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Obtención de patentes y acceso a tecnologías energéticas no contaminantes en los países en desarrollo

Marzo de 2009

Por John H. Barton

Para que se realice en todo el mundo la transición a una economía con un nivel bajo de emisiones de carbono, es preciso que las tecnologías energéticas renovables estén disponibles a escala mundial. Un problema que se suele plantear es que el sistema de propiedad intelectual (P.I.) puede obstaculizar el acceso a la tecnología por parte de los países en desarrollo. En un artículo para el Centro Internacional de Comercio y Desarrollo Sostenible (ICTDS), John Barton, Profesor de Derecho de la Universidad de Stanford, trata de determinar si la P.I. constituye un cuello de botella en los sectores de los biocarburantes y las energías solar y eólica. En este artículo resume sus conclusiones, centrándose en Brasil, China y la India.

En una industria políticamente delicada como la farmacéutica es frecuente que las patentes tengan un efecto considerable en el precio, ya que un nuevo producto puede no tener sustituto. Por el contrario, en los sectores de energías renovables que se consideran en el presente artículo hace tiempo que las soluciones tecnológicas básicas ya no están protegidas por patentes. En general, sólo están patentadas las mejoras o algunos rasgos específicos. Así, hay una serie de productos patentados que compiten entre sí y, a consecuencia de esta competencia, suelen bajar los precios, al contrario de lo que ocurriría con las regalías y los precios que se fijarían si hubiese un monopolio.

Además, no sólo existe la competencia entre empresas dentro de un sector específico de las energías renovables, sino también entre distintos sectores y las fuentes sustitutivas de producción de combustible o de electricidad. Consecuencia de ello es que buena parte de los beneficios de las tecnologías se comparten con el público consumidor.

Otra característica de la industria de las energías fotovoltaica, eólica y de la biomasa radica en que aún son algo costosos algunos de estos métodos de energías renovables, sobre todo la fotovoltaica, lo cual no les permite competir si no cuentan con alguna forma de subsidio o reglamentación, como las normas que fijan que determinado porcentaje de la electricidad de la red deba proceder de fuentes de energía renovables. Por otra parte, las empresas dudan a la hora de realizar grandes investigaciones por cuenta propia, salvo en los capítulos fuertemente subvencionados, como ocurre actualmente en los Estados Unidos de América con el auge del etanol. Esto es, buena parte de las investigaciones en estos campos se realiza gracias a los fondos que aporta el Estado. Al menos en los Estados Unidos es casi seguro que las investigaciones subvencionadas acabarán protegidas por derechos de patente. Cuando se licencia la investigación la ley fija determinado trato preferente en favor de los fabricantes estadounidenses.

El mercado de las energías renovables

Hay tres tipos de mercado por cuya vía las naciones en desarrollo pueden dotarse de los medios necesarios en el campo de las energías renovables. El más evidente es el mercado que permite que la propia nación pueda reducir las emisiones de CO2, que aunque no estén previstas en la legislación internacional vigente, es probable que se apliquen en el futuro. El segundo es el mercado de los derechos de emisión previstos en el mecanismo de desarrollo limpio que se establece en el Protocolo de Kyoto. Ambos mercados pueden ser abastecidos mediante la importación de productos en que se aplique dicha técnica, como, por ejemplo, los paneles fotovoltaicos que surten de energía eléctrica sin que sea preciso conectarse a la red eléctrica.

El tercer tipo de mercado es el de los productos renovables, como el biocombustible (o, incluso, la electricidad) y el de la maquinaria respectiva, como las turbinas eólicas, en el cual la industria del país en desarrollo puede integrarse a la industria internacional como proveedora. Para dicha clase de mercado, la nación deberá conseguir la licencia que le permita fabricar tales productos, quizás mediante una empresa nacional o constituyendo una sociedad mixta con una compañía de un país desarrollado. Otra posibilidad es que el país se dote de medios propios para investigar y fabricar los productos independientemente del licenciante extranjero.

