Un día en la vida del autor de una bitácora de P.I.
Por Jeremy Phillips
Hay muchas maneras de dar a conocer la propiedad intelectual: libros, artículos, seminarios, anuncios, actividades para los jóvenes. Ahora, en Internet, aparecieron también los “diarios personales electrónicos”, conocidos también por el nombre de “cuadernos de bitácora”, “bitácoras” o, simplemente, “blogs”, la palabra inglesa, esos sitios Web que crecen como hongos después de la lluvia. El abogado y profesor británico Dr. Jeremy Phillips es un veterano en este nuevo campo. Fundador de la bitácora IPKat, contribuye habitualmente con otras bitácoras, entre ellas, la Afro-IP, creada hace poco. En este artículo para la Revista de la OMPIreflexiona sobre el nuevo fenómeno de las bitácoras dedicadas a la propiedad intelectual y explica cómo hace para sacarla adelante.
La bitácora constituye un medio rápido, fácil y, por lo general, gratuito de conseguir público. Es un sitio Web casero en el que el autor puede publicar noticias, opiniones, fotografías y cintas de vídeo, que pueden ser vistos por todo el público que hace uso de Internet.
En la bitácora se puede escribir lo que el autor (el blogmaster) quiera, sin sujetarse a regla alguna. Los momentos alegres de las vacaciones, las diatribas políticas y las recetas que más gustan son algunas de las muchas cuestiones sobre las que el ciudadano común se aventura a opinar para el mundo entero. Por tanto, no ha de sorprender que algunos hayan escogido hablar de la propiedad intelectual y, puesto que la bitácora es un asunto personal, no hay cuestión que quede fuera de su ámbito: desde quienes claman enfurecidos contra la piratería que arruina la creatividad y la inversión ajenas hasta quienes vituperan contra la gestión de los derechos digitales o los precios que fijan los grandes sellos fonográficos pasando por los que propugnan que se protejan los conocimientos tradicionales, las indicaciones o datos geográficos y los campeones del código abierto.
De todos modos, cuando se piensa el poco tiempo de que disponen los más afamados abogados entendidos en propiedad intelectual y en la abundancia de doctrina y jurisprudencia, sorprende que hayan aparecido tantas bitácoras sobre esta materia. Quienes abrieron surcos, como The Trademark Blog, de los Estados Unidos, inspiraron a abogados, profesores e incluso funcionarios de las Oficinas de Patentes a dar a conocer sus conocimientos fundados, furiosas diatribas y últimas novedades ante un público lector cada vez más voraz.
Si bien en la mayoría de los casos la bitácora es obra de un único autor que debe hacer malabarismos para atender a múltiples obligaciones, aumenta el número de aquellas que son fruto de un esfuerzo colectivo. Se cuenta ahora con programas informáticos creados expresamente que permiten atender cómodamente las diversas opiniones que llegan, a veces, de diferentes zonas horarias. Por ejemplo, Class 46, que se dedica al Derecho de marcas europeo, es llevada por seis personas que viven en cinco países distintos en una franja que abarca casi 1.900 kilómetros de distancia, mientras que Spicy IP, de la India, que produce una verdadera cascada de noticias y opiniones, se debe a los esfuerzos de ocho profesionales.
¿Puede uno fiarse de lo que dicen?
Los críticos de las bitácoras se quejan de que, mientras que los artículos de las revistas de derecho pasan por los ojos de, al menos, un especialista y los libros son revisados con todo cuidado, en este nuevo medio de difusión no se cumple un control de calidad semejante. No cabe duda de que eso es cierto, pero ocurre que como, por lo general, el lector puede pedir que se publiquen sus propias opiniones, se aprovecha la oportunidad para señalar los errores del autor, responder las preguntas que se plantean en la bitácora y respaldar o rechazar la posición del autor sobre las cuestiones de actualidad. El autor acostumbra a citar las fuentes o incluir el enlace que remite directamente a la fuente de la información.
Otros críticos objetan que el autor de la bitácora suele ser demasiado selectivo, pues le da una importancia excesiva a la polémica sobre el Código Da Vinci si le gusta el resultado, pero hace caso omiso de la cuestión del plagio de Harry Potter si no le gusta. Dichas críticas son erradas, pues en la bitácora se publica lo que el autor quiere dar a conocer. No es una enciclopedia, pues, por ejemplo, puede ocurrir que Patent Baristas decida pasar por alto un hecho que luego es ensalzado por Patentely-O, o al revés.
¿Qué hay que tener?
Preguntarse qué condiciones debe reunir uno para ser el autor de una bitácora de propiedad intelectual es más o menos como preguntarse qué hay que tener para ser un ser humano. Dicho eso, pueden señalarse diversas características comunes, sobre todo, las siguientes:
- el equivalente de Internet de una vena extrovertida,
- sentir pasión por la propiedad intelectual,
- un fuerte deseo de informar y de difundir lo que se sabe,
- las aptitudes idóneas para leer, pensar, formular una opinión y expresarla, todo ello a gran velocidad,
- tener familia y amigos pacientes y comprensivos.
