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Hacer películas en México: una perspectiva desde dentro

Noviembre de 2012

Por Roberto Girault, productor y director de cine independiente

En los últimos 10 años, la industria del cine en México ha dado muestras de una vuelta a la época dorada del cine de los años 1940 y 1950, con los éxitos cosechados, tanto dentro como fuera del país, por sus directores: Guillermo del Toro (El laberinto del fauno), Alejandro González Iñárritu (Babel) y Alfonso Cuarón (Harry Potter y el prisionero de Azkaban), y sus actores: Salma Hayek, Gael García Bernal (Diarios de motocicleta, Babel) y Diego Luna (Milk). Aunque los incentivos del Gobierno han sido fundamentales para impulsar esta revitalización, los directores independientes siguen afrontando numerosos problemas. En este artículo, el productor y director de cine independiente, Roberto Girault, explica su experiencia en la realización de la taquillera película mexicana, El Estudiante, y comparte su personal punto de vista sobre la industria cinematográfica en el país.


Roberto Girault (arriba) señala que la
infraestructura cinematográfica de México
es actualmente una de las más desarrolladas
del mundo, pero la industria de cine del país
sigue siendo vulnerable debido al escaso
acceso al mercado y al corrosivo efecto
de la piratería de películas.
(Foto: Halo Studio)

Hace tres años produje y escribí, en colaboración con Gaston Pavlovich, y dirigí mi primera película en México. El estudiante, película que se estrenó en 2009, se convirtió en una de las películas de mayor éxito en el país. La vieron más de un millón de personas en los cines de todo México y más de cuatro la vieron por televisión cuando se emitió por primera vez, dos años después; además, a finales de 2010 se habían vendido más de 130.000 DVD. La distribuidora, Quality Films, calcula que se hubieran vendido 300.000 unidades más si no hubiera sido por la creciente piratería, que socava la sostenibilidad económica de las industrias creativas en mi país, como ocurre en otros lugares del mundo.

El estudiante no es una emocionante película para adolescentes ni un gran espectáculo de acción o aventuras conforme a una fórmula internacional; no tiene efectos especiales, no actúan grandes estrellas y no explota ni dramatiza los problemas de la violencia de las bandas que han asediado mi país. Se hizo con un presupuesto modesto, unos 1.500.000 dólares EE.UU., que logramos reunir con la ayuda de inversores locales privados y un plan de incentivos fiscales del Gobierno. El estudiante es la simple historia de un hombre tranquilo que, ya en la setentena, encuentra el valor de cumplir el sueño de toda su vida de convertirse en estudiante. Esta decisión lo lleva a emprender un último y agridulce viaje en el que se descubrirá a sí mismo y en el que se convertirá en “profesor” de sus jóvenes compañeros de clase de literatura y teatro. Lo que él puede enseñar no tiene nada que ver con la universidad, sino con el arte de amar y de dar. Lo que él recibe a cambio de sus compañeros es la oportunidad de observar su transformación y alcanzar la madurez como seres humanos.

Cuando el coguionista de la película, Gaston Pavlovich, el actor principal, Jorge Lavat y yo presentamos nuestra película en México, la gente nos agradecía que nos hubiéramos atrevido a reflejar y celebrar las cualidades de afirmación de la vida de la cultura mexicana. El estudiante captó el ambiente de la cultura mexicana y tocó un punto sensible del inconsciente colectivo de los mexicanos. Y sin embargo, pese a su repercusión cultural y al valor económico añadido que produjo, mi película, como muchos otros proyectos en México, estuvo a punto de no llegar a materializarse.

Los directores de cine mexicanos afrontan dos problemas principales

Yo quiero hacer películas en México sobre vidas e historias mexicanas reales, pero es un sueño que se topa con muchas trabas. El cine mexicano se enfrenta a dos grandes paradojas que dejan a las pequeñas y medianas empresas cinematográficas como la mía en una precaria posición. Invertimos un esfuerzo enorme para poder vivir de nuestra creatividad y encontrar la financiación y los canales de distribución adecuados para hacer películas con las que se busca expresar nuestra cultura nacional y toda su riqueza y complejidad.