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La tecnología fotovoltaica básica es fácil de conseguir. En la imagen, un panel solar en una cabaña perdida de Khevsureti (Georgia), y una planta fotovoltaica de Freiberg (Alemania). (Fotos: (izquierda) CC Wim Koolhoven; (derecha) Eclipse.sx

El sector fotovoltaico

La tecnología fotovoltaica básica implica la fabricación y el tratamiento de una lámina de silicio que genera electricidad cuando recibe la luz del sol. Existen varias empresas especializadas en esta tecnología, organizadas más o menos en forma de oligopolio; las cinco empresas principales abarcan el 60 por ciento del mercado. Por lo tanto, es probable que los países en desarrollo puedan aprovechar los beneficios de la tecnología básica (lamina de silicio) incluso a pesar de las patentes.

Si las empresas de países en desarrollo desean entrar a formar parte del grupo de productores, es posible que obtengan licencias en términos razonables dado el amplio número de empresas que componen el sector. Ponen de manifiesto que es posible entrar en este sector la sociedad Tata-BP Solar, una firma india basada en una empresa conjunta, y la empresa china Suntech, que no sólo ha conseguido elaborar sus propias tecnologías, sino que también ha comprado empresas de países desarrollados.

La tecnología de los biocarburantes

La tecnología típica para producir biocarburantes se basa en la conversión del azúcar o el maíz en etanol, aunque hay otras numerosas formas de convertir la biomasa en carburante. En este ámbito, una vez más, los países en desarrollo tienen un acceso aceptable a las tecnologías existentes. De hecho, hace tiempo que el Brasil lidera el sector.

La cuestión se complica en lo que respecta a las nuevas tecnologías para biocarburantes. Se están desarrollando iniciativas financiadas por el gobierno o por capital de riesgo para desarrollar nuevos procesos, enzimas o microorganismos que produzcan biocarburantes, que actualmente no están fácilmente disponibles como combustible (cabe destacar los métodos para separar la lignina, importante sustancia que se halla presente en la constitución de la mayoría de las plantas). Se solicitarán muchas patentes en estos campos. Sin embargo, por fuerza, la producción está descentralizada y hay competencia tanto entre los métodos de fabricación de biocarburantes como entre los distintos combustibles alternativos. Por lo tanto, parece probable en este ámbito que los titulares de patente estén dispuestos a conceder en licencia el uso de sus tecnologías y que no tarde en bajar el precio que pagan los licenciatarios por esas licencias.

Las principales barreras a las que se enfrenten los países en desarrollo seguramente no estarán relacionadas con la P.I., sino con los aranceles y otros obstáculos comerciales impuestos contra los mercados internacionales del azúcar y el etanol. Así, los Estados Unidos han impuesto un arancel sobre el etanol brasileño, que es más barato, tanto desde el punto de vista económico como del medioambiental, que el etanol producido con maíz estadounidense.

El sector eólico

El sector eólico está más concentrado que el sector fotovoltaico: en este ámbito, cuatro empresas conforman aproximadamente el 75% de la industria. No obstante, el sector es lo suficientemente competitivo como para permitir que los países en desarrollo construyan parques eólicos incorporando equipos procedentes del mercado mundial sin costos excesivos de P.I.

Sin embargo, a los países en desarrollo les sería más difícil introducirse en el mercado mundial de turbinas eólicas. Actualmente, los líderes del sector son fuertes y se muestran reacios a compartir su tecnología por temor a que surjan nuevos competidores. Ha habido terribles batallas por patentes de este campo en los Estados Unidos. Asimismo, los aspectos de la transferencia tecnológica relacionados con la ingeniería han ocasionado algunos problemas. Aun así, tanto China como la India han conseguido crear grandes empresas en los últimos 10 años. La principal empresa india ha comprado empresas competidoras de países desarrollados.

Exportaciones, compra de empresas y P.I.

No parece haber barreras insalvables relacionadas con la P.I. que impidan al mundo beneficiarse de la reducción de las emisiones de dióxido de carbono en los países en desarrollo. Cuando se examinan las oportunidades de estos países de entrar en los mercados de exportación de células fotovoltaicas, de etanol (u otros carburantes renovables) y de turbinas eólicas, entran en juego otros factores. No hay duda de que, para el etanol, los principales obstáculos van a estar relacionados con los aranceles y otras barreras similares, no con la P.I. En el caso de la energía fotovoltaica, es poco probable que sea el sistema de P.I. el que constituya un obstáculo significativo. En cuanto a la energía eólica, existen motivos de preocupación, pero es muy posible que, nuevamente, los problemas relativos a la P.I. no sean los más graves.

