10 de marzo de 2022
Con motivo del Día Internacional de las Juezas, la OMPI rinde homenaje a la importante labor que realizan las juezas en el ámbito de la propiedad intelectual (PI) y para que el sistema de PI permita la innovación y la creatividad en beneficio de todos. A medida que aumenta la importancia cultural, social y económica de los derechos de PI, también se amplía el alcance de la actividad judicial en materia de PI en todo el mundo. Las juezas están desempeñando una función destacada en cuanto a permitir que nuestras sociedades aprovechen las oportunidades y afronten los desafíos que plantea la PI en el actual panorama mundial que cambia rápidamente.
La OMPI está comprometida con la consecución de la igualdad de género y la diversidad en el mundo de la PI. Con ocasión del Día Internacional de la Mujer, el 8 de marzo, la OMPI reiteró su compromiso de trabajar con todas las partes interesadas para cerrar la brecha de género en la PI por el bien de todos. Ello implica no solo promover un mayor reconocimiento y protección de las mujeres innovadoras y creadoras, sino también fomentar estructuras inclusivas que permitan a las sociedades aprovechar las contribuciones de las mujeres en todos los niveles del ecosistema de la PI.
A través del Instituto Judicial de la OMPI, la Organización tiene el privilegio de trabajar con extraordinarias juezas que contribuyen activamente al ámbito de la solución de controversias en materia de PI dentro y fuera de sus jurisdicciones, y es un honor poder compartir hoy con ustedes algunas de sus historias.
La historia de las mujeres en la judicatura en Marruecos viene de lejos; ya en 1961 se nombró a la primera jueza en el país. Sin embargo, por desgracia el número de juezas sigue siendo bajo, en torno al 25%. Entre los diez miembros del Consejo Superior del Poder Judicial hay tres juezas electas.
Cuando empecé a ejercer la abogacía, sentí que no había nacido para ser abogada, sino para ser jueza. Me atraía la función de juzgar, que exige ver el caso desde una perspectiva de conjunto y decidir con base en la equidad entre las partes.
Ser jueza ha sido una experiencia verdaderamente fantástica. He trabajado en un tribunal de primera instancia, donde conocí de muchos casos sobre ámbitos jurídicos diversos y aprendí muchísimo sobre gestionar las audiencias, controlarme para estar tranquila y ser comprensiva, escuchar a la gente, garantizar un alto nivel de equidad y analizar y examinar las cosas con detenimiento. A menudo pienso y recapacito muchas veces antes de llegar a una conclusión porque mis decisiones afectan mucho a las personas, a las comunidades, a la economía y a la sociedad.
Como miembro del Tribunal de Casación, hasta el año 2021, tuve la oportunidad de hacerme experta en determinados ámbitos del Derecho, entre ellos la PI, lo que supuso una gran responsabilidad. Actualmente soy directora de Educación del Instituto Superior de la Magistratura, que es precisamente donde recibí mi formación judicial, y tengo la oportunidad de contribuir a la formación de los futuros jueces. De hecho, soy la primera mujer en ser directora de Educación del Instituto y una de las dos juezas que imparten cursos de formación específicos sobre PI.
Mi referente principal es mi madre, que es una mujer sabia, tranquila, seria y generosa. Aunque no tuve la oportunidad de contar con otras juezas como mentoras, sí ha habido mujeres fuera del ámbito jurídico que me han servido de inspiración.
Lo que más me gusta es encontrar una decisión que sea justa para todas las partes. Para ello es necesario tener un conocimiento profundo del derecho, una gran capacidad de análisis, aplicar la ley de forma adecuada y procurar un desarrollo correcto del procedimiento, todo ello con el objetivo de llegar a una solución equitativa.
La PI tiene algunas particularidades, como el hecho de que aglutina varios tipos de derechos cuyo objetivo común es proteger las obras del intelecto. Proteger los distintos tipos de obras del intelecto me produce una inmensa satisfacción.
Para juzgar casos de PI no basta con entender la ley, sino que hay que tener en cuenta los aspectos técnicos de la PI. La importancia de estos derechos hace que sea necesario contar con jueces especializados en PI.
Yo les diría que ser jueza no es una profesión ni un cargo; es una misión diaria. Una se hace jueza no solo para ganarse la vida, sino para contribuir a la consecución de objetivos importantes, en particular la justicia y la equidad.
Yo quería ser jueza desde hace muchos años, aunque nadie en mi familia ejercía la abogacía. Durante mis estudios de maestría en Derecho tuve el privilegio de tener una profesora que también era jueza del Tribunal Supremo y que, además de grandes conocimientos, tenía una personalidad maravillosa y una mentalidad muy abierta. Yo quería ser como ella, así que, tras obtener el título de abogada, continué con la formación judicial y aproveché la oportunidad de opositar a un puesto judicial en el Ministerio de Justicia. Cuando tienes a otra persona como ejemplo es mucho más fácil dar esos pasos.
La profesora Elzbieta Skowronska-Bocian no solo fue una maestra importante, sino que es como mi madre profesional. Seguimos en contacto después de muchos años y continuamos dialogando sobre el derecho y la vida. Me llena de satisfacción que se sienta orgullosa de mí.
