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Enseñanzas de la transferencia de tecnología para hacer frente a la tuberculosis multirresistente

Mayo de 2015

por Catherine Jewell, División de Comunicaciones de la OMPI

En un mundo que presenta grandes desafíos en materia de salud, resulta comprensible que los debates sobre el acceso a los medicamentos contengan una carga emocional considerable.  Aunque a veces se percibe que la propiedad intelectual (P.I.) supone una barrera para el acceso, lo cierto es que la realidad es más compleja.  Un caso ilustrativo lo encontramos en la experiencia de Eli Lilly en cuanto a transferir su tecnología para la fabricación de dos tratamientos de segunda línea para la tuberculosis multirresitente (MDR‑TB).  En el marco de la Alianza Lilly MDR-TB, el gigante farmacéutico pudo eliminar de la ecuación del acceso a los medicamentos los derechos de P.I. y los precios.  No obstante, aún se tardó 12 años en poder garantizar un suministro sostenible a nivel local de sus medicamentos.

Transferir tecnología relativa a medicamentos de calidad garantizada a nivel internacional que sean seguros y eficaces es una tarea compleja que exige mucha dedicación en cuanto a recursos y tiempo. (Fotografía: Eli Lilly and Company)

Iain Richardson, Director Superior encargado de la fabricación a nivel mundial de medicamentos para la diabetes de Eli Lilly and Company, fue el responsable de llevar a buen puerto el mayor proyecto filantrópico jamás emprendido por la empresa.  En la presente entrevista analiza algunas de las enseñanzas principales extraídas de transferir tecnología farmacéutica a los países de ingresos medios y bajos.

¿Cómo surgió la Alianza Lilly MDR-TB?

A mediados de la década de 1990, la producción de Lilly de cicloserina y capreomicina ‑antibióticos contra la TB‑ era reducida y esporádica, y estaba a punto de empezar a eliminarse de forma gradual.  Pero en 1996, la organización sin fines de lucro Partners in Health (PIH) demostró en un estudio que la MDR-TB podía tratarse con éxito en un entorno de escasos recursos utilizando estos medicamentos como parte de un cóctel de medicamentos.  El estudio de PIH obtuvo unos índices de curación sin precedentes superiores al 80%.  Este descubrimiento, unido a las pruebas que demostraban la existencia de una prevalencia alarmantemente elevada de MDR-TB, suscitó un gran debate en el ámbito de la salud pública y avivó el interés por la cicloserina y la capreomicina.  Pero, teniendo en cuenta que cada año se registran aproximadamente 450.000 nuevos casos de MDR-TB, Eli Lilly no contaba con la capacidad suficiente para fabricar las cantidades necesarias, ni tampoco se podían conseguir versiones genéricas eficaces de estos medicamentos en otro lugar.

La empresa, preocupada ante la amenaza de esta crisis sanitaria, tuvo la idea de fortalecer las capacidades más cerca de los enfermos.  Encontrando asociados en los cuatro países más afectados, China, la Federación de Rusia, la India y Sudáfrica, en donde se registran el 60% de los casos de MDR-TB de todo el mundo, podríamos aumentar la capacidad mundial, reducir los gastos de fabricación y mejorar el acceso a medicamentos fabricados en el ámbito local.  Con esta idea, en 2003 se puso en marcha la Alianza Lilly MDR-TB.

¿Qué estrategia se siguió?

Sabíamos que el proceso de transferir nuestra tecnología iba a prolongarse debido a que la cicloserina y la capreomicina se fabrican mediante procesos complejos (fermentación y liofilización o deshidrocongelación respectivamente).  Para llevar a cabo estos procesos es necesario contar con equipos sofisticados y conocimientos especializados y adherirse a buenas prácticas de fabricación.  Como primer paso, redoblamos nuestra capacidad interna, a fin de ayudar a dar respuesta a las necesidades inmediatas, y pusimos los medicamentos a disposición a precios muy reducidos.  En una crisis sanitaria, donde el acceso rápido al tratamiento es una prioridad, las soluciones a corto plazo pueden servir para salvar el lapso de tiempo hasta que se pueda transferir la tecnología pertinente y los asociados estén en disposición de iniciar sus actividades.  Y eso es lo que intentamos hacer.