Escaso acceso al mercado

La primera paradoja se encuentra en el mercado de exhibición de películas. México cuenta con una infraestructura cinematográfica de primera calidad. En 2009, con 180 millones de entradas vendidas, México pasó a ser el quinto país del mundo en el número de entradas de cine vendidas, por delante del Reino Unido, el Japón, Alemania y la Federación de Rusia. Con todo, pese a su envergadura (más de 4.500 salas en todo el país) y eficiencia, en los cines nacionales apenas se estrenan películas nacionales independientes, sino que tienden a favorecerse las películas internacionales más taquilleras, que gozan de un gran apoyo promocional y la promesa de atraer grandes audiencias frente a cualquier otro tipo de películas. Las películas mexicanas que logran estrenarse en pantallas de cine locales suelen caer en un círculo vicioso: las cadenas de cine las apartan de las pantallas tan solo al cabo de una semana para dar cabida a películas de apariencia más productiva. Y así comienza el lento proceso de su asfixia comercial. Sin recibir una oportunidad para crearse un público mediante el boca a boca, las películas nacionales apenas se exhiben.

Para solucionar la situación, el Gobierno mexicano introdujo hace poco una norma nueva y útil que obliga a los administradores de los cines a mantener en pantalla las películas mexicanas que sean la primera obra de su director durante un mínimo de dos semanas. No obstante, la medida ha tenido un éxito limitado, ya que los cines han logrado soslayar la obligación exhibiendo las producciones nacionales en horarios laborables o nocturnos, cuando la audiencia es más escasa.

Con El estudiante, nuestro distribuidor, Luis Calzada (Quality Films) invirtió un gran esfuerzo para lograr un buen estreno de la película. Contrariamente a lo que suele pasar con las películas mexicanas, se distribuyeron 100 copias gracias a los fondos del Gobierno de Guanajuato, la provincia en la que se rodó la película. Sin embargo, a finales de la primera semana la presión por parte de las cadenas de cine era tan grande que en la segunda semana solo se proyectó la mitad del número inicial de copias. Al final de la tercera semana, el boca a boca empezó a surtir efecto y la película logró un gran éxito. Al final, El estudiante batió todos los récords y se mantuvo en pantalla durante 22 semanas, algo que no pasaba en los últimos años con las películas nacionales.


El director de cine Roberto Girault (detrás de la
cámara) en el rodaje, dirigiendo al actor Jorge
Lavat (Chano) en la película El estudiante, una de
las películas mexicanas más taquilleras.
(Foto: Halo Studio)

Aunque El estudiante fue todo un éxito de taquilla, en México muy pocas películas logran siquiera llegar a los cines, y las que lo consiguen quedan atrapadas en un círculo vicioso que produce el escaso gasto en marketing, un reducido número de copias y muy poco tiempo en las pantallas. Aun tratándose de buenas películas (y lo son con frecuencia), el fracaso comercial se convierte en una profecía inexorable. En 2009, el año en que dirigí El estudiante, de las 66 películas que se estrenaron en las pantallas de los cines mexicanos, sólo 16 lograron recuperar o superar los ingresos de taquilla previstos.

Piratería

La segunda paradoja tiene que ver con la distribución de películas y la protección de los derechos de los directores de cine. Con tan pocas oportunidades para que las películas se proyecten en los cines, los productores y directores independientes, como yo, y los distribuidores independientes, como Luis Calzada, soportamos una enorme presión para lograr afianzarnos en otros mercados, si queremos que nuestras películas sean viables económicamente. Si bien las plataformas de cine en Internet empiezan a dar sus primeros pasos en México, la venta de DVD y las emisiones televisivas nacionales deberían ser la salida comercial natural. La piratería consigue, no obstante, que la mayoría de las películas nacionales sólo alcancen una parte de su valor real en este importante mercado.

