Economía digital: la búsqueda de nuevos mecanismos de gobernanza
Jiro Kokuryo, Facultad de Gestión de Políticas, Universidad Keio, Tokio (Japón)
El crecimiento de la economía digital está suscitando importantes cuestiones éticas sobre el uso, la gobernanza y la regulación de las tecnologías de la información, en particular de los macrodatos y la inteligencia artificial (IA). Las peculiaridades de la economía digital en rápida evolución, que se exponen en los párrafos siguientes, hacen necesario encontrar nuevos principios filosóficos que sirvan de base para el desarrollo de políticas eficaces de gobernanza digital.
A medida que pasamos de la economía industrial a la economía digital, ha llegado el momento de revisar los fundamentos filosóficos de la economía de mercado moderna. En la búsqueda de nuevos enfoques para la gobernanza digital, hay que ampliar el horizonte y considerar cómo las filosofías orientales pueden sustentar y enriquecer los enfoques de la gobernanza digital en beneficio de todas las personas. Más concretamente, habría que replantearse, en favor del intercambio social altruista de datos, el papel del individualismo y las instituciones modernas que resultan de él y se basan en el intercambio de los derechos de propiedad. También conviene reconocer que los seres humanos son parte integrante del cosmos y no su elemento central.
¿Por qué las instituciones de la economía industrial no pueden gobernar el mundo digital?
La economía digital tiene al menos tres características propias que la diferencian de la economía industrial y que obligan a replantear las instituciones existentes y adaptarlas a la economía contemporánea.
En primer lugar, la economía digital está siendo remodelada por la “externalidad de red” de los datos, de modo que el valor de los datos aumenta exponencialmente cuanto más conectados están. Si se considera un único dato, por sí solo no genera mucho valor, pero sí como parte de un conjunto de datos con determinados patrones. Por consiguiente, las entidades encargadas de reunir datos tienen poder de monopolio sobre el valor que crean. Esta es una de las razones principales por las que la gobernanza de los datos es una cuestión crítica para la sociedad. La externalidad de red de los datos podría ser un argumento de peso para el intercambio social de los datos, en lugar de reclamar su propiedad y limitar el acceso a los mismos.
El crecimiento de la economía digital está suscitando importantes cuestiones éticas sobre el uso, la gobernanza y la regulación de las tecnologías de la información, en particular de los macrodatos y la inteligencia artificial (IA).
La segunda característica distintiva de la economía digital es el bajísimo costo marginal de los servicios digitales, de modo que el costo de añadir un nuevo usuario a una plataforma es insignificante comparado con el costo fijo de desarrollarla. En la práctica, eso hace que se pueda ofrecer una gama cada vez mayor de servicios en línea de forma gratuita para atraer a usuarios a una plataforma. Esa característica de la economía digital dificulta la fijación de precios de mercado para la asignación de recursos, debido a que la demanda y la oferta de servicios digitales gratuitos escapan al control de los mecanismos de fijación de precios que tan bien han servido a la economía industrial.
La tercera característica diferenciadora de la economía digital es la mayor trazabilidad de los productos. La economía industrial se desarrolló bajo el supuesto de que las capacidades de trazabilidad de los productos fabricados en masa y vendidos a clientes no identificables en lugares distantes eran limitadas. Sin embargo, hoy en día, las tecnologías de la información, en particular los sensores, los sistemas de identificación automática y las tecnologías inalámbricas, con un costo muy bajo, están influyendo considerablemente en las capacidades de trazabilidad y rastreo de los productos en las cadenas de suministro de todos los sectores. Ello permite a los vendedores rastrear la ubicación de cualquier producto que vendan y a los compradores identificar a los vendedores originales y realizar el seguimiento del envío de productos.
La mejora de la trazabilidad favorece el uso compartido de productos gestionados mediante mecanismos de control. Un ejemplo es el ámbito de la “economía colaborativa”, en el que casas, coches y otros productos se ofrecen como servicios, ya sea por suscripción o mediante contratos de alquiler temporal, en lugar de intercambiar objetos físicos por dinero. En consecuencia, ya no es necesaria la exclusividad de la propiedad de los productos que se intercambian en el mercado, característica esencial de la economía industrial.
Esas tres características ponen de manifiesto que la economía digital está superando rápidamente las normas de la economía industrial y generando nuevos e importantes estímulos que propician un replanteamiento de los fundamentos filosóficos de la sociedad moderna.
Características de la sociedad industrial
Reconocer la necesidad de nuevos enfoques requiere comprender las características de la sociedad industrial.
