Cardiopad: conectados al corazón de las comunidades rurales de África
Por Edward Harris, División de Comunicaciones de la OMPI
En un dispensario remoto de Mbankomo, situado en una carretera de tierra roja del Camerún, un médico coloca unos electrodos en el pecho de un paciente que se encuentra tumbado sobre una camilla. Entre murmullos tranquilizadores, el médico generalista anota los datos cardíacos del paciente en una tableta médica de pantalla táctil diseñada en África. Los datos obtenidos se transmiten a continuación de forma inalámbrica mediante la red de telefonía móvil a los especialistas que se encuentran en centros de las zonas urbanas distantes para que los interpreten, realicen un diagnóstico y prescriban el tratamiento correspondiente.
Vídeo: Arthur Zang, Inventor del Cardiopad Video | En YouTube
Al posibilitar la realización de pruebas como un electrocardiograma (ECG) en aldeas lejanas, la tableta permite ofrecer atención cardíaca de calidad en los dispensarios remotos de las zonas rurales, que por lo general están muy mal equipados, a los que acuden los cameruneses cuando necesitan atención de salud. El dispositivo conecta a los pacientes con afecciones cardíacas de las zonas rurales, muchos de ellos sin medios, tiempo, contactos ni fuerzas para desplazarse hasta la gran ciudad, con los pocos cardiólogos que hay en el país, que se encuentran casi todos en las zonas urbanas.
El Cardiopad es un dispositivo capaz de salvar vidas, diseñado en el Camerún para hacer frente a un problema camerunés que, no obstante, afecta a gran parte de África. Es creación del ingeniero de 26 años Arthur Zang. Por ahora, la lectura e interpretación de los datos cardíacos son una simulación, pero eso cambiará pronto si todo sale como ha previsto el Sr. Zang.
El Sr. Zang, ganador de numerosos premios y becas en el extranjero, espera que su invención (imagínense un iPad con un software casero creado para ser utilizado en las zonas rurales de África) revolucione la atención cardíaca en el Camerún. Para él, su negocio es también una cuestión personal.
“Hay mucha gente en mi familia que padece afecciones cardíacas”, comenta en relación con el reciente fallecimiento de su tío a causa de una dolencia relacionada con el corazón. “Todo esto me ha afectado personalmente, pero, por encima de todo, creo que me ha incitado, porque conozco de primera mano cómo es la vida diaria de la gente en las aldeas…yo mismo viví en una y sé lo difícil que es conseguir atención especializada”.
Según el Sr. Zang, en el Camerún, un país de alrededor de 22 millones de habitantes, solo hay unas pocas decenas de cardiólogos, concentrados en los centros urbanos como la capital, Yaundé, o la principal ciudad portuaria, Duala. Aproximadamente la mitad de la población del país vive en zonas rurales, según el Banco Mundial, y otra parte importante vive en zonas urbanas en las que no se tiene acceso a cardiólogos.
Potencial para salvar vidas
El joven ingeniero se dio cuenta de que había un problema y se propuso solucionarlo. En 2009, siendo aún estudiante, el Sr. Zang empezó a desarrollar un software que podía ayudar a los médicos a controlar la salud cardíaca de sus pacientes. Se puso en contacto con un cardiólogo de Yaundé, el profesor Samuel Kingué, que le ayudó a comprender mejor el tipo de soluciones que se necesitaban desde el punto de vista técnico. Con esta información, el joven ingeniero pudo finalmente escribir un programa que subió a un dispositivo genérico. Pronto se dio cuenta de que necesitaba la flexibilidad de una plataforma propia y decidió desarrollar su propio equipo informático, el Cardiopad, que según el Sr. Zang, es la primera tableta médica de África.