En mi función actual, a menudo se me pide que ejerza de mentora y ayude en la formación de jóvenes abogadas que se están preparando para ser juezas. Es un gran placer para mí porque la posibilidad de trabajar estrechamente con una persona me permite observar su crecimiento y compartir su satisfacción.
Para ser jueza hay que ser abierto y utilizar todos los sentidos y facultades a fin de comprender plenamente la realidad. También te relacionas con ámbitos y disposiciones legales muy diversos. Hace poco me ocupé de un caso de cesión del derecho de autor en un contrato que se regía por la legislación finlandesa, por lo que tuve que entender y aplicar el derecho contractual finlandés, pero determinar los recursos apropiados previstos en la legislación polaca, así que en un mismo caso me enfrenté a dos sistemas jurídicos diferentes. Disfruto mucho del pensamiento lógico, casi matemático, que esto requiere.
Por supuesto, en este trabajo también hay momentos difíciles, porque eres responsable de adoptar decisiones que afectan no solo al mercado, sino a las personas y a la sociedad. Y, en definitiva, es una responsabilidad que se asume en solitario. Cuentas con mucha información en forma de pruebas y conocimientos, procedente de los abogados y de las decisiones de los tribunales superiores, pero al final la decisión la adoptas individualmente y pones tu nombre en ella. Aunque dispongas de todos esos conocimientos, a veces puede ser difícil enfrentarse solo a la decisión, pero eso forma parte del trabajo.
Cada caso de PI es diferente, por lo que este ámbito del derecho nunca es aburrido. No se corre el riesgo de caer en la rutina. De hecho, hay que pensar de forma rigurosa constantemente porque siempre hay material nuevo que conocer. Con los casos de PI se puede influir en lo que ocurre en el mercado y contribuir a que funcione adecuadamente.
Hay que tener muchísimo cuidado con el equilibrio de intereses y al establecer los límites de la exclusividad de los derechos de PI, ya que la decisión que adoptemos puede tener un efecto considerable en el mercado. Aprender y conocer ámbitos muy técnicos y un vocabulario que se renueva constantemente puede ser todo un desafío. A veces paso muchas horas analizando los detalles técnicos del caso, y cuando lo entiendo y adopto una decisión me siento muy satisfecha.
No deben olvidar que han de tener la mente y el corazón abiertos en todo momento. No deben perder su sensibilidad porque es importante para percibir y comprender la realidad en su totalidad. Tampoco deben tener miedo, porque quien único no se equivoca es quien no hace nada. Deben ser ellas mismas.
De niña me fascinaba una serie de televisión llamada Crown Court en la que se escenificaban sobre todo casos penales. Más adelante tuve el privilegio de ejercer la abogacía en uno de los estudios de abogados más importantes de Trinidad y Tabago. Tras 20 años de ejercicio, había adquirido una gran amplitud de conocimientos en diversos ámbitos del derecho civil y sabía que había llegado el momento de devolver algo a mi país. Por mi experiencia, me sentía preparada para hacer mi aportación particular a la judicatura.
He tenido muchas mentoras, no solo en el ámbito jurídico. En mi familia siempre he estado rodeada de mujeres fuertes y resilientes, pero a la vez amables y humildes. Atribuyo todos mis logros profesionales a los ejemplos que me han dado continuamente. Mi madre es el mejor ejemplo de estas cualidades. Yo la llamo mi “Wonder Womum” (“Wonder Womamá”).
Luego, cuando empecé a ejercer la abogacía, me interesé por una serie de abogadas que me sirvieron de inspiración. Me encantaba una abogada en particular, que no solo era excelente, respetada y muy activa en los tribunales, sino que además actuaba con confianza, usaba ropa y joyas bonitas y no se excusaba por ser una mujer llamativa. Fue una de las primeras abogadas en ser reconocida como abogada principal por su contribución al derecho. Yo sabía que quería ser como ella. Cuando me incorporé a la judicatura me encontré con un grupo excepcional de juezas que siguen siendo mis mentoras. Y ahora tengo la oportunidad de ser mentora de otras mujeres en la profesión.
Lo mejor es la satisfacción que da dictar una sentencia que soluciona una controversia en conformidad con la ley, y que finalmente todas las partes y cualquier otra parte interesada la acepten y convengan en que es una solución justa y razonable para su caso; cuando todas las partes interesadas pueden decir que se ha hecho justicia.
En el derecho de la PI se conjugan mi amor por todo lo creativo y por el derecho. La facultad de proteger los derechos creativos produce una gran alegría.
Los casos de PI en Trinidad y Tabago son relativamente inusuales, ya que la mayoría de las controversias en materia de PI se solucionan antes de llegar a los tribunales, aunque su número va en aumento. La mayoría de las veces los casos de PI guardan relación con algún aspecto de nuestro archiconocido carnaval, ya sea en relación con las canciones de soca que se interpretan, las fotografías de personas disfrazadas o la función que desempeñan los organismos de gestión colectiva.