También estamos siendo testigos de un nuevo mecanismo de transferencia de tecnología, que consiste en que los países en desarrollo adquieran empresas de países desarrollados. No obstante, al mismo tiempo existe un riesgo de concentración mundial, en particular en el sector eólico, por lo que hay que estar atentos a la posible aparición de cárteles.

Los tres sectores de energías renovables examinados sirven de ejemplo para otras cuestiones relevantes a las que se enfrentan los países en desarrollo. Cabe preguntarse si estos países deberían reforzar la protección de su P.I. para alentar a los inversores extranjeros a transferir sus tecnologías. Los datos de estos sectores sugieren que una P.I. más fuerte ayudaría a los países en desarrollo más avanzados en el ámbito científico, sin que dicho fortalecimiento implique grandes riesgos. Esta premisa puede que no sea válida para los países más pobres.

El papel de las subvenciones

Asimismo, estos tres sectores ponen de manifiesto la importancia que reviste la ayuda del Estado. Los aspectos económicos de la energía renovable obligan a contar con apoyos para que pueda desarrollarse la tecnología. Seguramente, los gobiernos de los países desarrollados tratarán de garantizar que las empresas nacionales se vean favorecidas en el proceso de concesión de licencias sobre tecnologías que han recibido financiación pública en su fase de elaboración. La idea de brindar el apoyo del Estado se inspira en parte en el deseo de ayudar a la industria nacional. Para los países en desarrollo ese favoritismo resultaría perjudicial, aunque podría ser contrarrestado solicitando a los países desarrollados que accedan a dejar de favorecer a las empresas nacionales y concedan licencias de uso respecto de las invenciones financiadas con dinero público, al menos en lo relativo a las tecnologías relevantes para el medio ambiente. Sería una situación bastante parecida a la de las “cláusulas humanitarias” que se tienen en cuenta en los ámbitos de la medicina y la nutrición.

Sería mejor llegar todavía más lejos: que los países desarrollados se comprometiesen a dedicar parte de su desarrollo tecnológico a cubrir las necesidades específicas de los países en desarrollo y garantizar que las empresas de estos últimos tuviesen la oportunidad de participar en sus iniciativas.

Dichas medidas podrían negociarse de dos modos. El primero sería comprometerse a facilitar más la transferencia de tecnología en el ámbito de las negociaciones sobre el cambio climático y podría revestir la forma de una contrapartida a cambio de que se fijen normas más estrictas para las naciones en desarrollo en lo que se refiere a proteger el medio ambiente. Para que ello funcionase sería preciso adoptar compromisos de transferencia de tecnología más firmes que los que se han establecido hasta ahora en los acuerdos internacionales en materia de medio ambiente. La otra vía sería establecer un acuerdo expreso en el campo de la transferencia de tecnología y la contrapartida consistiría en la reciprocidad entre quienes financian las investigaciones.

Eliminar los obstáculos al comercio

Por último, la labor más importante consistiría en eliminar los obstáculos innecesarios al comercio de los combustibles procedentes de fuentes renovables, y quizás en el futuro también, de la producción de electricidad mediante esas mismas fuentes. A menos que se adopte un impuesto mundial sobre las emisiones de carbono, es esencial subvencionar las energías renovables. Sin embargo, con frecuencia, las subvenciones actuales se asignan en respuesta a problemas nacionales, en especial en el sector agrícola, y pueden acabar discriminando a los países en desarrollo. Lo ideal sería otorgar las subvenciones de forma que no constituyan una traba para el comercio ni para las empresas de los países en desarrollo. Si se estructurase de forma más justa la intervención en el mercado medioambiental podrían crearse de por sí mayores incentivos para la transferencia de tecnología hacia países en desarrollo.

El presente artículo se reproduce con el permiso del ICTSD.

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