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Entrevista con Lawrence Lessig

Febrero de 2011

En la tormenta que se levantó en torno al derecho de autor en los albores del siglo XXI, que enfrentó el statu quo en esta materia a los nuevos creadores digitales, Lawrence Lessig y sus colegas intentaron dar con un término medio y crearon el proyecto Creative Commons. En esta entrevista, el profesor Lessig nos explica cómo surgió Creative Commons y por qué cree que goza de tanta popularidad. Nos ofrece también su opinión sobre cómo podría traducirse la configuración jurídica del derecho de autor, nacida en el mundo analógico del siglo XIX, a la era digital del siglo XXI.


Lawrence Lessig habla sobre
Creative Commons.
(Foto: L. Lessig)

¿Qué le llevó a crear Creative Commons?

Al comenzar el siglo XXI, vimos que una especie de conjunción de planetas amenazaba la cultura. La infraestructura digital existente animaba a compartir, mezclar y publicar de formas muy variadas, como no habríamos podido imaginar en el siglo anterior. Por otro lado, con el sistema vigente se invocaba el derecho de autor cada vez que se realizaba una copia. Esta situación ponía a los creadores digitales en oposición a la ley, fuesen o no conscientes de ello. Para muchos, en especial para los que se movían en lo que llamo la economía compartida, todo esto no tenía ningún sentido. Un gran porcentaje de creadores siguieron con las plataformas digitales a pesar de la legislación existente, y los índices de piratería se dispararon.

Nos temíamos que el choque de estas dos fuerzas produciría o bien un movimiento de abolición del derecho de autor o bien un sistema rígido de observancia que acabaría con todas estas magníficas actividades innovadoras.

En ese momento, la visión predominante era que si no te movías en el campo tradicional de “se reservan todos los derechos”, o estabas en contra del derecho de autor o eras un pirata. Lo que intentamos fue encontrar un término medio porque vimos que, de hecho, muchos creían en el derecho de autor pero no en que sus obras de creación debieran estar tan estrictamente reguladas como lo estaban en el modelo vigente.

Por ello decidimos crear un sistema de aceptación expresa y voluntaria por el que los creadores pudiesen darles a sus obras todas las libertades que quisieran. Este sistema cree en el derecho de autor, porque en esencia se trata de una licencia, pero también encarna los valores que sustentan esos contextos de creación (o ecosistemas) en los que no es el mercado el que define las normas de intercambio sino que estas dependen de la capacidad de compartir y de construir libremente a partir de la obra de otros.

¿En cuántos países está presente Creative Commons?

Creative Commons ha puesto en marcha proyectos en unos 80 países. Nuestra influencia está creciendo constantemente a medida que se nos unen nuevas jurisdicciones. La labor que Creative Commons desempeña en todo el mundo la desarrolla en gran medida una red de socios que se encargan de una serie de actividades de promoción y extensión en distintos territorios. Entre ellos, se encuentra la difusión en general de los instrumentos jurídicos de Creative Commons, lo que comprende actividades como ayudar a las comunidades a utilizar las licencias, desarrollar recursos educativos libres y prestar apoyo a los que quieran adoptarlas para que puedan comprender cómo funcionan. En 2009, el proyecto Creative Commons experimentó su mayor crecimiento y en estos momentos da cobertura a un mínimo de 350 millones de objetos en Internet.

Oriente Medio se ha convertido en una de las zonas de mayor crecimiento. Egipto, Jordania, el Líbano, Qatar y los Emiratos Árabes Unidos ya han empezado a tramitar licencias. Lo que resulta muy interesante es que, de hecho, en estos países, Creative Commons incrementa el respeto por el derecho de autor. Parece que, en un contexto en el que el derecho de autor no goza de gran reconocimiento, una posición más moderada por parte de los titulares, exigiendo derechos en unos ámbitos y permitiendo la libertad en otros, tiene más posibilidades de conseguir el respeto de los consumidores. Creative Commons es una forma de hacer comprender y respetar el derecho de autor, y eso es lo que demuestra el caso de Oriente Medio.

¿Por qué cree que el modelo ha adquirido tanta popularidad?