¿Cómo justifica usted este enfoque?

Nuestros objetivos eran meramente filantrópicos.  En un primer momento asignamos 70 millones de dólares de los Estados Unidos, en gran medida para cubrir la reducción de precios.  Doce años más tarde, nos encontramos trabajando con varias partes interesadas en diversos programas para mejorar el acceso a medicamentos de calidad garantizada para la MDR-TB.  Hasta la fecha hemos destinado 170 millones de dólares de los Estados Unidos en efectivo, medicamentos y apoyo a los programas de nuestros asociados y a las empresas que fabrican estos medicamentos.  Incluso les hemos concedido ayudas a la inversión en capital sin condiciones con el objeto de reducir sus gastos de capital y contribuir a mitigar la presión en relación con los precios de los medicamentos.  Asimismo, estamos impartiendo formación a profesionales de la salud y trabajando a fin de sensibilizar a la opinión pública en relación con la MDR-TB y el acceso a los tratamientos.

La MDR-TB es una enfermedad de muy difícil tratamiento. Los enfermos tienen que afrontar un régimen de tratamiento largo, complicado, difícil, con efectos secundarios muy fuertes y que, por lo general, ha de ser administrado de forma directa por un profesional de la salud. (Fotografía: Mehau Kulyk / Science Photo Library)

¿Resultó difícil encontrar los asociados adecuados?

Sí nos costó, pero sabíamos que había asociados capacitados y comprometidos en los cuatro países en cuestión.  Éramos conscientes de la importancia fundamental de establecer una relación sólida con unos asociados comprometidos. Necesitábamos sentir que dichos asociados cumplían los requisitos necesarios para superar el proceso de preselección de la OMS (un servicio de la OMS que vela por que los medicamentos que los organismos de adquisiciones internacionales suministran a los países de escasos recursos cumplen unos niveles aceptables de calidad, seguridad y eficacia).  Les proporcionamos todo lo necesario para que pudieran fabricar estos medicamentos y no nos defraudaron.  Por ejemplo, gracias a nuestros esfuerzos y al compromiso de nuestro asociado en la Federación de Rusia, JSC BIOCOM, esa empresa es la primera y única organización de su país que ha sido preseleccionada por la OMS en relación con un medicamento.

¿Qué enseñanzas principales se han extraído del proceso de transferencia de tecnología?

En 2003 estábamos abriendo camino.  Pronto nos dimos cuenta de que transferir tecnología relativa a medicamentos de calidad garantizada a nivel internacional conllevaba un proceso complejo que exigía mucha dedicación en cuanto a recursos y tiempo.  Los medicamentos son un caso excepcional, ya que han de fabricarse siguiendo unas normas estrictas de fabricación a fin de garantizar la seguridad y la eficacia.  Muchos países de ingresos medios y bajos utilizan normas de garantía de la calidad a nivel internacional.  La mejora de los procedimientos que se siguen en estos países para que cumplan dichas normas es una tarea primordial, pero exige un esfuerzo considerable, se ha de impartir formación in situ y constituye un proceso largo y costoso.

El proceso de transferencia de tecnología nos planteó además una serie de desafíos de índole técnica.  Ninguna instalación farmacéutica es idéntica a otra y siempre hay diferencias sutiles, por ejemplo en la configuración de las canalizaciones o en la forma en que se abren y se cierran las válvulas, que pueden dar lugar a diferencias importantes en cuanto a consistencia y calidad.  Además, la química de la cicloserina (patentada en 1956) y de la capreomicina (patentada en 1962) eran relativamente antiguas, al igual que nuestros procesos de fabricación.  Esto supuso que tuviéramos que trabajar más en estos aspectos a fin de superar algunas de las dificultades que nos encontramos.