La piratería es el azote de los directores de cine, tanto de los importantes como de los menos conocidos. Sin embargo, sus consecuencias son mucho más devastadoras para los directores de cine independientes, habida cuenta de las condiciones de incertidumbre y limitaciones económicas en las que trabajan y su reducida capacidad para soportar la posible erosión de los ingresos de taquilla.

Para los directores independientes, la piratería no supone únicamente un duro golpe por pérdidas de ingresos de taquilla, sino que afecta también a otras posibles fuentes de ingresos de la cadena de distribución. Si las calles están inundadas de copias ilegales de nuestras películas cuando todavía están tratando de atraer al público en los cines, su valor disminuye en otras partes del mercado de consumo. En México, los organismos de radiodifusión televisiva son conocidos por las escasas tasas de licencia que pagan sobre los derechos de las películas nacionales con el argumento de que, una vez que la película ha sido ampliamente pirateada, el valor de su debut televisivo se reduce enormemente. La piratería mina las bases mismas de la pirámide de financiación del cine independiente, ya de por sí frágil.

En mayo de 2012, presenté El estudiante ante un grupo de delegados de la OMPI en una exhibición organizada por las Misiones Permanentes de México y de los Estados Unidos ante las Naciones Unidas en Ginebra. El acto supuso para mí una excelente oportunidad para señalar a la atención de los responsables de la elaboración de políticas la importancia del derecho de autor y los derechos exclusivos, no solo para los directores de cine mexicanos, sino para todos los directores de cine y empresarios de la industria cinematográfica de todo el mundo.

Incentivos del Gobierno

En los últimos años, el Gobierno mexicano ha introducido nuevos incentivos en forma de bonificaciones que han tenido una importancia crucial en el apoyo de la industria nacional. Sin duda, estas medidas han fomentado la producción de películas en el país, y gracias a ello los directores de cine independientes pueden hacer películas en las que captan distintos aspectos de la cultura contemporánea de México con todo su dramatismo y profundidad. En gran parte, a tales incentivos se debe asimismo que actualmente México produzca más de 60 películas financiadas cada año con fondos nacionales. Sin embargo, los incentivos del Gobierno, independientemente del apoyo que confieran, solo pueden servir para crear industrias creativas sostenibles. Y pueden contribuir a que la enormemente arriesgada actividad económica que supone la producción de películas sea una propuesta más atractiva, pero, en última instancia, los inversores necesitan estar seguros de que obtendrán unos ingresos de la posterior licencia de los derechos de la película en diferentes mercados de consumo. Sin esa seguridad, las distintas industrias creativas acaban, tras debatirse, por hundirse.

Garantizar que las industrias creativas, como pueda ser el sector de cine independiente, tengan una protección eficaz de derecho de autor, unido a la determinación de combatir la piratería, es fundamental para fomentar el crecimiento sostenible de la industria cinematográfica. En un momento en que la industria cinematográfica internacional está buscando el entorno más seguro y favorecedor para hacer y distribuir películas, ese planteamiento puede influir decisivamente en las decisiones de inversión. Los beneficios a largo plazo son evidentes en lo que respecta a la creación de un entorno que fomenta la actividad económica y la creación de puestos de trabajo.

En los últimos 10 años, el cine mexicano ha experimentado un ligero renacimiento. Directores y guionistas como Alfonso Cuarón, Guillermo Arriaga, Alejandro Iñárritu o Guillermo del Toro han encabezado importantes producciones internacionales y han conquistado al mundo con obras originales y potentes. Los mejores cineastas del país son objeto de una demanda mundial, y la competencia y diligencia de los “productores ejecutivos” y los técnicos atraen importantes proyectos cinematográficos a los modernos estudios y diversos lugares de rodaje. La infraestructura del cine de México es actualmente una de las más modernas del mundo. Todos estos elementos son activos que no se pueden negar, pero la industria del cine mexicana seguirá siendo vulnerable si el valor económico de las películas nacionales sigue saliendo perjudicado con el escaso acceso al mercado y si la piratería sigue corroyendo la importancia de los derechos sobre las películas.

 

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