El Cardiopad cuenta con una interfaz de pantalla táctil fácil de usar que se adapta a las necesidades de los profesionales sanitarios de las zonas alejadas, que pueden no estar familiarizados con los dispositivos informáticos más avanzados y carecer de los conocimientos especializados necesarios para utilizarlos. En las pruebas realizadas por la comunidad científica del país, el Cardiopad ha demostrado tener una fiabilidad del 97,7%. Su fabricación es sólida, a fin de resistir el clima húmedo y los impactos que pueda sufrir al ser transportado por carreteras llenas de baches, y que a menudo están sin asfaltar y son de tierra, como la que lleva al dispensario de Mbankomo. El dispositivo está preparado asimismo para resistir los frecuentes cortes del suministro eléctrico que se producen en el Camerún y en toda África. Su batería le da una autonomía de unas 6 horas a pleno rendimiento.
Gracias a la financiación de unos 30.000 euros del Gobierno del Camerún, el Sr. Zang pudo crear un prototipo y posteriormente viajar a China, en donde encontró una fábrica en la que producir una serie limitada de Cardiopads mientras buscaba asociados que le ayudaran a financiar su proyecto. La obtención de inversiones ha sido complicada. No resulta fácil conseguir los contactos adecuados en las empresas extranjeras y tampoco es sencillo despertar el interés de los posibles inversores. El dispositivo está pensado para ayudar a los habitantes de comunidades rurales y empobrecidas de África, una perspectiva que no resulta alentadora para todas las empresas, afirma el Sr. Zang. Por ello, su intención es utilizar un modelo muy moderno de financiación, la financiación colectiva mediante plataformas como Kickstarter, que permite a los usuarios donar fondos o adquirir acciones de empresas incipientes.
Por el momento está a la búsqueda de más financiación que sumar a la beca de 50.000 francos suizos que obtuvo gracias al Premio Rolex Laureado Joven 2014. A pesar de las restricciones que impone la financiación, las tabletas piloto que ha podido fabricar se encuentran en la actualidad en período de pruebas en hospitales del Camerún.
El objetivo del Sr. Zang es poder fabricar su dispositivo y ponerlo a la venta a unos 2.200 euros, que es un precio bastante inferior al de otros dispositivos menos portátiles disponibles en el mercado. De esta forma se espera que los hospitales que adquieran este dispositivo de bajo costo puedan reducir el precio de los exámenes médicos y acelerar la obtención de diagnósticos.
Obtención de la patente del Cardiopad
El Sr. Zang decidió asimismo recurrir al sistema de propiedad intelectual (P.I.) a fin de estimular el avance de su trabajo. En diciembre de 2011 solicitó una patente por medio de la Organización Africana de la Propiedad Intelectual (OAPI) en Yaundé [véase el recuadro]. Posteriormente, la OAPI le concedió una patente (Nº 16213) sobre su tecnología que abarcaba algunos aspectos tanto del software como del equipo informático.
La obtención de una patente fue un paso importante para el Sr. Zang. “Lo hice para estar tranquilo”, afirma, “y también para proteger el producto y obtener mucha más credibilidad, por ejemplo a los ojos de los asociados con los que pretendía firmar contratos a fin de poder fabricar y posteriormente vender el producto”.
Cuando los fondos lo permitan, tiene también la intención de registrar como marcas el Cardiopad y su empresa, Himore Medical, que es la que fabrica la tableta en la actualidad.
“El sistema de propiedad intelectual puede ayudar a los africanos, ya que permite añadir credibilidad a nuestros productos, y la credibilidad repercute en el plan de negocios, porque si no eres creíble es muy difícil vender un producto”, observa el Sr. Zang.
En busca de nuevos avances
Este empresario en ciernes ya está colaborando con otros jóvenes ingenieros cameruneses en el desarrollo de una serie de nuevos dispositivos y tecnologías médicos para las zonas rurales. Señala que, a su juicio, en el Camerún existe una desconexión en el entorno de la innovación, sobre todo en el ámbito de la medicina, ya que muchos creadores e inventores son jóvenes como él (aproximadamente la mitad de la población del país es menor de 18 años), por lo que, por lo general, no están expuestos a las dolencias para las que se han concebido productos como el Cardiopad.
