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Hecho a mano en Tailandia: crear marcas para las comunidades locales

Septiembre de 2012

Por Francesca Toso, Sector de Desarrollo, OMPI


(foto: iStockphoto/ © enviromantic)

En las comunidades rurales de Tailandia abundan los artesanos altamente cualificados, quienes en su mayoría se dedican al cultivo del arroz a tiempo completo. Los productos artesanales que crean empleando conocimientos y técnicas ancestrales constituyen un útil complemento a los ingresos obtenidos de la agricultura y una importante protección ante los azares de la actividad agrícola. Por ejemplo, en 2011 muchas de estas comunidades se vieron azotadas por las peores inundaciones en decenios, que afectaron a 13 millones de personas y tras las que 65 de las 77 provincias del país fueron declaradas zonas de desastre por inundaciones. Los ingresos constantes derivados de los productos artesanales de gran calidad prometen mayor seguridad financiera a los habitantes de las zonas rurales.

Una iniciativa en el marco de la Agenda de la OMPI para el Desarrollo

En 2010, la OMPI, en colaboración con el gobierno de Tailandia y la Universidad Politécnica Rey Mongkut (KMUTT), comenzó a ayudar a tres comunidades rurales en la utilización del sistema de propiedad intelectual (P.I.) para realzar el valor y la viabilidad comerciales de sus productos artesanales. La iniciativa se enmarca en un innovador proyecto de la Agenda de la OMPI para el Desarrollo que tiene por objeto contribuir al fomento de las empresas locales a través de la P.I. y las marcas. Entre los productos artesanales incluidos en el programa figuran algunos de los más emblemáticos del país, que reflejan la envergadura de la creatividad en Tailandia, la profundidad de sus tradiciones locales y su significativo potencial comercial. Entre ellos se encuentran los productos de mimbre finamente tejidos que elaboran los artesanos de Bang Chao Cha, los textiles de algodón de colores creados en Mae Chaem y los suntuosos brocados de seda producidos en Lampoon.

Estas comunidades, junto con las autoridades tailandesas, tienen sumo interés en fomentar la creación de empresas en la comunidad, mejorando el valor comercial de sus productos a través de estrategias de marca eficaces. “Trabajamos en un mercado mundial muy competitivo en el que abundan productos similares. Crear una marca para informar eficazmente del origen del producto, su calidad y los materiales y conocimientos locales empleados en su producción y la identidad del productor es algo fundamental para que los productos resulten más competitivos y comercializables”, señala Veeranan Nidlanuvong, Director Adjunto del Departamento de Fomento Industrial de Tailandia.

Los expertos en P.I. Fabrice Mattei y Akkharawit Kanjanaopas, socios del bufete de abogados especializados en P.I. Rouse International de Bangkok, están colaborando con la OMPI para aplicar el proyecto en Tailandia. En primer lugar, evaluaron las cualidades y la viabilidad comercial de los productos para determinar cuál sería la forma de protección de la P.I. más apropiada para ellos. Seguidamente, examinaron las necesidades en materia de formación de cada comunidad para garantizar que las empresas e instituciones locales adquiriesen un entendimiento sólido de cómo emplear signos distintivos, como marcas colectivas o de certificación e indicaciones geográficas, para impulsar sus marcas. Todo ello fue importante para lograr el objetivo principal del proyecto, esto es, crear las condiciones que permitan a cada una de las comunidades realzar el valor y la viabilidad comerciales de sus productos de origen.

“Cada comunidad obtendrá algo distinto (del proyecto de la OMPI) porque sus necesidades son diferentes, pero al final todos mejorarán sus capacidades para utilizar la P.I.”, señaló el Dr. Akkharawit. “Esperamos que todas las comunidades hayan aprendido gracias a esta experiencia y sean capaces de aprovechar el valor de sus productos. Y, lo que es más importante, cada comunidad podrá también transmitir su legado cultural, que, de lo contrario, se perdería”.

Los productos de mimbre de Bang Chao Cha

Las llanuras centrales de Tailandia albergan la mayor zona de cultivo del arroz del país. El singular paisaje de la región, salpicado de arrozales, pequeños lagos y marismas que se entrecruzan con bosques seminaturales y campos de bambú, es fuente de inspiración para gran parte de su arte y cultura. En esta fértil llanura se encuentra el pueblo de Bang Chao Cha, donde una comunidad de tejedores de mimbre, en su mayoría mujeres, emplean técnicas ancestrales para elaborar varios productos de bambú finamente tejidos, como cestas, bolsas y bandejas. Dichos productos se venden en toda Tailandia y, en menor medida, en otros países. Los habitantes del pueblo trabajan juntos en la cooperativa de tejedores de mimbre de la comunidad y desean mejorar sus productos y elevar al máximo el valor comercial de los mismos.