La producción en masa que posibilitó la Revolución Industrial exigía la distribución a gran escala de productos a grandes mercados. Debido a que no existían las potentes tecnologías de las comunicaciones de hoy en día, surgió la llamada “economía anónima”, caracterizada por el intercambio de productos por dinero entre personas desconocidas, a menudo residentes en países lejanos. Se desarrollaron multitud de mecanismos e instituciones para que la economía anónima funcionara. Los derechos de propiedad (el derecho exclusivo a disponer de un producto) y el mercado constituyeron los pilares de la economía industrial y contaron con el apoyo de poderosos Estados que trataron de garantizar su funcionamiento. Esos mecanismos fueron esenciales para la actividad económica, junto con los modernos sistemas de transporte que mejoraron la movilidad.
Desde la Revolución Industrial, la historia de la modernización se ha caracterizado por la incorporación de productos, servicios y activos intangibles, como el conocimiento, al ámbito de los derechos de propiedad. Los derechos de propiedad también están estrechamente ligados a los valores del individualismo, tan importante en la filosofía occidental que sustenta la sociedad industrial y la economía de mercado. El individualismo parte de la base de que una persona independiente es capaz de tomar decisiones de forma autónoma, tiene derecho a reclamar los frutos de sus acciones y es responsable de las consecuencias de las mismas. Como tales, las personas gozan de derechos humanos inviolables que pueden intercambiarse en el mercado, incluidos el derecho a la privacidad y a la propiedad.
El desarrollo de la IA y de los macrodatos, sin embargo, está poniendo en tela de juicio los supuestos básicos de la sociedad industrial, en particular en lo que respecta a la creencia de que los seres humanos tienen el monopolio de la inteligencia.
Gobernanza de los macrodatos: tensiones en aumento
Las modificaciones institucionales forzadas por el auge de la economía digital han generado una tendencia conceptual que se manifiesta de diversas formas. Por ejemplo, Occidente está lidiando actualmente con las cuestiones de la privacidad de los datos y la gobernanza de los macrodatos (enormes conjuntos de datos generados a partir de numerosas fuentes por multitud de usuarios en línea).
Desde la óptica de una sociedad industrial, los esfuerzos por abordar esas cuestiones se centran en la necesidad de lograr un equilibrio entre el uso de los datos con fines comerciales y el bienestar social derivado de la protección de la privacidad y la dignidad de las personas. En ese contexto, la privacidad está estrechamente ligada a los valores individualistas de la sociedad occidental moderna y se considera un derecho humano.
En cambio, las filosofías orientales, basadas en la confianza mutua entre las personas, en lugar de ver los datos como un activo privado que se intercambia comercialmente, los conciben como un recurso colectivo al servicio del bien común y reconocen que quienes contribuyen a ese recurso deben ser respetados, protegidos y recompensados.
¿Podrían las filosofías altruistas tradicionales de Oriente, como el confucianismo, el budismo y el animismo, ofrecer una alternativa más eficaz para la gobernanza y el intercambio de datos, y al mismo tiempo defender y proteger la dignidad de las personas? Curiosamente, el concepto de responsabilidad fiduciaria sugiere que existe un denominador común entre las filosofías orientales y occidentales a ese respecto.
Gobernanza de la IA: diferentes perspectivas
Cuando se trata de la gobernanza de la IA y de las nociones de mente y autonomía, sobre todo en relación con las máquinas, se observa un paralelismo similar. La perspectiva occidental considera que los humanos son superiores a otros seres (y a las máquinas) debido a su mente o intelecto y la autonomía que les proporciona.
Desde ese punto de vista, las posibilidades de la “inteligencia artificial general”, que iguala o supera la inteligencia humana, se convierten en una seria amenaza para el dominio de los humanos sobre el cosmos. También en este caso, la tradición animista oriental, que considera que los seres humanos son una parte integrante de la naturaleza, ofrece una interesante visión alternativa.
Los asiáticos suelen tener una mayor aceptación de los robots, ya que los perciben como compañeros inofensivos para los humanos, con mente y emociones. Esto contrasta fuertemente con la percepción occidental de los robots y androides, que suele caracterizarse por una relación amo-esclavo, de modo que cualquier inversión de esa relación se considera una amenaza.
A medida que pasamos de la economía industrial a la economía digital, ha llegado el momento de revisar los fundamentos filosóficos de la economía de mercado moderna.
Reflexiones sobre la experiencia del Japón
El Japón fue el primer país asiático que abrazó la filosofía occidental del individualismo. A partir del siglo XIX, el país aceptó la tecnología y las normas jurídicas occidentales, en particular en relación con la propiedad intelectual, y pasó a ser una de las principales economías industriales. No obstante, en la era digital, esa estrategia parece tambalearse, ya que otras economías asiáticas han alcanzado, y en algunos casos superado, al Japón en la esfera digital. De ahí que algunos comentaristas sugieran que el éxito en la economía digital requiere un enfoque completamente diferente al adoptado en la era industrial.