¿Cómo es el día a día del autor de una bitácora? Además del trabajo cotidiano y de los compromisos profesionales, pertenezco a cinco “equipos” que llevan otras tantas bitácoras sobre propiedad intelectual dedicadas a diferentes aspectos de la materia. A juzgar por lo que uno conversa con los demás autores, a pesar de que mi experiencia sea, quizás, extrema, no creo que se aparte de lo que es habitual en este medio.
Me levanto poco después de las cinco para comprobar el estado de mis bitácoras, cuento las visitas del día anterior y leo los correos con críticas, correcciones y opiniones llegados durante la noche. Las cifras de visitas son primordiales. Si comienza a decaer el número de lectores, cabrá preguntarse dónde está el error: el análisis de los hechos, la presentación del diario o los artículos que se publican en él. Es imprescindible mantenerlo al día. Tengo por costumbre publicar artículos que redacté bien entrada la noche anterior para que el lector encuentre cosas nuevas cuando se conecte, aunque viva en otra zona horaria.
El autor debe ser una especie de hombre orquesta. A lo largo del día, mientras atiendo el teléfono tengo que mirar los correos electrónicos que recibo, entre otras cosas. Cuando llega una nueva noticia o una opinión, un correo me avisa para que pueda revisarla y autorizar a que sea publicada, en su caso. Si no reviso todo lo que llega, el diario se convertirá en un imán para todo tipo de correos de propaganda y de anuncios de Viagra.
También estoy atento a los correos con las últimas confidencias. El público suele preguntarse cómo IPKat, que es un foro internacional sobre doctrina y jurisprudencia de la propiedad intelectual, se las ingenia para difundir las noticias con tanta rapidez. La explicación es que IPKat recibe notas de prensa, comunicaciones de abogados, denunciantes, legisladores y funcionarios de organismos e instituciones al mismo tiempo que surge la noticia o, incluso, con anticipación. Gracias a eso, el diario puede estar siempre al día de todo. Nadie quiere ser el último en informar de que a Google se le deniega el registro de la marca comunitaria GMAIL por que esa denominación ya tiene dueño en el ámbito de Europa.
Cuando llega la noche, aún queda algo por hacer: reviso otra vez los diarios para ver las opiniones de los lectores que hayan llegado, compruebo que todo esté en orden y las autorizo de forma que no tengan que esperar hasta el día siguiente para verlas publicadas.
Cuidado con las infracciones
El autor de una bitácora de propiedad intelectual tiene que tener sumo cuidado a la hora de utilizar obras protegidas por derechos. Después de todo, no puede aducir ignorancia de las leyes que protegen el derecho de autor o la marca comercial.
La cita textual no suele ser un problema, ya que, por el Convenio de Berna, quedan exceptuadas las noticias del día y los sucesos de actualidad, y por otra parte, se acepta ampliamente el hecho de reproducir de buena fe un extracto de una obra para realizar una reseña o una crítica.
También se acepta emplear el emblema de una marca protegida para ilustrar un artículo en que se hable de dicha marca y sería muy extraño que ese tipo de uso se considerase ilícito. Pese a ello, podría ocurrir que el titular de la marca, cuyo abogado no cesa de recordarle que vigile que no se la usen, se sintiese ofendido por que, precisamente, otro abogado que, además, escribe en una bitácora de Propiedad Intelectual, le recrimine que sea tan quisquilloso y sobreprotector, si se queja por que le usan la marca en la bitácora.
Para dar muestras de buena voluntad con relación al uso de las imágenes, IPKat tiene por norma suprimirlas sin dilación en caso de que alguien se queje, incluso aunque no haya la más mínima posibilidad de que su publicación se pueda considerar infracción de un derecho de propiedad intelectual. No tiene ningún sentido enemistarse con quienes pueden llegar a ser amigos y lectores.
¿Qué gana el autor con todo esto?
O sea, además de informar al lector sobre la propiedad intelectual teniendo cuidado de no cometer ninguna infracción, ¿qué gana con todo ello el autor?
Algunos entendemos que nos lleva el fervor misionero para ganar al público a la causa de la propiedad intelectual en general, o bien, a nuestro propio punto de vista sobre la cuestión. Otros buscan reconocimiento y, por ende, lucro, en el respectivo ámbito profesional. También hay quienes lo hacen por amor al arte. Sin embargo, hay algo seguro: mientras la bitácora sea gratuita, ninguno de nosotros lo hará por dinero.
El propósito de OMPI Revista es fomentar los conocimientos del público respecto de la propiedad intelectual y la labor que realiza la OMPI, y no constituye un documento oficial de la Organización. Las denominaciones empleadas en esta publicación y la forma en que aparecen presentados los datos que contiene no entrañan, de parte de la OMPI, juicio alguno sobre la condición jurídica de ninguno de los países, territorios o zonas citados o de sus autoridades, ni respecto de la delimitación de sus fronteras o límites. La presente publicación no refleja el punto de vista de los Estados miembros ni el de la Secretaría de la OMPI. Cualquier mención de empresas o productos concretos no implica en ningún caso que la OMPI los apruebe o recomiende con respecto a otros de naturaleza similar que no se mencionen.