El arte tradicional del mimbre en Bang Chao Cha
(foto: Rouse & Co. International, Intellectual Property)

El equipo del proyecto de la OMPI empezó a colaborar con los tejedores de Bang Chao Cha en 2010, familiarizándolos a ellos y a las autoridades locales con el mundo de la P.I. El equipo hizo hincapié en cómo los diseños industriales pueden proteger los aspectos estéticos de la artesanía; en el modo en que el derecho de autor protege las creaciones originales; en el papel de las marcas a la hora de distinguir los productos propios de los de los competidores; y en cómo las indicaciones geográficas pueden contribuir a forjar una reputación de productos especializados de gran calidad. La cooperativa de la comunidad, teniendo esto en cuenta y deseosa de seguir fortaleciendo sus negocios, empezó por crear una marca colectiva, que supone un primer paso importante para distinguir sus productos de los productos de los competidores.

Mantener las técnicas y los conocimientos tradicionales que se emplean en la elaboración de productos artesanales locales supone un desafío continuo para los artesanos, al que se añade la necesidad de innovar para satisfacer el gusto siempre cambiante de los consumidores. Los profesores y estudiantes de la KMUTT se percataron de este dilema y colaboraron estrechamente con los tejedores de Bang Chao Cha, tanto jóvenes como mayores, para elaborar diseños innovadores de los productos tradicionales.

“Los estudiantes de diseño de productos de la KMUTT ayudaron a los estudiantes de la escuela templo local a activar su capacidad de innovación”, explica Nanthana Boonla-or, profesora de la Escuela de Arquitectura y Diseño de la KMUTT. “Ha sido una experiencia muy fructífera que da cuenta de las muchas ventajas que pueden dimanar de la colaboración estrecha entre la comunidad y las universidades”.

“Hemos tomado como inspiración los recipientes de arroz tradicionales hechos de bambú y las trampas para peces que se utilizaban antiguamente, para crear nuevos productos y diseños. Al tiempo que intentamos mantener vivos los métodos tradicionales, jugamos con la idea de introducir nuevas opciones, proporciones y colores”, dice Wanas, estudiante de la KMUTT que ha colaborado con los tejedores.

La OMPI y sus socios llevan trabajando dos años con la cooperativa de tejedores en cuestiones relacionadas con la P.I. y el desarrollo empresarial, y ello ha dado lugar a la creación de una nueva marca colectiva de “Artesanía en Mimbre de Bang Chao Cha”. La marca está lista para su registro ante el Departamento de Propiedad Intelectual de Tailandia en nombre de la autoridad del distrito.

Los textiles de colores de Mae Chaem


Elaboración del teenchok: mujeres de Mae Chaem
en el telar


Colores y patrones tradicionales del teenchok
de Mae Chaem (fotos: Rouse & Co. International,
Intellectual Property)

Si bien la agricultura es el sustento principal de la comunidad rural de Mae Chaem, en la región de Chiang Mai, ubicada en el norte de Tailandia, los textiles tejidos constituyen una útil fuente de ingresos adicionales. Los tejidos textiles particulares de la región, con sus estampados característicos de animales, plantas o flores y elaborados con tintes naturales, reflejan la cercanía entre la gente y su entorno natural.

Estos textiles, conocidos como teenchok, forman parte de la vida de las mujeres de Mae Chaem. “En Mae Chaem tejemos el teenchok para nuestro uso personal y para venderlo”, señala Kaysorn Kannyka, dirigente de la cooperativa local de tejedoras. “Cada teenchok es único, puesto que cada patrón queda determinado por el color de los hilos de algodón que elija la tejedora y los imaginativos patrones que ésta cree”, explica. Una tejedora puede realizar dos piezas de teenchok al mes si trabaja a diario, sin embargo, dado que la agricultura, principal fuente de ingresos, ocupa la mayor parte del tiempo de las mujeres, habitualmente se necesita un mes para terminar una pieza.

La cooperativa de la comunidad de Mae Chaem se ha dado cuenta de las ventajas de la P.I. y ya ha adoptado medidas para que sus productos obtengan la condición de indicación geográfica. El equipo del proyecto de la OMPI ayudó a finalizar el proceso, orientando y aconsejando a los miembros de la cooperativa acerca del código deontológico y los requisitos de trazabilidad necesarios para garantizar el origen de los productos de Mae Chaem y su cumplimiento de las normas acordadas de producción. Estos importantes avances permitieron registrar en Tailandia la indicación geográfica del teenchok de Mae Chaem.

