Por Catherine Jewell, División de Comunicaciones de la OMPI
El eje del Índice Mundial de Innovación 2018 es La innovación es energía. El Índice Mundial de Innovación, que ha llegado a su 11.ª edición, compara los resultados de 126 países en materia de innovación, dando a los encargados de la formulación de políticas un panorama de los puntos fuertes y débiles de los ecosistemas nacionales de innovación. El Sr. Sacha Wunsch-Vincent, economista principal de la OMPI y uno de los coeditores del Índice Mundial de Innovación 2018, examina algunas de las principales constataciones del informe de este año.
Este año, el panorama económico mundial puede verse con bastante optimismo, en lo que atañe tanto al crecimiento como a la innovación. Hoy en día, en la mayoría de las economías, la investigación y el desarrollo (I+D), al igual que la innovación, son esferas prioritarias para la inversión. Sigue aumentando el gasto mundial en I+D, que se duplicó con creces entre 1996 y 2006. Y el sector privado desempeña un papel cada vez más importante en el panorama mundial de la I+D, observándose en 2016, a escala mundial, un aumento del 4,2% en el gasto en I+D empresarial.
Sin embargo, queda claro que, para sostener este impulso y potenciar el rendimiento económico de las economías de ingresos bajos y medios, sigue siendo necesario que los encargados de la formulación de políticas centren su atención en aplicar políticas que propicien proactivamente la innovación. Los logros de China en lo que respecta al fortalecimiento de su ecosistema de innovación y su considerable avance en la clasificación del Índice Mundial de Innovación –se sitúa este año en el puesto 17– es un ejemplo interesante que otros países de ingresos medios podrían seguir.
Si bien la brecha de innovación entre las economías de ingresos altos y el resto del mundo sigue siendo profunda, y persisten los marcados desequilibrios regionales en los resultados de la innovación, muchos países están avanzando. Por ejemplo, en el Índice Mundial de Innovación 2018 se señala a 20 de los denominados “artífices de innovación”, cuyos resultados de la innovación superan su nivel de desarrollo. Colombia, Sudáfrica y Túnez se unen a este grupo por primera vez.
El Índice Mundial de Innovación 2018 también confirma que con más frecuencia son los países más ricos, con economías más diversificadas y orientadas hacia la exportación los que obtienen un puntaje más elevado en las clasificaciones de innovación, en lo que atañe tanto a la calidad como al volumen de productos de innovación. De forma similar, la mayor concentración de polos de ciencia y tecnología se observa en los Estados Unidos de América (26 de ellos), China (16) y Alemania (8).
El Índice Mundial de Innovación también destaca la necesidad de innovaciones revolucionarias en el sector energético, en particular a la luz de los objetivos relacionados con el cambio climático y el aumento previsto de la demanda de energía.
En el Índice Mundial de Innovación 2018, la OMPI y sus asociados exploran de qué forma la innovación contribuye a resolver el desafío energético que se plantea a escala mundial y cómo los distintos países hacen frente a ese desafío. En 2040, las necesidades en materia de energía en todo el mundo aumentarán del 30%, según el Organismo Internacional de Energía (IEA). Los sistemas tradicionales de energía basada en combustibles fósiles no son sostenibles. Únicamente mediante el fomento de la innovación será posible desarrollar los tipos de sistemas de energía no contaminante necesarios para el futuro.
El consenso que está surgiendo a escala mundial a partir de iniciativas internacionales como el Acuerdo de París sobre el cambio climático, de 2015, y los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas (Objetivo 7) ha añadido impulso a la innovación energética en todo el mundo, desencadenando un movimiento general de alejamiento de los combustibles fósiles para acercarse a las energías renovables como fuente primaria de energía. En 2017, por primera vez, la capacidad total de energía renovable en el mundo superó a la de la energía que deriva del carbón. Puede decirse que estamos viviendo una “revolución energética”.
La ecuación energética a la que se enfrentan los encargados de la formulación de políticas supone un aumento de la demanda de energía y la necesidad de reducir la emisión de gases de efecto invernadero, fomentando al mismo tiempo el crecimiento económico. Para encontrar soluciones eficaces a este complejo desafío es necesario repensar desde cero la manera en que producimos y consumimos energía. Hoy en día, el suministro mundial de energía renovable corresponde al 15%. Para 2050, será necesario en todo el mundo que el 85%, aproximadamente, de las necesidades primarias en materia de energía procedan de fuentes renovables. Para ajustarse a eso, se necesitará innovación a lo largo de la cadena de valor energética y de los distintos sectores, así como una formulación de políticas innovadoras para respaldar la rápida aplicación y utilización de las tecnologías relativas a las energías renovables.