Existen razones políticas y prácticas. Los motivos políticos están relacionados con lo que llamo las “guerras de los derechos de autor”. Algunas personas quieren encontrar vías alternativas para regular la creatividad, y no creen que una aplicación estricta y rígida en la era digital tenga sentido, en especial en lo tocante a la educación, la investigación científica y las obras de aficionados. Pero existen también importantes razones prácticas. En las universidades, por ejemplo, los estudiantes necesitan aprender a utilizar medios digitales para ver vídeos, registrarlos o mezclar música tanto como a escribir. La alfabetización, en el siglo XXI, es eso.


Creative Commons ha puesto en marcha proyectos
en unos 80 países.

El material con licencias creative commons es una alternativa segura al carísimo y retorcido proceso de conseguir licencias para que los estudiantes puedan aprovechar las oportunidades de creación que les brindan las tecnologías digitales. Se trata de una alternativa a la práctica de ignorar sin más el derecho de autor y exponer a las instituciones académicas a responsabilidades legales considerables.

¿Todo el mundo puede usar las licencias creative commons?

Si no pueden, es culpa nuestra. La idea que teníamos era la de crear una forma sencilla para que los autores y los titulares de derechos de autor pusieran a disposición del público sus materiales con las libertades que escogiesen. En resumen, se trata de un modelo de “algunos derechos reservados” con el que el titular del derecho de autor se guarda algunos derechos y concede otros al público en general.

Las licencias se estructuran de modo que los creadores puedan elegir qué usos y libertades quieren ofrecer. Son adecuadas para distintos ecosistemas de contextos creativos: los que tienen dinero1, que se sitúan en el núcleo del sistema, y los demás, que funcionan en la economía compartida2. Al seleccionar libertades y restricciones simples, los creadores pueden escoger si permiten a otros compartir su obra o mezclarla, siempre que se dedique a fines no comerciales o que los productos que puedan derivarse se distribuyan con permisos similares mediante la licencia “compartir con la misma licencia”.

Las diferentes licencias están orientadas a distintos ecosistemas de creación. La licencia no comercial, por ejemplo, es idónea para un contexto de creatividad de aficionados, lo que permite a los creadores saber que sus obras las utilizarán otros con las reglas dictadas por el intercambio y no por el mercado. Cuando alguien crea una fotografía y la pone en Flickr, si escoge que pueda usarse a través de una licencia no comercial lo que está diciendo es que le parece bien compartirla con otros siempre que los fines sean no comerciales. No obstante, si alguien quiere usarla como ilustración de la portada de un CD que va a comercializar, el protocolo Creative Commons Plus le ofrece un método simple y gratuito de conceder licencias comerciales para la misma obra.

La licencia más sencilla y la que concede más libertades, la de reconocimiento, resulta idónea para los profesionales, los aficionados y los ecosistemas científicos de creatividad, porque produce recursos gratuitos que pueden modificarse y utilizarse a voluntad. La licencia de reconocimiento indica que el licenciante está completamente de acuerdo con que otros utilicen sus creaciones con fines comerciales. En 2010, por ejemplo, la cadena Al Jazeera publicó un gran archivo de material videográfico con esa licencia, con lo que cualquiera podía tomar las imágenes sin editar y usarlas, siempre que se reconociera la autoría de Al Jazeera. Con esto se promueven los objetivos comerciales de la organización, porque se promociona la marca mediante un sistema de concesión de licencias que no necesita infraestructura. En el año 2009, Wikipedia adoptó también el sistema Creative Commons para todo su material con licencia y alienta gustosamente su uso comercial. El único requisito es que, si se modifica el material, se permita que otros utilicen estos nuevos recursos con el mismo tipo de licencia.

¿Existe alguna prueba concreta de que las empresas estén desarrollándose en torno a este modelo?

Algunas empresas ni siquiera podrían existir si no fuese por este sistema de concesión de licencias. Es el caso, por ejemplo, de las empresas que prestan apoyo a la música mezclada (los sitios de Internet que alientan a las personas a compartir mezclas o a utilizar su música para mezclarla). Si la música no estuviera compartida con licencias creative commons sería imposible que esto pudiese hacerse de un modo legal. La música abarca un conjunto de derechos de complejidad extrema, y negociar los que se refieren a la publicación y la grabación es extraordinariamente complicado. Las licencias creative commons reducen radicalmente los costos de transacción para el caso de esas obras. En la actualidad existe un catálogo inmenso de música con licencias creative commons. No estoy diciendo que no existan versiones ilegales, sino que las legales dependen esencialmente de este tipo de sistema.

