Mycelia: una nueva configuración del panorama musical
Catherine Jewell, División de Comunicaciones de la OMPI
Imogen Heap es una artista británica conocida por sus grabaciones musicales. Su pasión por la música y la tecnología la hicieron merecedora de un premio Grammy a la mejor ingeniería de grabación en 2010 y la impulsó a desarrollar los ingeniosos guantes Mi.Mu, con los que moldea innovadoras armonías en el aire. Con su última iniciativa, el proyecto Mycelia, nos encontramos con una Imogen que explora las posibilidades que ofrece la tecnología de bloques en cadena (en la que se basa la divisa virtual cifrada Bitcoin) de contribuir a dar una nueva orientación al sector musical y garantizar condiciones justas para los artistas.
Al mismo tiempo está componiendo la música de la próxima producción teatral Harry Potter and the Cursed Child («Harry Potter y el niño maldito») que se estrenará en Londres en junio de 2016, pero aun así ha dedicado su tiempo a conversar con la Revista de la OMPI.
¿Cómo surgió su interés en la tecnología y la música?
En realidad no es posible avanzar mucho musicalmente sin toparse con la tecnología, pero tal vez la primera vez que de verdad me interesó fue en casa, con el reproductor de piano. Tenía 12 años y ya jugueteaba con un Atari dotado de programas informáticos musicales que estaba sobre un aparador abandonado en el colegio en el que estaba internada. Y a los 15 años aprendí a grabar audios reales en el estudio de la BRIT School de Artes Escénicas y Tecnología de Londres.
¿Cómo comenzó a desarrollar los guantes Mi.Mu?
Antes de desarrollar los guantes, me lo pasaba corriendo en el escenario de un equipo a otro para crear y grabar las capas de sonidos. Siempre me sentía limitada al tomar muestras de audio o tocar música con los instrumentos musicales informatizados, ya que su expresividad nunca se acercaba a la de los instrumentos reales. Cuando por casualidad conocí los guantes de Elly Jessop (una prótesis de aumento y tratamiento vocal en el laboratorio de medios del MIT de los Estados Unidos), me di cuenta de que esas limitaciones eran una cuestión superada. Quise trabajar con Elly pero sus compromisos con el MIT no se lo permitían, de manera que cuando volví al Reino Unido pregunté al profesor Tom Mitchell de la University of West England si me ayudaría a desarrollar nuestro propio sistema. De eso ya hace seis años y ahora somos ocho personas las que trabajamos en Mi.Mu.
Los guantes se conectan a mis programas informáticos musicales, por lo que puedo acceder a ellos a distancia con mucha más libertad mientras trabajo con mis equipos. Una vez que están programados, tocar música con estos guantes es intuitivo y expresivo. Con diferentes posturas y movimientos de las manos puedo crear distintos sonidos y estratificarlos, sin necesidad de estar conectada por cables. Por ejemplo, con un simple pellizco, puedo captar y grabar un sonido y luego crear un bucle al abrir los dedos.
Mientras desarrollábamos los guantes lo hemos ido contando en nuestro blog y esperamos poner pronto a disposición el programa informático gratuito Glover, que conecta los guantes y otras interfaces gestuales (p. ej. Kinect, Leap Motion) a todo lo que se pueda oír con una MIDI y un OSC. En este momento los guantes se confeccionan por encargo de manera artesanal, pero confiamos en encontrar una solución para producirlos de manera industrial antes de fin de año.
¿Está de acuerdo en que la música está en una época dorada?
En algunos aspectos sí, porque cualquier obra musical está al alcance de la mano en todo momento.
Desde el punto de vista de la creación, la convergencia de diferentes medios —tecnológicos, musicales, artísticos y cinematográficos— ha generado un enorme crisol y una inmensa fuente de inspiración de la que pueden nutrirse los músicos. Pero los artistas tienen muy poco control sobre la manera en que se presenta su música y una vez que se publica no saben muy bien qué ha pasado con ella, si es que saben algo. Si pudiéramos encontrar una forma de que los artistas supieran cómo se emplea su música, dónde y quién la utiliza y, además, recibieran una remuneración justa, entonces sí podríamos decir que hemos entrado en una verdadera época dorada.
