Denominaciones de origen famosas
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La denominación de origen es un tipo especial de indicación geográfica que por lo general consiste en un nombre geográfico o una designación tradicional utilizada para productos que poseen cualidades o características específicas que cabe atribuir principalmente al entorno geográfico de producción. Los consumidores conocen esos productos y a menudo los solicitan, incluso sin saberlo, utilizando su denominación geográfica. Los ejemplos siguientes pueden resultar familiares.
Una de estas denominaciones de origen es el prosciutto di Parma o jamón de Parma. Para que el jamón reciba la denominación de Parma, debe haberse elaborado en la provincia de Parma, en la región Emilia-Romagna, situada en la parte septentrional del centro de Italia, utilizando exclusivamente cerdos de esa zona. Cada fase de la producción, desde la crianza de los cerdos y su alimentación hasta su elaboración y envasado final, está estrechamente vigilada y controlada por el Istituto Parma Qualità. Solamente ese Instituto puede otorgar al producto final la etiqueta con el sello de la corona ducal de Parma de cinco puntas, que certifica el jamón como verdadero jamón de Parma.
Para aquellos que prefieren los sabores más fuertes, tenemos el tequila de México. La producción de tequila está regida por la normativa federal mexicana, que define dónde puede elaborarse, dónde pueden cultivarse las plantas de agave para producirlo, qué es lo que debe figurar en la etiqueta, dónde puede embotellarse y qué cantidad de contenido debe estar elaborada con qué porcentaje de azúcares de agave. Por tanto, cuando veamos una botella con la etiqueta de “Tequila”, sabremos que vamos a tomar algo auténtico.
El queso feta – La lucha por el reconocimiento
No se trata sencillamente de disponer de un producto de calidad cuyo lugar de origen que lo hace único y que puede reconocerse por un nombre tradicional o una zona geográfica: obtener una indicación geográfica supone un largo y, con frecuencia, difícil proceso, que no siempre se ve recompensado con el éxito.
El queso feta puede evocar imágenes de Grecia en la mente de la mayoría de los consumidores, pero el “feta” se produce y vende en muchos países. Supone un ejemplo excelente del tipo de controversia que puede producirse respecto de la designación de un producto como indicación geográfica. Grecia inició un proceso dirigido a proteger la designación del queso feta a mediados de la década de 1980, aprobando leyes para proteger el nombre y controlar la producción. Esta legislación dicta la leche que debe utilizarse y la zona geográfica de donde debe obtenerse: leche de oveja y de cabra de rebaños que pastan libremente en las laderas rocosas de las montañas y las zonas costeras de las islas griegas. Sin embargo, a Grecia le supuso una ardua tarea conseguir el reconocimiento de la denominación de origen por su feta, ya que por entonces el queso denominado “feta” se producía en todo el mundo a una escala muchas veces superior a la producción anual estimada de Grecia de 100.000 toneladas.
Cuando la Comisión Europea finalmente reconoció el derecho de Grecia a la denominación de origen feta en 1996, los productores del resto de Europa dispusieron de un período de gracia de cinco años para cambiar el nombre de quesos similares que se denominaban “feta”. Sin embargo, el reglamento de la Comisión Europea sobre el feta se puso posteriormente en tela de juicio dos veces ante el Tribunal de Justicia de las Comunidades Europeas, si bien Grecia obtuvo un fallo definitivo a su favor en 2005. A partir de entonces, los quesos feta de imitación producidos en otros países de Europa utilizan denominaciones como queso de ensalada o queso estilo griego. Fuera de la Unión Europea, los países que no están vinculados al Sistema de Lisboa pueden seguir utilizando la denominación feta.
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