Intervienen en ello varios factores. El consenso internacional mencionado más arriba es un motor importante. Asimismo, muchos países, especialmente los países en desarrollo, se enfrentan a un incremento de la demanda energética, en gran parte debido al aumento de la población, y carecen de la infraestructura necesaria para satisfacer la demanda actual y futura. Además, en un contexto en el que la construcción de sistemas centralizados de redes eléctricas que abarquen grandes distancias tiene un costo prohibitivo y plantea desafíos medioambientales, las tecnologías de energía renovable han pasado a ser más eficientes, asequibles y competitivas. Si bien en los distintos países se presentan diferentes combinaciones de energías renovables, en términos generales se observa un marcado aumento en su adopción.
Tal vez, la energía solar y la eólica son las formas más conocidas de energía renovable. Los sistemas de energía solar fotovoltaica han mejorado mucho en los últimos años en lo que se refiere a su eficiencia, asequibilidad y escala de utilización, pasando a ser alternativas competitivas a los combustibles fósiles. Los nuevos sistemas de financiación y montaje están dando impulso a su adopción en los países de altos ingresos, y muchos países en desarrollo, por ejemplo la India y Sudáfrica, también respaldan activamente la instalación generalizada de sistemas solares fotovoltaicos.
La energía eólica también ha pasado a ser una opción energética competitiva y viable y actualmente, gracias a la innovación, es una de las fuentes menos costosas de energía renovable. Hoy en día, unos 24 países están generando cerca del 5% de su demanda anual de energía a partir de la energía eólica (véase el Capítulo 2).
Gracias a la innovación, también presentan más interés otras fuentes de energía renovable, menos conocidas, como la mareomotriz y la geotérmica. También están ganando terreno los sistemas innovadores y cada vez más eficientes de conversión de los residuos en energía.
La innovación en materia de energía se observa en todo el mundo. Sin embargo, China, el mayor productor y consumidor mundial de energía, se destaca por su impulso en el desarrollo mundial de energía renovable; la energía renovable está pasando a ser una prioridad para ese país, que dispone actualmente de la mayor capacidad en el mundo de generar energía renovable.
El Brasil también se destaca en ese sentido: posee uno de los sistemas energéticos más limpios del mundo y un ecosistema muy activo de innovación energética. Actualmente, el 43,5% del total de consumo de energía para el transporte y la electricidad se alimenta de energías renovables.
También Chile está bien encaminado para ser en un importante productor de energía solar. Está realizando ingentes inversiones para reforzar su ecosistema de innovación energética con el fin de explotar las peculiares condiciones del desierto de Atacama –en el que se concentran los niveles más altos del mundo de radiación solar– para empezar a exportar energía solar en 2035. Asimismo, prevé que en 2050 logrará producir el 70% de sus necesidades energéticas a partir de fuentes renovables.
También en la India, dejar de lado los combustibles fósiles está pasando a ser una prioridad. Habida cuenta de que las unidades solares fotovoltaicas se han quintuplicado desde 1980, se prevé que la India pase a ser en 2040 el segundo productor mundial de electricidad generada por unidades fotovoltaicas, según el IEA. Sin embargo, la India deberá forzosamente seguir innovando para satisfacer sus crecientes necesidades en materia de energía, fomentar el crecimiento económico y hacer frente al cambio climático.
Naturalmente, muchos otros países trabajan activamente en el ámbito de las energías renovables, pero los países mencionados más arriba llaman particularmente la atención por sus ambiciones y logros en la esfera de las energías renovables.
Sí; en la edición 2018 del Índice Mundial de Innovación se puede ver cómo Singapur, un país que dispone de una capacidad limitada para instalar unidades de energía solar, se esfuerza denodadamente por dar impulso a la innovación en materia de energía renovable (véase el Capítulo 11). Gracias a su enfoque de “laboratorio viviente”, Singapur se ha posicionado como centro mundial para que los innovadores de todo el mundo “experimenten, innoven y colaboren.” Desde 2006, Singapur ha dedicado inversiones de 1.500 millones de USD a la I+D en tecnologías no contaminantes, centrándose en particular en la optimización de sistemas solares fotovoltaicos y estructuras de apoyo.
Se observan importantes innovaciones prácticas en relación con la producción y el uso de biomasa en el África Subsahariana, en la cual el 90% de las personas dependen de la leña y el carbón para la producción de energía. Por ejemplo, en Malawi, la madera de poda producto de una actividad agroforestal, combinada con la utilización de cocinas domésticas eficientes, resulta ser una opción de combustible más sostenible. De manera similar, en Kenya, la tecnología de elaboración de briquetas –combinando polvo de carbón (80%) con tierra (20%)– logra mitigar el cambio climático al reducir la demanda de combustible de leña, ofreciendo una opción de energía más durable y menos contaminante, creando al mismo tiempo empleo.
