Los consumidores consideran que la P.I. es la clave de la innovación
Por Don Rosenberg, Vicepresidente Ejecutivo y Consejero Jurídico, Qualcomm Corp. (EE.UU.)
El estado de la innovación en la economía mundial es bueno. Por ahora.
En todo el mundo, la innovación es objeto de aprecio y de loa. Las empresas y los gobiernos, los agentes de comercialización y los educadores, la promueven como la clave de la supervivencia y la prosperidad. Para los consumidores, es el catalizador de cada una de las compras de los bienes que, en su conjunto, contribuyen a modificar el producto interno bruto de una u otra economía. Es el componente fundamental a partir del cual se plantean las preguntas siguientes: un producto o servicio ¿es lo suficientemente nuevo y mejorado como para facilitarme la vida o mejorarla? ¿Es superior a los productos o servicios de los competidores? ¿Vale la pena gastar en él más de mi dinero?
Automóviles, electrodomésticos, aparatos electrónicos de información y entretenimiento, equipos para empresas, vestimenta –en todos los sectores de la industria hay rivales que tratan de superar las innovaciones de los demás elogiando el poder de la “innovación”.
Pero algunos tipos de innovación inciden en la vida humana más que otros.
Una dinámica que los consumidores rara vez tienen en cuenta, pero que los gobiernos deben considerar, es que el tipo verdaderamente excepcional de innovación, que es fruto de inspiración, arduo trabajo e ingentes inversiones en tiempo, dinero o ambos, puede dar origen a lo que a veces es ponderado con un nombre más reverencial: la invención.
Qué se necesita para incentivar la invención
No son pocos los encargados de la formulación de políticas que olvidan lo que se necesita para incentivar el arduo trabajo, la inversión y la creatividad que dan vida a nuevas invenciones. Aunque celebremos los méritos de la innovación y ensalcemos la importancia cada vez mayor de la economía basada en los conocimientos, es fácil caer en el error de restar importancia al marco jurídico y económico que ha posibilitado la creación de las maravillas tecnológicas de la vida moderna.
Tomemos como ejemplo el teléfono móvil que, según más del 70% de las personas que respondieron a una encuesta mundial publicada en la revista TIME, es considerado la invención más útil de todos los tiempos. De hecho, los teléfonos inteligentes de hoy en día no son una única invención, sino que están compuestos por centenares o hasta miles de invenciones. Cada semana, según parece, se lanzan al mercado nuevos teléfonos inteligentes que tienen sus propias características únicas que nosotros, los consumidores, valoramos. Y el mercado es el metro que utilizamos para medir cuál es la característica preferida o qué fabricante hace el mejor trabajo de diseño. Puede suceder que una nueva función enamore a los consumidores; a veces es una forma original –el aspecto, el tacto, los botones– y a veces es una combinación de varias cosas. Fundamos nuestras decisiones en esas peculiaridades.
Sin embargo, olvidamos la ciencia y la ingeniería que posibilitan, en lo esencial, la creación de los teléfonos inteligentes, que permiten a centenares de millones de personas, en algún momento, conversar con amigos en cualquier parte del mundo, o recabar datos comerciales indispensables o descargar una canción o un vídeo de moda; todo ello utilizando el mismo espectro de onda que hace menos de dos decenios se limitaba a transportar un número reducido de llamadas, costosas y a menudo entrecortadas. A eso me refiero al hablar de invención y, en mi calidad de consejero jurídico de Qualcomm, me enorgullece describir las invenciones de la empresa que fomentan esa tecnología.
Es que soy un fanático de la invención, más allá del campo de las tecnologías de la comunicación.
La invención es inherente al ser humano
La invención es inherente al espíritu humano, y la historia de los inventores, tanto anónimos como famosos, forma parte de la trama de la historia de la humanidad. En parte, somos una especie única porque disponemos de los medios para descubrir cómo vivir mejor, más felices, más sanos. Ello nos ha llevado de la rueda al avión, de la bombilla de luz al radiotelescopio, del telégrafo al teléfono inteligente, y de la penicilina a lo que, se espera, serán tratamientos eficaces para el ébola.