Todos disfrutamos de la música, cuándo y dónde queremos. Podemos escuchar música por YouTube gratuitamente o por streaming pagando un módica cantidad. La gente paga por la música que escucha por streaming, pero por cada mil transmisiones el artista recibe como pago el que recibiría por una descarga; tenemos que replantear esta equivalencia. A no ser que estés entre el 1% mejor, el hecho de que la gente escuche tu música ya no es suficiente para ganarte la vida.
No son los usuarios sino el mundo de la música el que debe encontrar soluciones y colaborar en la configuración de un «ecosistema» sostenible para los músicos, de manera que los creadores reciban una recompensa justa por el uso de su obra. Tenemos que replantear la arquitectura del lugar y la manera en que se almacenan los datos y las normas que rigen el modo en que se emplean y se comparten. Lo fundamental es que sea lo más sencillo posible para que la gente interactúe con la música y sus metadatos a todo nivel, y nos ayude a que las canciones funcionen para nosotros.
¿Cuál es la solución?
Es hora de que quienes participamos en la creación de las obras tomemos el timón, algo que nunca hemos hecho. Estamos en la primera línea de combate y sabemos qué es lo que nos sirve y qué es lo que no nos sirve de este sector. Somos los primeros en invertir en música y los últimos en cobrar, ya que estamos situados al final de la cadena de valor.
Con la tecnología actual, no hay ningún motivo para que haya fricciones en la circulación de música, dinero e información entre los artistas y los usuarios de su obra. En cuanto supe de la tecnología de bloques en cadena, vislumbré las bases de un ecosistema musical sostenible. Y por ese motivo inicié Mycelia, que tiene el propósito de que todas las partes se involucren para que nuestro sector avance hacia un futuro favorable a los creadores. La respuesta ha sido increíble.
¿En qué consiste?
Concibo Mycelia como un recurso fiable en el que concurran todos los actores — las empresas tecnológicas, las marcas, las entidades de gestión colectiva de derechos de autor, las plataformas de streaming y, antes que nada, los creadores que son el corazón del sector— a fin de configurar las normas técnicas, éticas y comerciales necesarias para crear un panorama musical sostenible en el cual los artistas ocupen un lugar donde puedan prosperar.
Imaginemos el sello británico de certificación de calidad Kitemark respaldado por un conjunto de normas acordadas por todos los involucrados en la producción y la distribución de música. De repente aparecerían muchos nuevos servicios porque estas normas dejarían claro en qué condiciones se podría usar la música. Esas normas ofrecerían a las empresas tecnológicas y las plataformas información fiable sobre la manera de desarrollar los sistemas que necesitamos para ser eficaces en lo comercial y tener la tranquilidad de que recibimos una retribución justa.
Una parte fundamental del proyecto es crear una base de datos centrada en estas normas. Sería un repertorio de todo el «ADN» de las obras grabadas, que yo denomino «esporas», que ofrecería a los artistas unos servicios por Internet, y a los aficionados una fuente de información en línea, fiable y verificada sobre cualquier canción y las condiciones de su uso.
Una de las normas debería exigir que todos los servicios devuelvan información a las esporas. En concreto, datos sobre dónde, cuándo y cómo se interactúa con nuestra música y quién lo hace. Esta información es oro en polvo para los artistas, porque si la sabemos interpretar podemos conocer mejor a nuestra audiencia y crear oportunidades de promover con mayor eficacia nuestra obra y de obtener una retribución económica por nuestro trabajo.
De conformidad con otra norma emplearíamos «contratos inteligentes» que definan los acuerdos legales relativos a la creación y el uso de una obra en toda clase de contextos —bodas, campañas publicitarias, etc. En virtud de esos contratos, se comunicaría a los artistas que se ha producido una transacción y todos los que han participado en la creación recibirían directamente el pago de las regalías que correspondan cada vez que se use la obra.
Entonces ¿su idea es crear una nueva plataforma de música?
