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Barefoot College – Las abuelas se especializan en energía solar

Junio de 2009

El cambio climático golpea ante todo y con mayor crudeza a los pobres de las zonas rurales de todo el mundo. Se han gastado millones de dólares EE.UU. en sensibilización, en formación en tecnologías alternativas y en preparar a las comunidades rurales vulnerables para enfrentar el problema. Una de las historias más sorprendente es la del Barefoot College (Universidad para “descalzos”) de la India. Su metodología ya ha cambiado la vida de muchas personas.

Puede parecer increíble, pero el Barefoot College ha formado a cientos de mujeres analfabetas o semianalfabetas – muchas de ellas abuelas – de países menos adelantados y países en desarrollo para que sean especialistas en energía solar. Y han vuelto a casa capacitadas para instalar paneles y baterías solares, que han aprendido a mantener y reparar, y que han cambiado la vida para siempre de sus remotas aldeas. Y aún más, ellas han formado a otras personas de las aldeas vecinas para hacer lo mismo. ¿Cómo comenzó todo?

Existen en la India innumerables aldeas alejadas de todo a las que sólo se puede llegar tras viajar durante días por caminos en muy mal estado en vehículos desvencijados, y terminar con una larga caminata a pie. Los sistemas fotovoltaicos ofrecen la única fuente de electricidad para la población de esas zonas alejadas. Acceder a la electricidad mediante soluciones sencillas y eficaces como el método del Barefoot College puede mejorar de forma sorprendente la vida de los aldeanos y contribuir al desarrollo de la región. Este método permite abaratar los costos de iluminación, da la posibilidad de obtener ingresos y sirve de apoyo a las actividades de enseñanza, permitiendo, además, reducir los riesgos de incendio y contaminación que se corren dentro de las casas con la iluminación tradicional a base de keroseno.

El Barefoot College en Tilonia (India) es un invento de Bunker Roy, que la fundó en 1972, convencido de que las soluciones a los problemas de los pobres en las zonas rurales se encuentran en la comunidad, en su patrimonio tradicional y en las nuevas tecnologías que requieren únicamente cierta adaptación a su situación. Los 7.430 metros cuadrados del complejo universitario son un ejemplo de sus posibilidades – fue diseñado y construido con materiales locales por los miembros de la comunidad utilizando su conocimiento tradicional transmitido de generación en generación, pero sus necesidades energéticas corren por cuenta de una tecnología moderna: los paneles solares.

El Barefoot College comenzó a formar a jóvenes y a mujeres analfabetas o semianalfabetas como ingenieros de energía solar en los años 1990. Los alumnos procedían de todas las partes de la India, pero el idioma no fue un obstáculo:  aprendieron, por ejemplo, a identificar las piezas por el color y la forma, a adquirir las competencias necesarias siguiendo las instrucciones dadas mediante mímicas, y a ejecutar las tareas técnicas. Rápidamente los profesores se dieron cuenta de que los mejores candidatos eran las mujeres de cierta edad, la mayoría de las cuales eran abuelas. En su alocución en la Tercera Conferencia Internacional sobre Tecnología Apropiada (véase recuadro) celebrada en noviembre en Rwanda, el Sr. Roy explicó: “Las abuelas analfabetas son humildes y aprenden con facilidad: tienen intereses personales en la aldea y ni se les pasa por la cabeza dejar de estudiar. Si uno le da una hoja de papel a un joven, se va inmediatamente a la ciudad para encontrar un trabajo mejor”.

“Al permitir que los pobres de las zonas rurales tengan acceso a tecnologías concretas, Barefoot College desmitifica la tecnología y la pone en las manos de los propios miembros de la comunidad.” – Sr. Bunker Roy, fundador del Barefoot College.

“Los ingenieros solares descalzos” de la India

El programa de ingeniería solar del Barefoot College comenzó en la India en los años del decenio de 1990. En diciembre de 2007, los ingenieros solares descalzos habían instalado – sin ayuda alguna de profesionales urbanos – 8.700 unidades solares, que generan 500 kilovatios (kW) al día, y fabricado 4.100 farolas solares. Como resultado, 574 aldeas y poblados (aproximadamente 100.000 personas) así como 870 escuelas tienen ahora electricidad solar (en algunas aldeas hay más de una escuela; el promedio de asistencia es de 25 a 30 niños).

En el remoto Himalaya, 270 “ingenieros solares descalzos” (57 de ellos mujeres rurales semianalfabetas) instalaron 16 centrales de energía solar, cada una de 2,5 kilovatios. Además, las mujeres han construido 40 cocinas solares parabólicas y 71 calentadores solares de agua, y han formado a otras personas de sus comunidades para que puedan ayudar en la instalación de 23 talleres electrónicos rurales.