“Las leyes de una sociedad libre dependen de que las personas entiendan intuitivamente por qué existen” (Lawrence Lessig)

Si tuviese una bola de cristal, ¿qué le diría sobre la evolución del derecho de autor en los próximos 10 años?

La bola de cristal tiene un signo de interrogación justo en el medio. Hay que tomar algunas decisiones fundamentales. Una opción es seguir batallando en una guerra perdida por mantener la estructura actual del derecho de autor echando más leña al fuego y empleando mejores armas para velar por que se respete. Si escogemos esta vía, el apoyo de la opinión pública seguirá resintiéndose, lo que relegará la creatividad al ostracismo y distanciará por completo a toda una generación del concepto del derecho de autor.

Pero también podemos firmar la paz y pensar en una estructura más sensata para el derecho de autor en la era digital, determinar cómo debería ser y cuál es el camino. En esto la OMPI desempeña una función determinante: puede ponerse a la vanguardia del proceso formando, por ejemplo, una comisión de teóricos que formule recomendaciones sencillas y claras para construir un sistema acorde con la era digital, un sistema que asegure que se salvaguardan los incentivos a la vez que se garantizan las libertades.

Si diseñamos una estructura que sea relevante para los países en desarrollo, que vele por que los artistas reciben sus remuneraciones a la vez que se protegen las libertades de los creadores, científicos y aficionados, creo que podremos volver a pensar que el derecho de autor cuenta con una regulación madura que todos entienden. En una sociedad libre, las leyes dependen de que las personas entiendan intuitivamente por qué existen. El hecho es que la legislación actual en materia de derecho de autor no tiene sentido. No es que el derecho de autor no sea importante (lo es sumamente) sino que, tal como está, no proporciona los incentivos suficientes ni las libertades necesarias en el contexto digital. Se desarrolló para un mundo diferente, y ya es hora de actualizarlo y adaptarlo a este. Es la única vía para que la generación que estamos educando siga creyendo en él.

Creo que estaremos en el buen camino cuando el sistema del derecho de autor centre su atención en las personas a las que deberíamos estar ayudando, los artistas y creadores, y les dé la libertad de escoger, de proteger su creatividad, y de recibir una remuneración por ella.

¿Qué mensaje le haría llegar a un joven artista que empieza su carrera?

Creo que el mensaje de hoy es que nadie sabe lo que puede pasar y que lo que hay que promover es la experimentación. Los artistas necesitan darse cuenta de eso y participar en el proceso. Como jurista, y como uno de los fundadores de Creative Commons, no les digo a los artistas que regalen sus cosas gratuitamente. Lo que les digo es que tienen que utilizar los instrumentos de los que disponen e ir probando hasta dar con algo que les convenza.

¿Qué es lo que a usted le motiva?

En nuestra sociedad hay muy pocas personas realmente libres para decir lo que piensan. Yo me encuentro en una posición extremadamente afortunada porque tengo el grandioso regalo de la libertad y creo que debo intentar usarlo para hacer algo útil por la sociedad. Mientras siga creyendo en eso y tenga algo que decir, continuaré intentándolo.

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1  Para estos ecosistemas, el control de la creatividad es importante con el fin de asegurar que el artista recibe la compensación que le incentivará a seguir creando.
2  En ella, el que crea lo hace por amor al arte y no por dinero.

El propósito de OMPI Revista es fomentar los conocimientos del público respecto de la propiedad intelectual y la labor que realiza la OMPI, y no constituye un documento oficial de la Organización. Las denominaciones empleadas en esta publicación y la forma en que aparecen presentados los datos que contiene no entrañan, de parte de la OMPI, juicio alguno sobre la condición jurídica de ninguno de los países, territorios o zonas citados o de sus autoridades, ni respecto de la delimitación de sus fronteras o límites. La presente publicación no refleja el punto de vista de los Estados miembros ni el de la Secretaría de la OMPI. Cualquier mención de empresas o productos concretos no implica en ningún caso que la OMPI los apruebe o recomiende con respecto a otros de naturaleza similar que no se mencionen.