Actualmente estoy inmersa en el caso más difícil de PI al que me he enfrentado y espero que mi sentencia pueda servir para sentar jurisprudencia. La falta de precedentes judiciales en casos de PI en esta jurisdicción supone un desafío, pero también nos brinda a los jueces la oportunidad de añadir valor a la jurisprudencia local.
Leer, leer, leer... no solo casos, sino también libros, revistas, periódicos. Hay que estar al día. Deben aprovechar todas las oportunidades de formación que se les presenten. Hay que aprovechar siempre la oportunidad de hablar, ya sea en reuniones, en conferencias, en los tribunales o en cualquier otro foro en el que sepamos que podemos aportar valor. Hay que trabajar con inteligencia, planificando siempre y delegando a menudo. Deben rodearse de mujeres y hombres cuyas cualidades admiren, no solo en el ámbito jurídico. Ser mentoras, no importa lo joven o inexpertas que sean. Hay que disfrutar del ejercicio de la abogacía y, si en algún momento no lo disfrutan, deben tomarse un tiempo para volver a descubrir qué es lo que las atrajo a esta profesión en primer lugar. Es necesario mantener la humildad y recordar que estamos al servicio de la ley.
Trabajé durante 25 años en el ámbito del derecho societario de la PI, además de ejercer ocasionalmente la abogacía pro bono, lo que me permitió adquirir experiencia en materia de PI, pero me percaté de que el Derecho era un campo muy amplio y sentí que quería estar en condiciones de devolver algo a la sociedad y prestar un servicio. Me sentí atraída por la judicatura porque los jueces podemos propiciar cambios importantes en la vida de las personas y ayudar a dar forma a los sistemas en los que trabajamos.
De hecho, parte de mi labor extrajudicial como jueza ha consistido en trabajar en diversos comités y contribuir a la administración judicial, por ejemplo recientemente con la creación de una división dedicada específicamente a la PI en el Tribunal Superior de Delhi que recibe unos 500 casos nuevos de PI al año, la cifra más alta de todo el país. Estoy muy orgullosa de mi nombramiento hace poco como una de las dos juezas especializadas en PI de esta división, junto con otra colega y jueza, la magistrada Jyoti Singh. Ser jueza me ha permitido crecer muchísimo, no solo al tener que atender todos los ámbitos del derecho y la jurisprudencia, sino también como persona.
Hay varias mujeres que me han servido de inspiración. Mi abuela me enseñó a confiar en mí misma y a ser independiente. Las juezas de la India constituyen un ejemplo muy inspirador. La jueza Ruma Pal, jubilada del Tribunal Supremo de la India, era una jueza muy competente que se ocupaba también de controversias societarias, y a los abogados siempre les gustaba presentar casos complejos ante ella. Con su trabajo demostró que era falso el antiguo estereotipo de que las abogadas y juezas solo podían ocuparse de ámbitos no societarios del derecho, como las controversias de familia. También estaba la jueza Leila Seth, que fue la primera jueza del Tribunal Superior de Delhi y la primera mujer en presidir el Tribunal Superior de un estado. A nivel internacional mi referente era la jueza Ruth Bader Ginsburg, del Tribunal Supremo de los Estados Unidos de América, no solo por su forma de juzgar, sino también por su forma de actuar en la vida hasta una edad avanzada.
Poder hacer justicia y resolver los problemas de la gente inmediatamente, en ese mismo momento. Es una gran responsabilidad que puede servir para llevar paz y armonía a la vida de las personas, ya sea en sus familias o en controversias comerciales. El impacto positivo que podemos tener como jueces hace que el trabajo merezca la pena.
Para mí la PI tiene dos dimensiones importantes: en primer lugar, que la innovación busca solucionar problemas para la humanidad, por ejemplo mediante la creación de vacunas durante esta pandemia; y en segundo lugar, que el objetivo de la PI es solucionar problemas para la humanidad y, al mismo tiempo, hacer que los productos de la innovación estén al alcance de la sociedad. Siempre he hecho todo lo posible por que la innovación y el acceso a esta avancen al unísono; por proteger la PI y hacerla más accesible.
El derecho de la PI se enfrenta a su mayor transformación debido a la revolución digital. La PI tiene un carácter internacional, y en las infracciones de la PI a menudo se traspasan las fronteras territoriales, lo que hace que los casos sean cada vez más complejos. También está el solapamiento entre el derecho de la PI y el derecho de la competencia, que se sitúan en dos extremos de un espectro, y los jueces tienen la difícil tarea de encontrar el equilibrio adecuado entre los objetivos de cada uno.
Me gustaría que las mujeres supieran que la PI es un ámbito excelente para trabajar, que proporciona mucha satisfacción y felicidad. Sin embargo, con independencia de la rama del derecho en la que ejerzan, me gustaría que cada vez más mujeres se hicieran juezas. Veo que las mujeres son juezas excelentes y que son capaces de equilibrar muy bien los distintos desafíos que plantea juzgar, y de obtener resultados positivos en cada caso, en todos los ámbitos del derecho. Dentro del sistema judicial, el aumento del número de mujeres dependerá de que no se las limite a conocer solo de ciertos tipos de asuntos, sino que adquieran experiencia en todo tipo de juicios, incluidos los casos técnicos en materia de PI.