Además, se está produciendo una emigración masiva de la población hacia las zonas urbanas, y los habitantes de las ciudades pueden obviar fácilmente las necesidades de las personas que viven en las zonas rurales y remotas. Según el Sr. Zang, para innovar es necesario tener una mentalidad flexible, un conocimiento profundo de un ecosistema económico en su totalidad y capacidad para comercializar las ideas.
“No basta con tener ideas de ingeniería”, afirma, “es necesario ir más allá y averiguar cuáles son los problemas a los que se enfrentan los africanos y luego investigar a fin de buscarles solución, subvencionar la creación de empresas y crear incubadoras de empresas que den sustento a los proyectos, a los investigadores y a los ingenieros, y les ayuden de verdad a dar el salto del laboratorio a la fábrica”.
En pos de un sueño
A la larga, el sueño del Sr. Zang es seguir trabajando para “mejorar las condiciones de vida”, diversificando sus actividades hacia otros ámbitos de la tecnología médica, con la mente puesta en el desarrollo de dispositivos especialmente adaptados a la ecografía y la radiología.
En el dispensario de Mbankomo es evidente que este tipo de materiales más sofisticados brillan por su ausencia. El dispensario es austero y está situado en un edificio de una sola planta rodeado de un terreno bien cuidado y acondicionado, salpicado de árboles de sombra. Las salas en las que se atiende a los pacientes se refrescan abriendo las ventanas y cuentan con muy poca maquinaria avanzada. El Sr. Zang cuenta que los médicos que trabajan en esas instalaciones están abrumados ante las necesidades sanitarias de los pacientes, que pueden ser desde triviales hasta mortales. Poder conectar estos dispensarios con hospitales mejor dotados de otros lugares por medio del sistema de telefonía móvil supone tender una mano salvadora.
A largo plazo, el Sr. Zang espera poder fabricar el Cardiopad en el Camerún y ayudar al país a convertirse en un centro de fabricación de dispositivos de bajo costo adaptados específicamente a mercados y entornos de recursos escasos, como por ejemplo los de África Occidental.
“Esto ayudará a reducir los costos de los exámenes médicos y el precio de la buena salud en todas las regiones y en las aldeas”, afirma. “Ese, ese es mi más ardiente deseo”.
Acerca de la OAPI
La OAPI (Organización Africana de la Propiedad Intelectual) es la organización encargada de velar por la protección de los derechos de P.I. en la mayoría de los países africanos de habla francesa. Se creó en 1977 por medio del Acuerdo de Bangui con el fin de introducir una legislación uniforme de P.I. y crear una oficina común de la propiedad industrial en Yaundé (Camerún). La OAPI está integrada por 17 Estados miembros: Benin, Burkina Faso, Camerún, Chad, Comoras, Congo, Côte d’Ivoire, Gabón, Guinea, Guinea-Bissau, Guinea Ecuatorial, Malí, Mauritania, Níger, República Centroafricana, Senegal y Togo.
En cada Estado miembro la OAPI actúa como oficina nacional de P.I. y como organismo central en materia de documentación e información sobre P.I. Además, imparte capacitación y participa en la elaboración de políticas.
El propósito de OMPI Revista es fomentar los conocimientos del público respecto de la propiedad intelectual y la labor que realiza la OMPI, y no constituye un documento oficial de la Organización. Las denominaciones empleadas en esta publicación y la forma en que aparecen presentados los datos que contiene no entrañan, de parte de la OMPI, juicio alguno sobre la condición jurídica de ninguno de los países, territorios o zonas citados o de sus autoridades, ni respecto de la delimitación de sus fronteras o límites. La presente publicación no refleja el punto de vista de los Estados miembros ni el de la Secretaría de la OMPI. Cualquier mención de empresas o productos concretos no implica en ningún caso que la OMPI los apruebe o recomiende con respecto a otros de naturaleza similar que no se mencionen.