El Museo de la Falsificación de París – El revés de la trama
¿Ya ha visto la Torre Eiffel, navegado por el Sena y visitado el Louvre, y busca ahora una atracción parisina menos trillada? ¿Por qué no una breve visita al Museo de la Falsificación, instalado en un edificio singular? El Museo, que ocupa la planta baja de un elegante inmueble del siglo XIX en el que se han rodado numerosas películas y programas de televisión – entre ellas, La gran juerga, una de las películas francesas más famosas de todos los tiempos – exhibe productos para todos los gustos. Desde perfumes, juguetes y productos de limpieza hasta memorias USB, piezas de automóvil, artículos deportivos o productos farmacéuticos, e incluso agua embotellada, salsa ketchup y gas líquido: el Museo ofrece una muestra extraordinariamente variada, sugerente, y un tanto inquietante, del vasto alcance de la falsificación.
Una irónica casualidad ha querido que el Museo se ubique en la rue de la Faisanderie, ya que en francés un "faisan" es también un sinvergüenza. El visitante no tarda en descubrir que los pillos y la falsificación existen desde hace largo tiempo. Los productos falsificados más antiguos de la muestra datan del año 200 antes de Cristo y son tapones utilizados para sellar ánforas de vino que se transportaban de Italia a la Galia. Puede verse un tapón auténtico, con la marca del tratante de vinos, junto a otro falsificado, utilizado por un ventajista de la antigua Roma para aprovecharse del éxito comercial ajeno. Más de 2000 años después, el problema sigue existiendo. Se calcula1 que entre el 7 y el 10 por ciento del comercio mundial se nutre de falsificaciones, con un costo para la economía mundial de aproximadamente 492.000 millones de dólares al año.
En todo el Museo se exhiben los productos auténticos junto a los falsificados, cedidos por las autoridades aduaneras o judiciales, o por particulares. De este modo se ponen de relieve las diferencias entre los productos legítimos y sus réplicas imperfectas e ilegales.
La exposición está concebida para hacer hincapié en las amplias repercusiones negativas de la falsificación y el peligro que entraña para los fabricantes, los consumidores y la economía. Esta práctica, además de desalentar la innovación, hurtar ingresos a los titulares de derechos y alimentar la delincuencia organizada, pone en peligro la salud y la seguridad.
Se constata que, en el mejor de los casos, los juguetes falsificados de mala calidad se rompen pronto – "las falsas Barbies pierden pelo", advierte un letrero –, pero lo peor es que también pueden contener sustancias inflamables o tóxicas, como pintura al plomo, o tener piezas frágiles que podrían ser causa de asfixia. Los peligros son muchos y muy variados, ya que, por su propia naturaleza, los productos falsificados eluden cualquier control sanitario o de inocuidad. El Museo exhibe artículos de todo tipo, desde gafas de sol de imitación que no protegen adecuadamente los ojos hasta piezas de automóvil y de avión falsificadas que pueden fallar y originar una catástrofe, o electrodomésticos de mala calidad que son un peligro real en el hogar. Los medicamentos falsificados son un problema perenne y especialmente grave, ya que con frecuencia no contienen ingredientes activos, o los contienen sólo en cantidad insuficiente, y en ocasiones en su composición hay sustancias tóxicas. Se calcula2 que constituyen entre el 10 y más del 30 por ciento de los productos farmacéuticos comercializados en los países en desarrollo.
El Museo ha inaugurado recientemente un ala nueva dedicada a los delitos contra el derecho de autor. En ella se exhiben desde DVD y CD piratas hasta falsas estatuillas de Rodin, Dalí y Giacometti, y en muchos casos se explican las diferentes técnicas de falsificación, como la aplicación de ácido seguido de cera teñida para dar al bronce una pátina de antigüedad. También se destaca el espectacular aumento de los delitos contra la P.I. que ha propiciado el uso de Internet, y se explica el profundo impacto que ello ha tenido en el sector de la creación artística.
En una de las salas del Museo se indica que cada año se fabrican 40 millones de relojes suizos falsos, cifra que duplica la producción anual de relojes suizos auténticos. Una obra creada por el artista Maât con miles de relojes falsificados decomisados por la aduana francesa y triturados por una prensa hidráulica – titulada L’art dans le collimateur des faussaires (El arte en el punto de mira de los falsificadores) – es una penetrante reflexión sobre este tema. Los pedazos de reloj han sido introducidos en cuatro bloques de resina traslúcida montados sobre un pedestal con dos hornacinas de vidrio en las que pueden verse sendos relojes auténticos. La escultura, que habla del contraste entre lo verdadero y lo falso, lo único y lo múltiple, la calidad y la chapucería, se exhibió por primera vez, como pedía su tema, en el Museo de la Falsificación, que ahora expone una reproducción a tamaño reducido.
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2. Datos del Grupo de Trabajo Internacional contra la falsificación de productos médicos (IMPACT) establecido por la Organización Mundial de la Salud (OMS) en 2006.
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