¿Es siempre mejor fabricar los medicamentos a nivel local?

No existe un modelo universal para todos los casos.  Todos los países no cuentan con la capacidad técnica u operativa necesarias, ni con un mercado lo suficientemente grande como para generar las economías de escala indispensables para poder bajar los precios.  Hay muchos factores que entran en juego, pero en nuestro caso tenía sentido contar con abanderados locales en los mercados con mayor prevalencia de MDR-TB.  Por ejemplo, en China, que es un país con un mercado enorme, nuestro asociado, Zhejiang Hisun Pharmaceutical Company Limited, ha conseguido registrar y fabricar con éxito estos medicamentos, reduciendo los precios en comparación con el pasado.  Esto supone un gran avance para los enfermos de MDR-TB en ese país.

¿A qué desafíos en materia de P.I. se enfrentaron?

Los derechos de P.I. en sí no supusieron ningún problema, puesto que ni la cicloserina ni la capreomicina estaban ya protegidas por patente.  Pero la P.I. sí que tuvo una función primordial en el sentido más amplio de los conocimientos técnicos y especializados.  Trasladamos a nuestros científicos, a nuestros ingenieros y a nuestro personal de operaciones a las plantas de nuestros asociados, y también los trajimos a ellos a nuestras instalaciones para que pudieran ver de forma directa el proceso de fabricación.  Asimismo, impartimos formación en materia de buenas prácticas de fabricación, y salud y seguridad ambiental.  Pusimos a disposición de nuestros asociados todo lo que necesitaran.  En este sentido, la P.I. fue importante porque cada uno de ellos tenía desafíos propios que nosotros debíamos ayudarles a superar.  Este tipo de P.I. puede llegar a alcanzar más valor que los documentos de patentes.  En cualquier caso, el aumento del acceso ha sido un proceso lento, pero ha dado origen a un programa mucho más amplio de acceso en la actualidad que estamos comprometidos a seguir mejorando.

¿Cuáles fueron los principales desafíos empresariales?

Cuando Lilly emprendió la transferencia de tecnología, uno de los objetivos fundamentales era ayudar a garantizar el suministro mundial de medicamentos para la MDR-TB.  Pero, pese a que había una gran necesidad médica, sencillamente no había mercado para estos medicamentos.  La fabricación local, a pesar de su potencial en lo que respecta a creación de infraestructuras locales y autosuficientes, reducción de precios y aseguramiento de un suministro adecuado de medicamentos, puede verse obstaculizada por una serie de cuestiones relacionadas con la cadena de suministro.  Por ejemplo, el mercado de medicamentos para la MDR-TB se encuentra muy fragmentado y hay muchos compradores a pequeña escala.  El principal comprador es el Servicio Mundial de Adquisición de Medicamentos, pero se trata de un mercado relativamente pequeño en comparación con el de otros medicamentos.  Esto hace que sea difícil para los fabricantes aumentar la producción de manera que puedan reducir los precios.  Existen asimismo una serie de regímenes de tratamiento para la MDR-TB que, en la práctica, reducen el mercado de cualquier elemento de tratamiento.  Además, hay otros factores que dificultan la labor de los fabricantes para predecir la demanda, entre ellos la existencia de datos incompletos sobre la MDR-TB, así como de deficiencias de financiación (hasta 3.000 millones de dólares de los Estados Unidos al año según la OMS) y de acuerdos de financiación complejos y a menudo poco flexibles.  La incertidumbre que todo ello genera puede disuadir a los fabricantes de introducirse en el mercado o de participar en proyectos de transferencia de tecnología.

En este contexto, antes de incorporar a nuestros asociados teníamos que estar seguros de que eran conscientes del valor de mercado que tenían los medicamentos que iban a fabricar y de que tenían garantías de poder rentabilizar su inversión.  Aunque nosotros tuviéramos una motivación filantrópica, los objetivos de nuestros asociados eran comerciales.  Ellos tenían que obtener beneficios económicos de la alianza.