No, Mycelia no es una plataforma sino más bien un catalizador que tiene la finalidad de impulsar el desarrollo de un novedoso ecosistema descentralizado, que emplee nuevas tecnologías para que el sector de la música sea sostenible, más justo, más transparente y más divertido, tanto para los músicos como para los aficionados. Es un nuevo mercado musical en el que sus metadatos podrían evolucionar, de la misma manera en que el iPhone desencadenó el crecimiento del mercado de las aplicaciones. Su potencial es infinito. Imaginemos la posibilidad de caminar por una ciudad como Londres guiados por una aplicación que utiliza los datos de localización extraídos de las canciones de la base de datos Mycelia para encontrar los lugares en que se escribieron tus canciones favoritas o se produjo ese famoso riff. Podrían surgir aplicaciones tan divertidas como esa a partir de los valiosos metadatos guardados en Mycelia.
La comprensión de la perspectiva de Mycelia allanará el camino a un gran abanico de personas diferentes y contribuirá a crear las condiciones necesarias para que los artistas tengan ingresos y las empresas concedan licencias de uso y gestionen los derechos de una mayor variedad de música.
Me gustaría que los datos de cada creador estuviesen alojados en un único sitio oficial y verificado, al que recurrieran todos los demás servicios por Internet. No quisiera tener que negociar con cada uno ni suministrar música a numerosos servicios; quiero alojar mi música en un solo sitio de confianza que actúe de faro para avisarme que alguien está «buscando» material nuevo o actualizado.
¿Cómo se aplica la tecnología de bloques en cadena a esta idea?
Lo bueno de la tecnología de bloques en cadena es que los datos registrados son invulnerables incluso en una red descentralizada, lo que significa que se puede confiar siempre en la integridad del sistema. La combinación de la distribución de regalías, los contratos inteligentes y las redes descentralizadas es un punto de partida sumamente interesante. Los bloques en cadena tienen enormes posibilidades de simplificación de los procesos actuales y de creación de opciones alternativas. Tenemos que encontrar la manera de aplicarlo al ámbito musical.
Por todos estos motivos, decidí experimentar con el lanzamiento de mi nueva canción, Tiny Human. La cargué en mi sitio web imogenheap.com, junto con un blog, la letra, la fuente de inspiración, los stems, el archivo de vídeo, el arte final, información sobre todos los músicos que intervinieron y las condiciones de uso, para que cualquiera tuviera acceso a ella. Esperé a ver qué pasaba. Uno de los servicios que lo incorporó en su sistema fue Ujo Music y a través de ellos Tiny Human se convirtió en la primera canción en distribuir regalías por medio de un contrato inteligente que emplea la tecnología de bloques en cadena, en este caso de Ethereum.
¿Quién más colabora con usted en este proyecto?
Mycelia comenzó como la visión de un artista sobre la manera en que puede evolucionar el sector musical, pero al compartir la idea encontré a muchos más que tenían un punto de vista semejante de lo que debía hacerse. Ahora el círculo de personas que están haciendo avanzar el proyecto es cada vez más amplio. La música Zoë Keating es una pieza fundamental y siempre me mantiene al corriente. Fue la primera en hablarme de la tecnología de bloques en cadena cuando comenté mi idea de un «faro». Aparte de ella, el escritor Jamie Bartlett y el gurú tecnológico Vinay Gupta fueron los que realmente me ayudaron a poner las cosas en marcha. Ahora también estoy trabajando en estrecha colaboración con el diseñador Andy Carnela de la Featured Artists Coalition y nuestro nuevo director de proyecto Mark Simpkins.
Es un buen momento para mantener un debate serio acerca del futuro del mundo de la música y el lugar que ocupan en ella los músicos. Los creadores son el alma del sector y es necesario que exploremos de qué manera pueden aplicarse estas tecnologías y otras para favorecernos. Si nosotros nos beneficiamos al final todos se benefician, porque es la única manera de garantizar un flujo continuo de música maravillosa y novedosa para que los aficionados la disfruten.
¿Es optimista acerca del futuro de la música?
Sí, porque tengo la sensación de que estoy haciendo algo por él. Nos encontramos en un momento delicado de la transición y queremos ayudar a que las cosas avancen para no perder una generación de grandes músicos. Tengo muchas ilusiones de que algún día exista un sistema como Mycelia. Será inmenso, precioso y rico y estará bien cuidado. Contendrá una enorme cantidad de información sobre toda la música que alguna vez se haya grabado, permitirá estar en contacto con los aficionados y también que los artistas den lo mejor de sí y reciban una información increíble y lo hará conectando puntos de maneras que hoy son casi inimaginables.
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