“Las características específicas del teenchok de Mae Chaem (la calidad de la tela y los métodos tradicionales de producción), son tan importantes que el mejor camino a seguir es adoptar una estrategia de marca basada en el registro de una indicación geográfica. Ello garantizará que los textiles de Mae Chaem sobresalgan ante otras telas similares producidas en otros sitios” explica el Dr. Akkharawit. “La indicación geográfica de Mae Chaem permite ilustrar el proceso de creación del teenchok: todo empieza con artesanas altamente cualificadas que dedican mucho tiempo y energía a tejer sus propias variedades a partir de 16 patrones tradicionales, cada uno con un significado distinto, para crear piezas de tela únicas. Gracias al registro de la indicación geográfica, la comunidad puede labrarse una reputación como lugar de producción de productos especiales de gran calidad y abrirse un hueco en el mercado y conseguir precios elevados por sus telas”.

Los miembros de la cooperativa de Mae Chaem no se amilanan por el rigor y disciplina que deben demostrar para cumplir las estrictas normas de producción necesarias para obtener la protección de la indicación geográfica. Para ellos se trata de un pequeño precio que han de pagar por mejorar la reputación de sus productos y por la promesa de mayores ingresos. “Además de enorgullecernos de nosotros mismos y de nuestra cultura, el proyecto está mejorando también la calidad de nuestros productos. Ahora podemos colocar nuestro producto de forma más eficaz y trabajar con un grupo más fiable de compradores. Con ello podemos aumentar el precio de nuestras telas y los ingresos económicos para la comunidad”, señala el Dr. Panya, de la Oficina de Licencias Tecnológicas y el Vivero Empresarial de la Universidad de Chiang Mai.

El brocado de seda de Lampoon

El elaborado brocado de seda, conocido como Yok Dok de Lampoon, que se produce en el distrito septentrional de Lampoon, es un textil exquisito inspirado en la tradición de la seda real tailandesa que utiliza la alta sociedad de Tailandia. Esta suntuosa tela de gran calidad ya está protegida como indicación geográfica en Tailandia.


La fabricación del brocado de seda de Lampoon
cuenta con el patrocinio de la Reina Sirikit de Tailandia
(foto: Rouse & Co. International, Intellectual Property)

“El registro como indicación geográfica sirve para que se reconozcan como productores del Yok Dok de seda de Lampoon únicamente a los de la provincia de Lampoon”, afirma Pornraveed Poohareaon, Director General Adjunto de la Autoridad Local de Lampoon. “Además de proteger los intereses de los productores, también ayuda a controlar la calidad y el nivel de los productos. En la etiqueta de la indicación geográfica se incluye información sobre las características de la tela, inclusive su patrón, el nombre del tejedor y un número de identificación único que garantiza su trazabilidad”.

El papel del equipo de la OMPI en Lampoon consistió en aconsejar a los productores acerca de cómo aprovechar mejor la condición de indicación geográfica de sus productos, centrándose en particular en elaborar estrategias de mercado e identificar a posibles compradores y distribuidores. El equipo también ayudó a la comunidad a participar en un proyecto financiado por la Unión Europea, a través del cual los productores accedían a someterse a un proceso de certificación por terceros para garantizar la originalidad, trazabilidad y alta calidad de su brocado de seda protegido con la indicación geográfica. Ello ha permitido avalar los estrictos controles de calidad comunitarios, ha consolidado la marca y ha fortalecido el potencial de exportación de esta tela.

Tanto si las comunidades buscan mayor visibilidad en los mercados de exportaciones como convertirse en marcas muy conocidas en Tailandia, el proyecto de la OMPI sobre P.I. y comercialización de productos para el fomento de las empresas ha resultado muy útil para familiarizar a la comunidad con la P.I. y ha sentado las bases para que estos productores puedan comercializar sus productos de forma más eficaz. “Las estrategias de marca que hemos adoptado proporcionan la oportunidad de abrirse a mercados de exportación en los que los compradores extranjeros pueden conocer los productos, su origen y las tradiciones que conllevan”, señala el Dr. Akkharawit.

El desarrollo de una estrategia eficaz en materia de P.I. constituye una parte esencial del proceso de comercialización, pero sólo es un primer paso. En los próximos meses del proyecto, que se extenderá hasta mediados de 2013, el quipo ayudará a las comunidades destinatarias a elaborar estrategias eficaces de comercialización y distribución. Si bien el valor de este apoyo es incalculable, el éxito dependerá en última instancia de la voluntad y el instinto empresarial de los propios productores. “Serán las comunidades quienes dirigirán el proceso y marcarán sus propios objetivos para el futuro”, apunta el Dr. Akkharawit. El destino del proyecto “Hecho a mano en Tailandia” y las marcas distintivas y los conocimientos ancestrales que representa, así como la promesa de desarrollo empresarial para las generaciones venideras, está en manos de las comunidades.

 

 

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