Pasar a la energía renovable es un paso fundamental en el camino hacia un futuro sostenible. La inversión continua en la innovación energética es de importancia vital si se pretende encontrar maneras menos contaminantes, más eficientes y costoeficaces de satisfacer la creciente demanda; suministrar energía a los 1.200 millones de personas que aún no tienen acceso a la electricidad; reducir la emisión de gases de efecto invernadero y mantener el crecimiento económico.
Del análisis por la OMPI de los datos de alcance internacional sobre patentes se desprende que al acelerado incremento de la actividad de patentamiento relacionada con la energía renovable, entre 2004 y 2013, siguió una leve baja, y que esa innovación no es homogénea en la cadena de valor energética.
La innovación es la clave del fortalecimiento de la capacidad en materia de energía renovable en todo el mundo, abriendo la puerta a soluciones eficientes en materia de energía en todos los sectores y todas las etapas del ciclo de vida de la energía, como la generación, la transmisión y el almacenamiento.
Dada la complejidad de la tarea, el Índice Mundial de Innovación 2018 describe someramente las ventajas que presenta adoptar un enfoque sistemático en relación con la innovación energética (véase el Capítulo 5) para respaldar marcos amplios de políticas energéticas en los que: se identifiquen esferas prioritarias para la innovación; se fomente el desarrollo de una serie de opciones en materia de energía para satisfacer las diversas necesidades de los usuarios finales; y se dé respaldo a la integración óptima de los sistemas energéticos.
Sin embargo, la innovación también ha de desempeñar un papel que contribuya a la difusión de esas tecnologías y su adopción por los usuarios finales a un ritmo más acelerado, con el fin de optimizar el uso de la energía por conducto de redes inteligentes y valiéndose de sistemas avanzados de almacenamiento, por ejemplo, para un funcionamiento más eficiente de los sectores industriales, el sistema de transportes y las ciudades en general.
En definitiva, la innovación crea opciones y es la llave que abre la puerta a nuevos enfoques y nuevas soluciones para sistemas de energías renovables que sean asequibles y fiables, respaldadas por mercados energéticos competitivos e innovadores.
¿El almacenamiento de energía sigue siendo una cuestión espinosa?
Sí, el almacenamiento de energía sigue planteando un gran desafío. Para el desarrollo futuro de los sistemas energéticos del mundo es vital contar con sistemas de almacenamiento de energía y estaciones de recarga que sean eficaces, asequibles, seguros, cómodos y que respondan a las diversas necesidades de los usuarios. Se han realizado progresos significativos en los últimos años en la optimización de baterías para uso en pequeña escala, entre otras cosas, para los teléfonos móviles y los vehículos eléctricos. Y a pesar de los notables avances realizados por TESLA y otras empresas en la instalación de amplios locales de almacenamiento de energía –en Australia meridional, por ejemplo– es necesario innovar mucho más en esa esfera. En un estudio reciente realizado en Australia por la Oficina del Jefe Científico se indica que “utilizar la capacidad total de producción mundial de baterías en 2014 se traduciría en tan solo 11 minutos y 27 segundos de consumo mundial de electricidad almacenada” (véase el Capítulo 6).
¿Qué función pueden desempeñar los gobiernos para crear y propiciar un entorno de innovación energética?
Los gobiernos han de asumir una función clave para dar impulso a la innovación energética y aplicar los incentivos y reglamentaciones necesarios para estimular la inversión en innovación energética, así como su difusión y adopción.
Es vital que el sector público invierta continuamente en innovación energética, como lo es la necesidad de crear un entorno comercial favorable para atraer financiación del sector privado. Las empresas innovadoras constituirán el motor fundamental de la evolución del sector energético, pero su participación depende de que puedan comercializar sus productos y obtener beneficios por la inversión realizada. Los gobiernos pueden ayudar dando acceso a un sistema sólido de propiedad intelectual (PI) que apoye el proceso que lleva de la investigación pionera a la realización de productos comerciables. Ello será de gran ayuda para atraer las inversiones necesarias para respaldar la innovación actual y fortalecer los ecosistemas nacionales de innovación energética. Los sistemas de PI también generan inteligencia empresarial y tecnológica útil que puede apoyar a las empresas y los encargados de la formulación de políticas en sus decisiones de inversión en materia de I+D.
De manera similar, para que surja un ecosistema energético innovador y competitivo incumbe a los gobiernos intervenir activamente, por una parte, para fomentar la colaboración entre el sector privado –lo que incluye grandes entidades y empresas emergentes innovadoras– y las universidades y los institutos de investigación y, por la otra, para coordinar las políticas públicas y los programas de innovación con el fin de aprovechar las sinergias y velar por que surjan sistemas integrados de energías renovables y que aumenten los niveles de eficiencia energética en todos los sectores. La formulación de políticas innovadoras en de importancia vital.
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