¿La transferencia de tecnología es la clave para el acceso al tratamiento?

Nuestra experiencia pone de manifiesto que la transferencia de tecnología no es la panacea para el acceso al tratamiento.  La cadena del acceso consta de muchos eslabones.  En el entorno de la TB, la disponibilidad de medicamentos es importante, evidentemente, pero para que la cadena gire hay que tener en cuenta simultáneamente muchos eslabones entrelazados.  Los programas mundiales de salud deben desarrollar todo su potencial.  La transferencia de tecnología es una tarea ardua, prolongada y costosa, y es necesario contar con un modelo de negocio sostenible para que sea fructífera.  Pero es una tarea realizable y, lo que es más importante, es una pieza de un rompecabezas más grande.  Considero que, en el entorno de la TB, el mayor desafío consiste en invertir en los sistemas de salud.  Es terrible encontrarse con pacientes, diagnosticarles una enfermedad y no poder tratarlos.

La MDR-TB es una enfermedad de muy difícil tratamiento.  La TB común se puede curar en seis meses con un tratamiento adecuado.  Pero si se desarrollan cepas más resistentes (debido a un diagnóstico erróneo o a un tratamiento inadecuado o incompleto), la situación se complica.  Los enfermos de MDR-TB tienen que afrontar un régimen de tratamiento largo, complicado y difícil que, por lo general, ha de ser administrado de forma directa por un profesional de la salud.  El tratamiento dura entre 18 y 24 meses, los pacientes han de tomar varios cócteles de medicamentos y los efectos secundarios son muy fuertes.  Aun cuando el diagnóstico de la MDR-TB está mejorando, sigue habiendo una gran cantidad de enfermos a los que no se ha diagnosticado la enfermedad.  Hay muchos factores que condicionan el acceso de las personas a la atención que necesitan, pero la falta de inversiones en infraestructuras, sistemas y personal de la salud constituye un obstáculo importante que se debe afrontar a fin de avanzar en la lucha contra esta enfermedad perniciosa.

¿Qué cambios le gustaría que se produjeran en el ámbito reglamentario?

En mi opinión, hay una necesidad urgente de simplificar los procesos reglamentarios y de racionalizarlos con el fin de eliminar los obstáculos presentes en la cadena de valor.  Por ejemplo, actualmente, en muchos países las empresas farmacéuticas han de hacer frente a una doble carga reglamentaria.  Para poder suministrar medicamentos a través del Servicio Mundial de Adquisición de Medicamentos, deben obtener la aprobación internacional en materia de garantía de calidad por parte de un estricto organismo regulador reconocido o ser preseleccionadas por la OMS.  Igualmente, tienen que registrarse ante las administraciones nacionales y cumplir otros muchos requisitos.  Cada paso que se añade al proceso reglamentario o de adquisición necesario para introducir un medicamento nuevo en el mercado supone aumentar los plazos y el costo para el fabricante y retrasar el acceso al tratamiento.

¿Qué mensaje desea transmitir a los encargados de la formulación de políticas?

Hay muchas personas enfermas de MDR-TB que no están recibiendo el tratamiento que necesitan.  Si la MDR-TB no se trata con un ciclo completo de medicamentos eficaces, la enfermedad continuará propagándose.  El hecho de limitarse a suministrar los medicamentos sin proporcionar unas infraestructuras de salud adecuadas para identificar, diagnosticar y tratar a los enfermos podría agravar los problemas de resistencia a los medicamentos.  La propagación de esta enfermedad secular solo podría detenerse mediante la adopción de enfoques sistémicos y multisectoriales que ofrezcan respaldo a planteamientos clínicos y basados en el mercado que sean sostenibles y hayan sido probados.  Nosotros hemos pormenorizado todas las conclusiones que hemos sacado de esta experiencia en un libro blanco titulado Seeking Solutions to a Global Health Crisis.  Esperamos que otros puedan beneficiarse de estas ideas a fin de dar forma a iniciativas similares en el futuro.

 

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