; no hagas esto, que te pillarán… los mensajes ya no tienen ningún efecto sobre nosotros”. Otros opinaron que la prensa objetiva que informa sobre las consecuencias de la piratería resulta más persuasiva que las campañas publicitarias “estrambóticas”. “Dennos simplemente hechos y cifras”.

Irresistible

A fin de cuentas, afirmaron todos, bajarse música de Internet es demasiado fácil, está demasiado al alcance de la mano; es demasiado tentador para resistirse. Un clic del ratón y “lo tienes todo a tu disposición. Miles de canciones con las que puedes hacer lo que quieras”. Y dijo Caitlin: “es verdad que también está la vía legal, pero la ilegal es mucho más sencilla”. Si de verdad quieren parar esto, nos dijeron los chicos, diríjanse a los proveedores de tecnología que nos lo ponen tan fácil y que, si fuera tan malo, aportarían soluciones para evitarlo. “Estas campañas no tendrían que ir dirigidas a nosotros –dijo Ricardo– sino a las empresas que nos dan todas estas oportunidades, que nos inducen a hacer cosas ilegales”.

Esta instantánea de las ideas de los adolescentes sobre la piratería coincidió con las experiencias de muchas de las organizaciones presentes en el Congreso Mundial, que tratan activamente de encontrar soluciones para hacer frente a la piratería, ya sea mediante la sensibilización, las acciones judiciales, la tecnología, o mediante nuevos modelos de negocio. “Me ocupo de este problema siete días a la semana ‑señaló David Benjamin, Jefe del Departamento Antipiratería de la cadena de sellos discográficos Universal Music Group‑ y estos chicos no son más que la punta del iceberg”. Benoît Battistelli, Director General del Instituto Nacional de la Propiedad Industrial de Francia (INPI), instó a los delegados a que no descartaran la adopción de medidas represoras, ya que “rien ne vaut la peur d’un gendarme” (nada puede tanto como el miedo a la policía). Otros, en cambio, manifestaron su firme oposición a la idea de criminalizar a los consumidores.

¿Y una última palabra de los chicos? “La triste realidad de nuestra generación –concluye Ayushi– es que, si es gratis, iremos a por ello”.

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  * Se ha cambiado el nombre de los estudiantes.

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