 

Dar los medios a las aldeas y a las mujeres


Transporte de paneles solares en la aldea de Tindjambane, Timbuktu (Malí)

El Barefoot College considera que es necesario enseñar a la comunidad de la aldea a administrar, controlar y hacer suya la tecnología. Las comunidades pobres pueden hacer funcionar las unidades solares cuando han sido formadas para fabricar los equipos solares a nivel de la aldea así como para repararlos y mantenerlos. Mujeres analfabetas de zonas rurales han demostrado que esto es posible.

La Universidad puede ayudar a muchas aldeas, pero para que los proyectos de energía solar funcionen y perduren, los habitantes de cada aldea también tienen que asumir un compromiso. La comunidad tiene que actuar de forma transparente y colectiva para que todos puedan hacer suyo el proyecto, lo que significa controlar, administrar y tomar todas las decisiones desde el comienzo.

Cuando el Comité de Energía y Medio ambiente de la Universidad visita la aldea, se reúnen todos para saber cuáles son las ventajas de la electricidad y las posibilidades de que la aldea se beneficie de energía solar. Se informa a los miembros de la comunidad acerca de que el servicio no será gratuito: tienen que decidir cuál será la contribución monetaria que van a aportar cada mes para el mantenimiento y la reparación del equipo – una cantidad que generalmente se basa en lo que ellos gastan normalmente en queroseno. También tienen que elegir a dos miembros de la comunidad para que vayan a Tilonia a seguir un curso de formación durante seis meses. El Comité da cierto tiempo a la comunidad para tomar una decisión al respecto. De conformidad con el Sr. Roy, los miembros de la comunidad suelen pensar que los representantes del Comité son un grupo de gente rara de la ciudad que desaparecerá en cuanto se haya tomado la decisión, y ya no los verán nunca más. Y suponen que obtener electricidad no puede ser tan fácil ni estar a su alcance.

Una vez que los miembros de la comunidad han firmado el proyecto, y deciden la suma que están dispuestos a pagar por mes, el Comité los orienta para que seleccionen a las mujeres que han de ser formadas como ingenieras de energía solar en Tilonia: dos mujeres de aproximadamente 50 años. La reacción de los miembros de la comunidad y la selección de las mujeres es generalmente una sorpresa que los deja pasmados, pero el Comité insiste y tras presentar argumentos persuasivos, consigue abrirse camino.

Durante esos seis meses, las mujeres reciben formación impartida por otras mujeres semianalfabetas y analfabetas que les enseñan:

  • a manejar controladores e inversores de carga muy complejos (las células solares producen corriente directa que se transforma en corriente alterna común mediante un inversor),
  • a instalar paneles solares y a conectarlos con baterías,
  • a construir farolas solares y
  • a instalar un taller en el que se efectúan las reparaciones importantes y de menor importancia de los propios sistemas de energía solar.

Los proyectos de energía solar ayudan al desarrollo de las aldeas pero, sobre todo, refuerzan el papel de las mujeres. Como explica una de las ingenieras descalzas cuyo marido y los padres de su marido no querían que ella siguiera el curso de formación: “Mi marido nunca lo va a decir, pero sé que está muy orgulloso de mí. Ahora me pide que lleve las cuentas de la casa que antes llevaba él”. Otra ingeniera descalza dice: “Ahora puedo mirar hacia atrás a mi infancia cuando soñaba con hacer algo importante para mi sociedad. Mi madre solía reírse de mí. Actualmente mi familia, mis vecinos e incluso los ancianos de la aldea me respetan y valoran mi contribución.¡Es realmente maravilloso!”

“Un tercio de los ingresos de las familias más pobres se va en gastos de luz” – Agencia Internacional de Energía.

Exportar la experiencia del Barefoot College

Habida cuenta del éxito de la metodología del Barefoot College en la India, especialmente en el remoto Himalaya, la Universidad decidió apostar por el mundo y reproducir la experiencia del proyecto en países menos adelantados y en países en desarrollo. Etiopía y Afganistán fueron los primeros países que se beneficiaron.


Instalación de paneles solares en la aldea de Dejegalia (Etiopía).

En 2004, la primera instalación solar de Etiopía fue realizada por una mujer de la aldea de Tukul. El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y el Gobierno de Etiopía se unieron al proyecto. En 2006, se había formado a 36 personas en total de zonas rurales, analfabetas y semianalfabetas, que se encargaron de las instalaciones solares de 19 aldeas etíopes, construyendo 250 farolas solares en 11 talleres electrónicos rurales que ellas habían organizado. El PNUD y la Fundación Skoll financiaron el período de seis meses de formación en Tilonia para 34 de ellos.