El notable éxito de China en la esfera digital –sustentado en las tradiciones confucianas y marxistas– contribuye a que se cuestione si la gobernanza de los datos podría regirse mejor por las filosofías orientales tradicionales. Ese nuevo enfoque hace necesario encontrar criterios comunes para desarrollar valores ampliamente aceptables con los que establecer mecanismos de gobernanza para la sociedad digital emergente. Como ya se ha señalado, el concepto de responsabilidad fiduciaria podría ser un buen punto de partida para esa tarea.
Necesidad de un nuevo paradigma más allá del individualismo
Hay razones de peso para creer que el mecanismo de gobernanza basado en el mercado que se aplica en la economía industrial tendrá que evolucionar para adaptarse a las necesidades económicas y tecnológicas de la economía digital en expansión.
Ya están apareciendo nuevos modelos de negocio digitales, como los modelos de suscripción y de uso compartido, en los que se conceden, mediante licencias, “derechos de acceso” para la utilización de determinados productos entre “miembros de confianza” en comunidades virtuales. Esos modelos de negocio contrastan con los de la economía industrial de mercado, en la que los derechos de propiedad sobre los productos (es decir, los derechos exclusivos de uso) se intercambian por dinero de forma anónima entre personas (y entre empresas).
En la figura 1 se ofrece un esquema sobre una economía mundial basada en una mayor trazabilidad, en la que todo el mundo tiene un producto (incluidos datos) que es útil para otras personas y contribuye al derecho de uso de ese producto. En lo que podría llamarse una “economía potluck”, ese uso compartido de bienes físicos (y datos) es supervisado y recompensado por la sociedad. El modelo mantiene la noción de propiedad, ya que las plataformas que coordinan la concesión de licencias tienen la responsabilidad fiduciaria de proteger los intereses de sus participantes o administradores.
La cibercivilización desde la óptica de Oriente
En un momento en el que las instancias normativas, ancladas en la filosofía occidental del individualismo, se enfrentan a los desafíos de una sociedad digital en expansión, las filosofías altruistas asiáticas pueden ser de ayuda para desarrollar los fundamentos filosóficos y éticos que rijan las nuevas estructuras sociales digitales. El confucianismo, el budismo y el animismo son creencias distintas, pero todas ellas consideran fundamental honrar la confianza que las personas depositan en una entidad o institución social. En Occidente, en cambio, se prioriza la protección de los derechos de las personas.
El tratamiento de los datos personales pone de manifiesto las diferencias de esas perspectivas. El pensamiento occidental moderno considera que la violación de la privacidad de una persona vulnera los derechos de esta, y que las personas deberían tener el control de sus datos personales. Las filosofías orientales, sin embargo, consideran que el uso indebido de los datos personales confiados a una plataforma constituye una traición a la confianza depositada en ella. Aunque las diferencias de enfoque son sutiles, influyen considerablemente en el diseño de los mecanismos de gobernanza.
En Occidente se hace hincapié en que la obtención y la gestión de los datos respeten la “voluntad” de las personas que los suministran de modo que estas sigan teniendo el control de los datos, mientras que en Oriente lo importante es garantizar que los datos se protejan y se utilicen de forma leal a los “intereses” de quienes los confían, independientemente de la existencia de permisos explícitos para su obtención y gestión.
Otra cuestión que se plantea es el reconocimiento de la responsabilidad. Un tema muy debatido en la esfera de la gobernanza de la IA es si es realista seguir considerando que los seres humanos son los responsables últimos del mal funcionamiento de los objetos que fabrican.
La creencia occidental de que los seres humanos tienen el monopolio de la autonomía y la inteligencia les confiere la máxima autoridad y responsabilidad sobre todos los objetos que fabrican, como se refleja en las leyes de responsabilidad por productos de los distintos sistemas jurídicos civiles y penales occidentales.
Sin embargo, la sabiduría asiática sobre la convivencia con la naturaleza bien podría convertirse en un principio rector. Pero, ¿por qué? Porque parece inevitable que, con el tiempo, las máquinas lleguen a tener, al menos, capacidades similares a las de la inteligencia. Por consiguiente, es necesario prepararse para reconocer la personalidad en las máquinas si se pretende permitir que interactúen estrechamente con los seres humanos.
Hacia unos principios generalmente aceptables basados en la confianza
El objetivo de explorar las diferentes perspectivas orientales y occidentales es encontrar un denominador común para desarrollar un nuevo conjunto de principios éticos adecuados a un mundo impulsado cada vez más por los datos. Como tanto en Oriente como en Occidente se comparte la noción de responsabilidad fiduciaria, esta parece un buen punto de partida para desarrollar mecanismos eficaces de gobernanza de los datos y un sistema democrático de controles y equilibrios que beneficie a todas las personas. Mi esperanza y creencia es que la humanidad es lo suficientemente inteligente como para desarrollar un sistema así y utilizar las enormes oportunidades tecnológicas que ha creado de forma civilizada.
Este artículo es una versión resumida y modificada de Kokuryo, J. An Asian perspective on the governance of cyber civilization. Electronic Markets (2022).
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