Y si a veces los encargados de la formulación de políticas olvidan cómo hemos logrado acelerar rápidamente el ritmo de la invención en los dos últimos siglos, tengo el agrado de informar que muchos consumidores y líderes empresariales en todo el mundo no lo olvidan.
Cerca del 85% de los consumidores que respondieron a la encuesta de la revista TIME opina que vivimos en una era de invención, y la gran mayoría opina que cuanto mayor sea el respaldo que se da a la actividad inventiva, mayor será el impulso económico de un país.
Los consumidores reconocen que la P.I. desempeña un papel fundamental
Me fascina, en particular, la fineza de quienes han respondido a la encuesta, que reconocen que la clave de ese respaldo es la protección de la propiedad intelectual (P.I.). La encuesta revela que las patentes se consideran vitales en el proceso de invención porque ofrecen los mejores incentivos a los inventores para crear algo nuevo y útil y constituyen la única garantía de que los inventores, y quienes los respaldan financieramente, recuperarán y aprovecharán sus inversiones de tiempo y dinero. De los encargados de la toma de decisiones de las empresas internacionales que respondieron a la encuesta, el 84% dijo querer una protección más fuerte para la P.I., y quienes respondieron en las economías de mercados emergentes –que dijeron envidiar los sólidos sistemas de patentes de las naciones industrializadas– fueron los que con mayor probabilidad desearían contar con derechos de P.I. más fuertes, reconociendo que ellos conllevan el fomento de la equidad económica.
Las patentes son necesarias para fomentar las invenciones
En todo el mundo, el 90% de los consumidores opina que las patentes son necesarias para fomentar las invenciones.
El fundamento de los resultados de esa encuesta es claro: se reconoce que las patentes representan la promesa, sancionada por ley, de que durante un plazo limitado un inventor, grande o pequeño, es dueño de la invención que ha creado con su arduo trabajo.
No oculto mi interés en el debate público en torno a las patentes. Si no existieran las patentes, Qualcomm nunca habría podido crear, ni desarrollar constantemente, las tecnologías que consolidan el ecosistema mundial de comunicación inalámbrica.
Las tecnologías revolucionarias que hemos lanzado en el mercado hace dos decenios fueron objeto de burla y resistencia comercial por gran parte del sector de las comunicaciones inalámbricas. Sin embargo, logramos tranquilizar a nuestros primeros inversores con la promesa de que nuestras patentes protegerían sus inversiones. Actualmente, nuestra empresa da empleo a más de 30.000 personas –principalmente ingenieros que desarrollan la próxima generación de tecnologías de las comunicaciones móviles– y seguimos colaborando prácticamente con la totalidad del sector. Nuestras patentes nos permiten seguir introduciendo tecnologías transformativas que fomentan la competencia entre los fabricantes de dispositivos, con la consiguiente baja de los precios en beneficio de los consumidores.
Las patentes son el componente fundamental de nuestro círculo virtuoso de inversión en investigación y desarrollo, invención, concesión en licencia de las tecnologías que hemos inventado, para volver a destinar gran parte de los ingresos por concesión de licencias a nuevas actividades de investigación y desarrollo que, a su vez, darán origen a nuevas invenciones. Las patentes nos permiten asumir los riesgos de intentar hacer lo que nadie ha hecho, fracasando a veces, hasta alcanzar el éxito, porque sabemos que el éxito será recompensado.
Este entorno de invención e innovación puede sufrir los embates derivados de algunos intereses comerciales y de organismos gubernamentales que erróneamente procuran debilitar los derechos que confieren las patentes, tal vez por restarles importancia, tal vez por no entender su valor aunque, por lo que se observa en la encuesta de la revista TIME, ello contrasta con el reconocimiento generalizado de la importancia vital que las patentes tienen y han tenido en el progreso de la tecnología y la sociedad.
Es hora de que los encargados de la formulación de políticas se detengan a considerar lo que las personas que respondieron a esa encuesta ya pueden apreciar: las patentes han hecho posible mucho de lo que hoy en día valoramos, y debilitar los derechos que confieren las patentes trae consigo una consecuencia no deseada: la pérdida de innovaciones y nuevas invenciones que podrían operar cambios fundamentales en nuestras vidas.
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