Los primeros 10 ingenieros descalzos de Afganistán se encargaron en 2005 de las instalaciones solares de cinco aldeas (150 casas). Con el aporte de financiación de Noruega, a finales de 2008, otras 21 mujeres afganas pudieron terminar su formación e instalar energía solar en 100 aldeas.

Con el apoyo de la Fondation Ensemble (Fundación Todos Juntos) y la organización holandesa Het Groene Woud (El Bosque Verde), el Barefoot College formó con éxito a mujeres de aldeas alejadas de Benin, Bhután, Camerún, Bolivia, Gambia, Malawi, Malí, Mauritania, Rwanda, Sierra Leona y República Unida de Tanzanía. Todas volvieron a su país para instalar sistemas fotovoltaicos en sus aldeas y encargarse de mantenerlos.

Acaba de comenzar un período de formación para mujeres de Senegal, Djibouti y Sudán.

No sólo ingenieros solares

El Barefoot College es una organización no gubernamental. La formación y la compra inicial de paneles solares, herramientas y equipo para las comunidades reciben financiación de diversas organizaciones. Por ejemplo, la Indian Technical and Economic Cooperation Division (ITEC), del Ministerio de Relaciones Exteriores de la India, sufragó los gastos de los pasajes de avión y de los seis meses de formación de todas las mujeres procedentes de 15 países africanos en 2007 y 2008.

El Barefoot College se encarga del funcionamiento de 549 escuelas nocturnas en la India, ofreciendo clases a niños que no pueden asistir a la escuela durante el día debido a que tienen que ayudar a sus padres en casa. La enseñanza para adultos de la universidad incluye formación en captación de aguas pluviales (véase www.globalrainwaterharvesting.org) y en la construcción de sistemas de agua corriente. Hay cursos de artesanía para ayudar a las mujeres que quedan en casa a ganar algo de dinero. El Barefoot College también presta servicios de salud ‑ cobrando un monto nominal por los medicamentos – y da información y asesoramiento sobre cuestiones de higiene.

El Sr. Roy explica que “la Universidad se inspira de la forma de vida y de trabajo de Gandhi, o sea vivir, comer y trabajar con mucha sencillez y humildad. La gente viene a la universidad para responder al desafío, más bien que a su deseo de ganar dinero. Nadie en la universidad gana más de 100 dólares EE.UU. al mes”. Y añade: “Es la única universidad en la que los diplomas, certificados y doctorados no importan nada, sí se tiene en cuenta el valor de la persona juzgado por su honestidad, integridad, compasión, capacidad práctica y creatividad, así como por su competencia para trabajar con otras personas sin discriminaciones”. En 2006, el Barefoot College fue galardonado con el Premio Alcan para la Sostenibilidad.

Sylvie Castonguay, Redacción de la Revista de la OMPI, División de Comunicaciones
Agradecimientos: Bunker Roy, Fundador del
Barefoot College

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¿Qué es una tecnología apropiada?

Es difícil definir lo que se entiende por tecnología apropiada, y su elaboración y aplicación es una fuente de constante debate, aunque hay un acuerdo general por lo que respecta a algunas de sus características principales:

  • La tecnología apropiada debe necesitar sólo pequeñas cantidades de capital.
  • La tecnología apropiada debe dar prioridad, siempre que sea posible, a la utilización de materiales locales.
  • La aplicación de las tecnologías apropiadas debe centrarse en soluciones tecnológicas que utilicen mucha mano de obra para que las personas de las comunidades puedan participar.
  • La solución tecnológica que se ponga en práctica debe poder ser comprendida, controlada y mantenida por personas que no tengan un alto nivel de formación y de educación y debe poder adaptarse para incluir a las comunidades locales en los esfuerzos de innovación y de ejecución.
  • Los efectos negativos sobre el medio ambiente deben evitarse y la solución tecnológica deberá ser sostenible.

La razón de ser de la tecnología apropiada es la capacitación de personas en las comunidades de la base. Las necesidades locales se satisfacen de forma más eficaz cuando la comunidad participa en la solución del problema, reduciendo la dependencia económica, social y política. Entre los ejemplos de la Tercera Conferencia Internacional sobre Tecnología Apropiada celebrada en Rwanda cabe mencionar las cocinas solares para cuya fabricación se utiliza un simple cajón y una hoja de aluminio, o sea materiales que se pueden conseguir con facilidad y son baratos, incluso en los países más pobres, así como la iniciativa de tecnología solar del Barefoot College.

Fuente: The Relevance of Appropriate Technology, John Tharakan, Departamento de Ingeniería Química, Universidad Howard, Washington (Estados Unidos de América).

 

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